(Nota escrita luego de finalizar el blog): Lo que a continuación presento no es algo a lo que estoy acostumbrado a hacer. Es algo real, una situación con la que tuve que lidiar todo este año, una historia digna para la Rosa de Guadalupe. Y, de hecho, ni siquiera espero que alguien lo lea, es únicamente la mejor forma que encontré para desahogarme, para expresarme (¡Y vaya que funcionó!). El uso de nombres ficticios en personas y lugares es evidente, mi intención no es exponer a nadie. En cuanto a mí, me siento bien, me siendo animado, me siento expectante por lo que la vida me tiene preparado. Cosas buenas se acercan, de eso estoy seguro.
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¡Pfff!
¿Por dónde empiezo? Luego de casi dos meses de haber finalizado mi contrato
laboral en mi último centro de trabajo sin que me renovaran el mismo, recibí
una llamada por parte de un amigo, El Chino, quien me comentó sobre una
oportunidad de trabajo en una entidad a la cual llamaremos “El Castillo”. La jugada
era la siguiente: al Chino lo estaban reclutando para trabajar en el Castillo,
pero al mismo tiempo le estaban preguntando si conocía a otra persona más, ya
que estaban faltos de personal. El Chino y yo ya habíamos tenido un efímero
antecedente de haber trabajado juntos, por lo que me gusta la idea de pensar
que al conocer cómo trabajaba pensó inmediatamente en mí al cuestionarle si
conocía a alguien más. Él me dijo que, si yo estaba interesado, que fuese a
dejar mi papelería al Castillo ese mismo día y que me avocara con cierta
persona. A lo cual yo, ni lento ni perezoso, en cuestión de una hora me arreglé,
imprimí mi hoja de vida para presentarla y me puse en marcha. Por la prisa que
llevaba me estacioné en un lugar en el que creo que no se podía estacionar,
pero no pasa nada. Llegué al famoso Castillo, en donde pregunté por Robert
(quien posteriormente se convertiría en mi jefe inmediato #SpoilerAlert); me
indicaron en dónde se ubicaba la oficina respectiva, a lo cual de forma
nerviosa y tímida me fui acercando. Ingresé a la oficina, pregunté de nuevo por
Robert, a lo que la recepcionista me llevó hacia él. Nos presentamos, y luego
él procedió a hacerme una pequeña entrevista teniendo a la vista mi
certificación de cursos aprobados de la universidad (cabe destacar que en ese
momento yo aún no me graduaba). Fue todo muy breve y escueto, y al cabo de unos
quince minutos iba saliendo del Castillo con rumbo devuelta a mi casa. Tenía
buenas sensaciones, la “entrevista” resultó muy bien y estaba esperanzado en
cosas buenas.
Pasaron
tres semanas, hasta que el Chino me dijo que el 20 de noviembre del año 2019
nos debíamos presentar en el Castillo para firmar contrato. Estaba emocionado
por este golpe de fortuna tan inesperado, era un nuevo inicio en mi vida laboral
y profesional. Se podría decir que yo sería el recomendado de un recomendado,
algo totalmente inusual. Nos volvimos a topar con Robert, quien nos mencionó
que nos iba a presentar con el equipo de trabajo, sin embargo, su oficina se
conformaba a su vez de dos secciones; la sección “C” y la sección “P”. El Chino
iría a la sección “C” y yo iría a la sección “P”. Nos iban a separar, lo cual
me puso aún más nervioso. Sabía que el Chino ya tenía un tanto de experiencia en
donde estaría ubicado, ¿pero yo? Me iban a colocar solo en un mundo enteramente
desconocido para mí.
Luego
de la presentación me ubicaron provisionalmente en el escritorio de Robert,
pues resultaba que Robert es en realidad el jefe de la Sección “P”, en ese
momento estaba cubriendo en funciones a quien verdaderamente es el jefe de la
oficina, quien se encontraba gozando de vacaciones. Y, lo normal, el primer día
me pusieron a leer la legislación mediante la cual la Sección “P” se sustenta
para elaborar todos sus documentos.
Instruyeron a Gaspar para que me capacitara ese primer día, a lo que él
se acercó y procedió a indicarme a lo que se dedicaba mi sección y los tipos de
documentos que manejaban. Agradezco mucho la iniciativa que tomó, pero lo
cierto es que su orientación fue muy pobre y poco comprensible. Quedé peor que
al inicio...
El
segundo día fue para ubicarme un lugar. Al Chino lo acomodaron en un cubículo
que se encontraba libre luego de que la compañera de la Sección “C”, Lindsay,
fuese trasladada a otra oficina. En cuanto a mí, me hallaron lugar literalmente
en un rinconcito de la oficina, utilizando un escritorio no tan grande, pero
funcional para mí. También me armaron una computadora con varias piezas que no
se estaban empleando en ese instante, era una computadora Frankenstein. No era
lo más agradable estéticamente hablando, pero no me molestaba, mientras más
lejos estuviera de todo ese mundo nuevo y raro, mejor para mí. Además de que me
encontraba prácticamente escondido. Méritos a quien méritos merece, y Anna,
otra compañera de la Sección “C”, fue quien se fajó ayudándome a arreglarme ese
pequeño espacio que tendría. Ese mismo día, y de forma coincidente, regresó de
su período de vacaciones Helen, quien formaba parte de mi sección.
Las
siguientes semanas fueron para pulirme poco a poco en el quehacer de la
sección. Fui conociendo a mis compañeros de trabajo; Gaspar, era un joven mayor
que yo por un año, alto, regordete, vulgar, una persona que inspiraba facilidad
al momento de platicarle de cualquier cosa, a excepción de temas de trabajo, ya
que era medio holgazán y cuyas explicaciones tendían a dejarme más perdido. Eso
no pasaba con Helen, de quien aprendí muchísimas cosas; ella me explicaba las
cosas de la A a la Z, con lujo de detalle y con recomendaciones incluidas. Eso
sí, tenía un carácter un poco fuerte, era impaciente y se estresaba con
facilidad, y en algunas ocasiones creo que llegué a fastidiarla con tanta
pregunta, pero prefería apoyarme mil veces con ella que con Gaspar (las cosas
como son), ya que con ella sí estaba aprendiendo. Ella era una persona muy
inteligente y analítica, al punto que los jefes de otras oficinas le
consultaban a ella sobre distintos temas, incluso le cargaban temas
importantísimos, que escapaban a su competencia, pero ella era tan proactiva
que los tomaba sin quejarse. Eventualmente regresó Paul, quien era el jefe de
la oficina, por lo que Robert retomó su puesto como jefe de sección. Robert se
encargaba de la revisión del trabajo de Gaspar, Helen y mío, fungiendo como un
primer filtro. Él era una persona ya grande de edad, muy lógica, muy paciente,
muy platicadora. Más que un jefe, era un líder. Para mí fue un mentor, de él
aprendí una infinidad de cosas basadas en su experiencia adquirida a través de
los años, principalmente cosas demasiado técnicas.
Habían más compañeros:
Carson;
quien era todo un 4x4, tenía cargadas muchísimas responsabilidades, las cuales
las sacaba de la mejor manera. Era un otaku, una simpática persona, siempre
risueño, me agradaba aunque nunca llegué a tener una gran amistad con él. Él no
pertenecía a ninguna de las dos secciones, sino que pertenecía a un área
independiente, relacionada principalmente con informática y registros.
Elizabeth;
parte de la Sección “C”, una señora siempre amable, con quien de repente me
ponía a hablar en las horas de almuerzo, y a quien le solía comprar pies de
queso o quesadillas cada que podía.
Paulina;
jefa de la Sección “C”, una persona que al principio me parecía muy amable y
agradable, pero de quien siempre me decían que me cuidara, puesto que “era muy
loca”, situación que fui comprendiendo con el pasar de los meses...
Ben;
parte de la Sección “C”, era un señor de cuarenta y tantos años de edad, pero
con una madurez de un chico de veinte años. Político a morir. Era el drama
andando, a veces de buenas y a veces de malas. Por lo regular haciendo chistes
(algunos de mal gusto) y otras veces peleándose con medio mundo.
Thania;
la recepcionista o secretaria de la oficina, era una compañera muy amable, algo
tímida, encargada además del ingreso, egreso y asignación de trabajo a todos.
Y
finalmente Paul, el jefe de la oficina. Los primeros meses, e incluso los
primeros años, el contacto con él era mínimo, mi relación con él era cordial y
muy profesional. Solía mantenerse en reuniones y en temas de relevancia, por lo
que no tenía mayor comunicación con él.
Poco
a poco le fui tomando gusto a mi trabajo. Al principio me sentía incómodo, pero
el ambiente laboral lo es todo, y mi equipo de trabajo era eso: un equipo. No
existía toxicidad, roces entre compañeros, ni nada de eso. Caso contrario, el
equipo del Chino se mantenía en constantes discusiones por múltiples choques de
criterios que terminaban en tensiones entre todos los compañeros. Sin embargo,
yo me mantenía callado, lo cual se puede confundir con timidez, pero realmente
soy una persona a la que le cuesta soltarse o entrar en confianza con los demás
y, en parte, consideraba lo más prudente mantenerme al margen de todo y de
todos.
Con
el pasar del tiempo fui aprendiendo muchísimas cosas, ganándome un lugar... en
cuestión de un par de meses había conseguido la confianza para sacar tanta
cantidad de trabajo. Y me gustaba, la verdad. Inclusive le fui limpiando el
escritorio a Gaspar, quien tenía una cantidad de trabajo atrasado considerable.
Era recurrente que sacaba tan rápido el trabajo que me habían asignado, que me
levantaba a pedirles más, pues prefería mantenerme ocupado a dar la impresión
de que estaba procrastinando. Los elogios no se tardaron en llegar.
Si
hablamos de jerarquías, sin querer queriendo fui desplazando poco a poco a
Gaspar, ya que estaba sacando más trabajo que él, y lo que él trabaja contenía
muchos errores. Asimismo, su presentación personal fue criticada por uno de los
meros jefes del Castillo, motivo por el cual Gaspar fue despedido al poco
tiempo de iniciada la pandemia. A ver, la competencia laboral existe, y es sana
siempre y cuando no se juegue sucio. Yo jamás actué mal para verme mejor que
él, mi trabajo habló por mí, pero él se desmotivó cuando debía ser a la
inversa.
Él
ocupaba un cubículo, por lo que tras su salida me movieron a un mejor lugar, en
tanto que mi antiguo escritorio fue ocupado por Mary, a quien contrataron como
respuesta a la rescisión de Gaspar. Sin embargo, Mary apenas estuvo unos dos o tres
meses, si no mal recuerdo, ya que al poco tiempo le salió una mejor oportunidad
laboral.
Durante
este lapso, (específicamente después de que se fuera Gaspar y antes de que
llegara Mary) logré graduarme finalmente de la universidad, por lo que también
logré obtener una mejora contractual (y salarial, evidentemente). Asimismo,
durante este tiempo implementaron la modalidad del teletrabajo a causa de la
pandemia.
Luego
el famoso rinconcito fue ocupado por Rhonda, una licenciada de actuar extraño,
debo admitir. Pese a que nos habíamos con un integrante menos en el equipo, de
forma inexplicable asignaron a Rhonda en la Sección “C”.
Aquí
debo hacer un paréntesis... e introducir en esta historia a Salomón, quien era
el director de varias oficinas. Es decir que, en cuanto a jerarquías, era el
jefe de Paul. Sin embargo, Salomón no tragaba a Paul, nunca lo hizo. Siempre
existieron roces, el director trataba de meterle zancadilla inútilmente a mi
jefe, quien se mantenía en lo suyo. Salomón quería sacar del puesto a Paul,
acusándolo con otras personas y de forma extraoficial que era una persona
corrupta que cobraba por ciertos procedimientos. Dicha situación siempre fue
falsa, ya que, si Salomón hubiese tenido a su alcance medios de prueba
irrefutables, Paul estaría tras rejas. Pero se trataba más de un “me caes mal,
no te quiero aquí”. Menciono lo anterior ya que se sabía que la contratación de
Rhonda era el equivalente a un caballito de Troya por parte de Salomón dentro
de la oficina. Ella era una infiltrada, encargada de vigilar y mantener informado
a Salomón de cualquier acontecimiento “raro” que se suscitara dentro de la
oficina. Fue un experimento fallido, pero que marcó un precedente. A los pocos
meses fue trasladada a otra oficina, y posteriormente decidió no renovar
contrato tras no sentirse lo suficientemente valorada, comentaba además que el
estar trabajando en el Castillo era “un castigo” pues ella solía tener un
trabajo mucho mejor, y que estaba harta de que pensaran que ella era una “vieja
menopaúsica”.
Los
que estábamos por contrato debíamos renovar a cada cierto tiempo, pero estos
tiempos eran relativamente cortos... un mes, dos meses, tres meses, el más
largo fue de seis meses... (lo que suponía una tarea tediosa, pues había que
recopilar muy frecuentemente toda la documentación que solicitan). A todo esto,
el Chino comenzó a tener varios problemas con su jefa, Paulina, principalmente
en torno a criterios. Sucedió que en
diciembre de 2020 se nos venció uno de tantos contratos, y el primer día del
año 2021 el Chino recibió una llamada de Salomón, indicándole que ya no le
renovarían contrato por “temas administrativos”. Le comunicaron en un día
inhábil, a un par de días de haber contraído matrimonio con su actual esposa, a
un par de días de haberse financiado su hogar y su carro. Afortunadamente tenía
un negocio del cual vive, pero lo que ganaba en el Castillo era de gran ayuda
para sacar adelante sus deudas. Yo estaba muy molesto, no únicamente porque él
es mi amigo o porque yo estaba en el Castillo gracias a él, sino porque me parecía
una situación muy injusta y que me llenaba de impotencia al no poder hacer nada
al respecto. En mi enojo, les dije a los demás contratados que no renováramos
“como forma de protesta”, ya que sabía que la oficina sin los contratados se
iría al carajo, puesto que a nosotros nos cargan más trabajo que a los propios
presupuestados. Evidentemente fueron palabras que dije en caliente, nadie me
seguiría, y comprendí que aunque hubiéramos decidido no renovar, ellos
simplemente se hubiesen buscado a otras personas, y ya está. En el ámbito
laboral, nadie es indispensable, todos somos simples peones reemplazables. Los
rendimientos varían, obviamente, pero por lo regular el trabajo no es valorado.
Uno puede entrar por la puerta grande e irse por la puerta trasera, sin mayor
reconocimiento. Estaba frustrado, me sentía en deuda con el Chino. Finalmente
renové...
Luego
de un fugaz paso de Ben en la Sección “P”, durante ese año hubo cinco nuevas
contrataciones para la oficina en el siguiente orden:
Andrew;
quien entró para cubrir la baja de Rhonda en la Sección “C”, y de quien luego
nos enteramos de que era sobrino de un integrante del sindicato de trabajadores
del Castillo, y que también se llevaba bien con Salomón.
Becky;
una chica que en ese entonces apenas tenía diecinueve añitos de edad, y quien
ingresó al área de recepción de la oficina, inyectándole más ritmo y dinamismo
a la repartición de trabajo. Como consecuencia de esto, Thania fue promovida a
la Sección “P” como un nuevo elemento de apoyo ante nuestra falta de personal.
Jessie;
una licenciada que destacaba por tener unos ojos hermosos y una personalidad
muy agradable. Sabíamos que había ingresado gracias a un subdirector, pero
siempre se mantuvo al margen de cualquier tema. Se le asignó en la Sección “C”,
y al poco tiempo comenzó a tener problemas con su jefa Paulina.
Cecilia;
quien conformaría parte de la Sección “P”. Una chica que también tenía unos
ojos preciosos y un corazón muy noble. Ella tampoco se prestó a ninguna malicia
por parte de Salomón, pues se podría decir que él fue el conducto para que ella
ingresara.
Y
finalmente Thomas; quien también llegó como miembro de la Sección “C”. Un joven
platicador, pero que para este entonces (y tomando en consideración lo sucedido
con Rhonda) desplegaba mucha desconfianza. En especial cuando se le preguntó
que cómo fue que entró al Castillo, y él respondió que un día simplemente fue a
dejar papelería, y luego lo llamaron.
A
ver, creo que es de general conocimiento que muchas personas entran como
recomendadas en varios establecimientos laborales. Y no considero que esté del
todo mal siempre y cuando la persona recomendada sea alguien honesto, diligente,
profesional, humilde, de buenos valores, no conflictiva y que llene el perfil
para el cual fue contratado, pues al final, si esa persona no da la talla,
quien resulta peor posicionado es la persona que lo recomendó.
Yo,
seguía abriéndome espacio y ganándome el respeto de varias personas fuera de la
oficina. Sacaba muchísimo trabajo de la sección, me comencé a ganar la
confianza para asistir a reuniones de distintos temas, a capacitaciones, a
trabajar temas complejos, algunos jefes de otras oficinas se avocaban conmigo, me
tocó capacitar a Mary, Ben, Thania y Cecilia. Para este punto, ya la oficina
estaba sobrepoblada, por lo que tocó que improvisar algunos escritorios,
sacando espacio de donde ya no había, quedando todos muy apretados, pero era
funcional al final del día.
Comencé
una bonita relación de amistad con Cecilia, a quien sentaron a la par mía, y
con quien podía hablar de cualquier tema. Nos tomamos confianza rápidamente, e
incluso le tomé cariño. Ella fue una gran adición al equipo de la Sección “P”,
puesto que puso al día ciertos temas. Realmente teníamos un gran equipo...
Quizás
mi gran “pecado” sucedió en noviembre de 2021, cuando emití un documento
dirigido a cierta entidad, cuya redacción no era la mejor, lo reconozco. Había
cuestiones eminentemente técnicas que no dimensionaba ya que el panorama en oficina
es totalmente diferente al panorama en el campo. Y sí, no tengo justificación,
yo elaboré ese proyecto, sin embargo, es algo que venía con un respaldo
técnico, y que previo a ser notificado pasó por cuatro filtros de revisión y
nunca nadie me dijo nada relacionado con replantear el requerimiento. Y a
partir de esa notificación, todo se comenzó a retorcer horriblemente...
La
entidad en cuestión únicamente debía contestar diciendo los motivos por los
cuales no se podía dar cumplimiento al requerimiento, era tan sencillo, pero
no... Se fueron a quejar (lloriquear) a instancias superiores al Castillo. Y ocurrió
una cadena de regaños; las instancias mayores regañaron al Rey del Castillo, el
Rey regañó a Salomón y Salomón regañó a Paul, quien lejos de regañarme, me
aconsejó qué hacer en una futura ocasión. Consciente de mi fallo, no bajé la
cabeza, únicamente aprendí de mi error y a tirar hacia adelante, como debe de
ser.
Salomón
no quería arriesgarse más, así que, como medida desesperada, entre finales de
ese año e inicios del siguiente, contrató a tres personas bajo el cargo de
asesores. El primero era Calvin, una persona que se jactaba de ser político al
cien por ciento, quien se sabía por debajo de la mesa que era allegado del Rey,
y cuya única virtud demostrada era su labia al desenvolverse en público, aun
teniendo un nulo conocimiento de la materia. Luego estaba Karen, una mujer de
risa irritable, amiga de Calvin, y de quien a la fecha sigo sin entender el motivo de su contratación, ya que no vi ningún aporte hacia la dirección. Y finalmente Izma,
una señorita recomendada por el mismísimo Carson debido a su amistad previa, que llegó como un pan de Dios, pero que luego hizo resaltar sus verdaderos colores de altanería, prepotencia y poca humildad. Juntos serían los tres jinetes de la hipocresía. Chupamedias de primera. Si la vida dependiera de ser políticos todo el tiempo, ellos serían multimillonarios y yo moriría de hambre.
Casi
lo olvido, Salomón tenía dos subdirectores; Francis, encargado de verificar
todo lo relacionado con la Sección “P”, y Ulises, quien hacía lo propio con la
Sección “C”. Cuando explotó el tema de mi documento notificado, Salomón
prácticamente relegó al olvido a Francis, ya que él también era un filtro.
La
película comienza a degenerarse cuando decidieron que Izma tendría como
labor el revisar todos los documentos que Robert, Thania, Helen, Cecilia y yo
emitiéramos. Realmente no era una mala idea si su aplicación hubiese sido
eficiente, ya que todo lo que venga a sumar es bienvenido, pero fue todo lo
contrario. De veinte documentos que sacaba, once me regresaban con “correcciones”,
y en su mayoría eran cuestiones de forma, tipo: “no es sin embargo sino no
obstante”, “no es por sino para”, “aquí va una coma”. Entendía
que de alguna manera ella debía justificar su trabajo, pero lo que ella
consideraba como mal redactado, no necesariamente lo estaba. Era su percepción.
Llevaba casi tres años en el Castillo y nunca jamás una entidad se quejó de que
algún documento notificado no fuese ambiguo o confuso... Había ocasiones en que incluso
quería modificar la sustancia de mis documentos, ¡Pfff! En estos casos
intentaba le colocaba un alto, reescribiendo el mismo requerimiento con otra
redacción para despistarla (y funcionaba), ya que me parecía inconcebible que
una niñata sin experiencia viniera a corregir mi trabajo. Esta chica en menos
de un mes creía que ya sabía más que todos nosotros, ni siquiera yo que ya
llevaba un buen rato en el Castillo me consideraba sabiondo ya que todos los
días se aprende algo nuevo, pero más de algo aprendí. Y es que lo que se
aprende en el Castillo no se aprende en ninguna universidad. Por otro lado, no
me cuadraba el hecho de que la hayan contratado como asesora cuando ni siquiera
estaba graduada... al menos para mí, el puesto de asesor se consigue teniendo
un soporte académico y profesional que lo respaldara.
Le
tomamos tirria casi al instante. La producción de nuestro trabajo comenzó a ralentizarse
cada que esta chica nos regresaba nuestros documentos rayados con “correcciones”
(ellos decían que no eran correcciones, sino mejoras). Juro que ni mi revisor
de tesis me marcaba tanta tontería. Pero pese a todo esto, fuimos muy pacientes
y tolerantes, sabíamos que si adoptábamos una actitud a la defensiva también
podíamos afectar a Paul, que es lo que menos queríamos. Así que nos aguantamos.
En
marzo de este año, me incluyeron para participar en una capacitación en otro
departamento, auspiciado por la misma entidad a la cual le emití el infame
documento. La misma trataría sobre aprender del quehacer de la empresa en el
campo. Se suponía que debía estar emocionado, pero era todo lo contrario, me
incomodaba el hecho de que mis únicos acompañantes eran Salomón y Calvin y que
debía compartir con ellos durante tres días (los cuales se me hicieron
infinitos). Pero bueno, tampoco era como que me estuvieran preguntando, no era
algo optativo. Mis jefes, inclusive Francis, me aconsejaban que no hablara más
de lo debido, que me limitara a hablar de lo laboral y ya está. Era algo que
desde antes lo tenía previsto, pero cuando el propio subdirector te lo sugería,
es que la cosa realmente estaba mal. Llegado el día, la entidad cubrió todo; los
boletos de avión, el hotel, la comida, el transporte del hotel al campo, y fue en
este espacio de tiempo en que Salomón no desperdició el tiempo en hacerme
preguntas extrañas. Y bueno, la capacitación per sé estuvo muy bien, muy
interesante y aprendí cosas que dentro de la oficina me hubiese costado un
mundo aprender. Pero también noté cosas raras, como que la abogada de la
entidad no desaprovechaba la oportunidad para realizar a cada poco el comentario:
“Yo voy a ser feliz el día en que ustedes dejen sin efecto ese famoso documento”,
a lo que Salomón rápidamente me miraba y me decía cosas como: “Vamos a mejorar,
¿verdad?”, o entre risas me decía “¿Ya viste? Ya no la cagues”. Debo admitir
que yo no entendía por qué me habían incluido a mí en esta capacitación, es
decir, no entiendo por qué priorizar a un simple contratado, como lo soy yo,
por encima de alguien fijo, presupuestado. Pero con los comentarios anteriores
lo comprendí todo; me habían llevado por dos motivos. Su fin nunca fue “capacitarme”,
el primer motivo era que estos dos (Salomón y Calvin) era echarme enteramente
la culpa de ese documento frente a los representantes de esta entidad, y
desprenderse ellos de toda responsabilidad. El segundo motivo lo comprendí al
anochecer, ya estando en el hotel, disfrutando de un par de cervezas, cuando estos
dos personajes comenzaron a (intentar) meterme cabeza de muchísimas cosas;
hablaron mal de medio mundo, casi nadie se salvó... hacían comentarios homofóbicos,
despectivos, insultantes hacia jefes de otras oficinas, machistas al referirse
a las mujeres y políticos en cuanto a tener preferencias o favoritismos con
ciertas entidades. El ambiente estaba muy turbio, yo no me posicioné de ningún
lado. Prefería mantenerme en silencio, salvaguardando mi trabajo (ya que
estando bajo contrato, no cuento con estabilidad laboral) y muriéndome de
impotencia por dentro. Robert me mensajeó justo cuando estaban hablando mal de
él, como siempre dándome alientos y apoyo... fue en ese momento que me quebré y
fui al baño a llorar del coraje, coraje porque sentía que estaba defraudando a
Robert al no poder defenderlo. Asimilé la situación como que ellos estaban
tendiéndome la mano para “unirme al lado oscuro”, cosa que nunca pasó. Finalmente,
la tortura terminó...
La
primera hazaña propia de Izma fue meterle zancadilla a Carson... así es, a
la misma persona que le consiguió trabajo en el Castillo, no importándole que
fuese su “amigo”. Lo cierto es que desconozco las interioridades que hubieron
dentro de este tema, solo sé que ella se alió definitivamente con Salomón,
dejando en mal a Carson con cierto tema (levantándole falsos, como que cobraba
por realizar tal gestión... ¿y las pruebas?). Carson fue despedido a inicios de
este año, debilitando gravemente a la oficina, ya que él tenía a su cargo muchísimas
responsabilidades. Para este entonces habían contratado también a Benny, un informático, quien
se suponía iba a apoyar a Carson, pero tras todo el revoltijo acaecido finalmente iba a ser el heredero de las
funciones de Carson. Esto lo tomó por sorpresa ya que apenas estaba aprendiendo,
le cayó como un balde de agua fría, y entre los nervios y lo mucho que debía
aprender en tan poco tiempo, comenzó a cometer algunos errores y a estresarse a
tal nivel que al poco tiempo solicitó su liberación del Castillo.
La
Sección “P” se debilitó cuando Helen se movió a otra oficina. Estábamos felices
por ella, pero sabíamos lo que implicaba. Así que mis jefes decidieron que yo absorbiera
todas las responsabilidades que ella dejaba (las cuales eran muchas), lo cual tampoco
me molestó. Vuelvo y repito lo mucho que me gustaba estar ocupado y que me tomaran
en cuenta. A este punto mis jefes ya me consideraban pieza clave en la sección.
Posteriormente
comenzaron a inventarse de que yo tenía una relación con Cecilia, quien es una
mujer casada. Como no me podían entrar por lo laboral, pretendían entrarme por
lo personal, y bajo mentiras. Paul me preguntó si esta situación era verdadera,
a lo cual yo lo negué. Esta gente no comprendía lo delicado y lo poco
profesional que es este tema, era una total falta de respeto colocar en
entredicho mi nombre y mi reputación, pero principalmente la de Cecilia. Y
aunque fuese algo cierto, ¿qué tiene que ver con el trabajo? Si tanto ella como
yo cumplíamos con nuestras funciones y horarios, el problema personal hubiese
sido mío y solo mío. Estaba muy molesto. La intención de ellos era separarnos,
no nos querían ver juntos en el Castillo, llegando al punto de amedrentar diciendo
de que Cecilia debía cambiarse de sección y de lugar físico, ya que de lo
contrario uno de los dos iba a ser despedido. La excusa fue decir que la
oficina debía “oxigenarse”, entonces cambiaron a Cecilia a la Sección “C”, y
moviéndola de escritorio, colocando a Thomas a mi lado. Aunque hayan hecho ese
movimiento, Cecilia y yo no nos dejamos de hablar, ellos no pueden decidir con
quien puedo o no relacionarme. La salida de Cecilia volvió a debilitar todavía
más a la Sección “P”, por lo que, como “compensación”, hicieron que Karen
pasara a formar parte de nuestro equipo. El enemigo estaba en casa (Spoiler: Hasta el día de mi salida, el aporte de Karen dentro de la sección fue muy pobre, por no decir inexistente).
Coincidentemente
desde que estas personas entraron en enero, era recurrente que Salomón me
llamara para llamarme la atención, que debía mejorar mi redacción, que debía
analizar mejor, que esto, que lo otro, y siempre lo decía mientras Izma se
encontraba a su lado. Sabía que ella le había comido la cabeza al director
(quién sabe si solo eso), hablándole pestes sobre mí, demeritando mi trabajo y estaba
casi seguro de que fue ella quien inició el chisme de Cecilia y yo. Y obviamente
Salomón se lo creía. Llegaron al extremo de regañarme en frente de Robert,
utilizando frases como: “Es que la estás cagando mucho, se te está pagando
como abogado y no haces un buen análisis, la capacitación fue una pérdida de
tiempo y recursos porque no aprendiste ni mierda, que si por mí fuera yo en este
momento te mandaba a la mierda, me tienes bien decepcionado como una persona de
ética, moral y principios”. Robert únicamente me hacía señas de que no
respondiera, y vaya que lo hizo, porque estaba a punto de descocerme en ese mismo
instante.
Toda
esa frustración me la tuve que tragar. Estaba muy desmoralizado, me levantaba
desmotivado todos los días sabiendo que le debía ver la cara a esa banda de escoria
laboral. Me enfurecía porque yo amaba mi trabajo, me encantaba, y con la
entrada de esa gente, se convirtió en un lugar tóxico e incómodo para trabajar.
La oficina estaba dividida; estaban los del equipo de Salomón, y los otros,
éramos “la resistencia”. Esto nunca debió haber pasado, pero ellos también se
encargaron de fracturar la oficina. Personajes como Paulina o Ben prefirieron fraternizar con ellos. Llegamos a la conclusión de que lo que Salomón
realmente quería era provocar crisis dentro de la oficina, principalmente en la
Sección “C”, en donde a pesar de que tenían más personal que nosotros, había
mucho trabajo atrasado, la producción era muy lenta y eventualmente algún
usuario se quejaría, luego otro, luego otro, hasta que tanta queja acumulada
provocara la salida de Paul.
A
estas instancias, Izma ya estaba graduada y eso hizo que se sintiera
empoderada. Salomón y Calvin la tenían como niña consentida, como niña
malcriada a la cual le cumplían cualquier capricho que tuviera. Era evidente como
a estos hombres se le iban los ojos con cada vestido corto, apretado o muy escotado
con la que ella se presentaba a trabajar (o lo que sea que ella hacía). Se sabía que criticaba a otras mujeres que representaban una "competencia" en cuanto al aspecto físico, denotando sus inseguridades. Todo
este poder tan injustificado que le estaban brindando se vio reflejado en la
contratación de Thelma, su amiga, la cual pasó a integrar la Sección “C”. Era
un secreto a voces de que en cada oficina había una persona que formaba parte
de ese séquito, y que se encargaban de trasladar todo tipo de información a
manera de perjudicar a los trabajadores (principalmente cuando la trasladaban
mal o tergiversada), llegando al punto de incluso tomar fotografías o grabar
conversaciones dentro de la oficina. Parecía que esto se había transformado en
un régimen fascista, en el cual “estás con ellos o estás en contra”, y si no
estabas con ellos, te ejecutaban. Y bueno, desde que absorbí el trabajo de
Helen tuve malos presagios, en el sentido de que iba a estar más expuesto ante
esta gente. Que en cualquier momento la iban a agarrar en contra mía (¡Y vaya
que no me equivoqué!). Pero también he de admitir que ya desde estos momentos
estaba meditando seriamente el hecho de no renovar más mi contrato; mi salud
mental y emocional se estaba viendo afectada, anímicamente estaba por los
suelos sin visos de levantarme en un futuro próximo. Era tanto mi agobio que
dejé de hacer cosas que solía hacer antes de que las cosas cambiaran, por ejemplo,
escribir blogs o hacer ejercicio (subí de peso). Mis energías se vieron mermadas. Era infeliz. Mi vida se resumía en ir a
trabajar, regresar y dormir, y algunos fines de semana salir a emborracharme. A
escondidas de mis jefes comencé a ver oportunidades laborales por otros lados.
Seguían
y seguían metiendo gente a una oficina que ya no daba de sí; apareció Layla,
quien cubriría la baja de Benny, sin embargo, todo esto fue provisional ya que
luego llegaron Patrick y Bob. Así es, contrataron a dos personas para hacer lo
que hacía una sola persona... increíble. Luego Layla pasó a desempeñar otras
funciones, las cuales desconocí hasta el día de mi salida.
La
guinda del pastel llegó en julio, cuando los contratados debíamos renovar (en
un extraño suceso de eventos de temas presupuestarios). Recibí el respectivo
correo electrónico por parte de recursos humanos, el cual incluía las
especificaciones de los documentos a presentar y mencionaba además que el
contrato sería hasta el 31 de agosto. Esto último hizo que levantara una ceja, nos
debían renovar hasta fin de año, no únicamente dos meses, entonces me acerqué
con Cecilia y Thomas a comparar mi correo con el que a ellos les habían
mandado... resultaba que el de ellos, al igual que el de todos los demás
contratados, estaba previsto hasta el 31 de diciembre, a excepción del mío. Por
lo regular recursos humanos suele mandar este tipo de correos en forma de
difusión, es decir, incluyendo a muchísimos correos del Castillo como
receptores de este, pero al revisar el mío, noté que el correo que me habían
mandado era exclusivo para mí... no había ningún otro destinatario.
Inmediatamente expuse esta situación con recursos humanos, preguntando si se
trataba de un error, y ellos me dijeron que efectivamente mi contrato estaba
hasta el 31 de agosto, que esas eran las instrucciones recibidas, y que
cualquier inconformidad me comunicara con mi jefe o el director. En ese preciso
momento lo entendí todo, comprendí que se querían deshacer de mí a toda costa y
que muy probablemente estos eran mis últimos dos meses.
Sin perder tiempo, le comenté esta problemática a mis jefes. Paul me mostró un listado de todos los contratados de la dirección, en el cual se detallaba el nombre completo, salario devengado y duración del contrato. Y, para confirmar, mi nombre era el único que estaba para agosto (además de estar resaltado en color amarillo). Como dato curioso, los nombres de Calvin e Izma estaban borrosos, censurados, no se podían leer sus nombres (pero se sabía que eran ellos pues era los únicos dos contratados que hacían falta en el listado) ni tampoco cuánto ganaban. Comenzamos a cuestionar el por qué de esta decisión, pero Calvin e Izma se restaban responsabilidad indicando que esto seguramente fue un tema propio de recursos humanos, pero que lo iban a resolver (sabíamos que mentían, pues recursos humanos actúan de conformidad con las instrucciones recibidas por las direcciones).
Era
el comienzo del fin de mi estadía en el Castillo, claro que hubo esfuerzos por
retenerme, principalmente por parte de Robert, quien inclusive habló por teléfono
con Salomón. Él intentó que estas personas recapacitaran, ya no desde un punto
de vista personal, sino el daño que provocaría a nivel laboral si yo me iba
(puesto que en ese momento yo estaba sacando muchísimo trabajo). Salomón dijo
que está al tanto de que se había conversado con un Virrey sobre este tema, y
que ni hablando con el propio Rey iba a cambiar de decisión. Que los dados ya
se habían jugado. Alegó también que esta conversación no le correspondía a
Robert, que es a otra persona a quien “le hacen falta huevos” ir a hablar con
él (refiriéndose a mí). No pude evitar reírme, es estúpido pensar que a mí me
hacen falta huevos ir a hablar sobre una situación en la que ellos mismos me
metieron. Al contrario, a ellos siempre les faltó valor para decirme
directamente que me despedirían o que no me renovarían. Y aunque en un muy
improbable multiverso hubiesen decidido renovarme, yo ya estaba convencido en
que no lo haría, ya había soportado muchas faltas de respeto de forma gratuita;
demeritando mi trabajo, levantándome falsos y jugando con la duración de mi
contrato, era suficiente...
Era
una jugada poco inteligente por su parte, ya que anteponían lo personal antes
que lo laboral. Si yo fuese jefe, y tengo un trabajador que me cae mal, pero sé
que hace un excelente trabajo, yo lo mantengo, porque sé que es bueno para el
negocio, que es útil y que me conviene.
Fue
en este momento en que decidí contarles a mis papás, a mi hermano y a mis
amigos lo que estaba sucediendo en mi vida. Soy una persona a la cual no le
gusta andar ventilando mis problemas a diestra y siniestra, prefiriendo
guardarme muchas cosas, pero ya no podía más. Mis papás me aconsejaron que
independientemente de lo que sucediera, yo contaba con su apoyo incondicional.
Que no tenía que estar aguantando tantos abusos por parte de nadie. Que no es
el fin del mundo, que estoy joven y estoy profesionalizado, tarde o temprano se
me abrirá alguna nueva puerta. Y yo, solo quería que llegara el 31 de agosto;
hacía una analogía muy fatalista, como una persona condenada a “x” pena, y cuya
sentencia está programada a ejecutarse en tal fecha... es decir, es deprimente
saber cuál será tu destino, que es inevitable y que solo es cuestión de que
transcurran tantos días para que esto ocurra. Cargar con estos días de espera
fue muy triste y nostálgico para mí, pero necesarios indudablemente, pues no me
podía retirar sin dejar mis documentos y mi escritorio ordenado, con las
directrices que hay que seguir sobre ciertos temas y sin despedirme de mis
compañeros, de las personas que sí me querían. Este tiempo se vio recortado un par
de días ya que sucumbí ante el coronavirus. Tuve tiempo de sobra para meditar, y llegué a la conclusión de que me querían despedir indirectamente por la simple y sencilla razón de que no soy de su agrado. Le di mil vueltas al asunto, y no encontré ningún motivo de peso. ¿El documento por el cual regañaron a Salomón? ¡Por favor! Eso fue en noviembre del año pasado, si realmente hubiese sido tan grave como ellos lo pintan, yo no estaría trabajado en el Castillo hasta casi un año después. ¿El tema de Cecilia? A lo mejor, puede que Salomón sea el típico "todas mías", que piensa que por haber apoyado a una mujer siente que tiene derechos sobre ella o que ella le debe algo, y no pudo soportar el hecho de que yo me llevara tan bien con ella. ¿Entonces qué podría ser? Se escuchaban versiones de todo tipo, pero ninguna tan convincente como para justificar esa decisión, ellos se sentían a gusto con el poder, haciendo y deshaciendo lo que se les pegara en gana, a su gusto y conveniencia. Quizás todo esto es consecuencia de no dar mi brazo a torcer, de no prestarme a lo que ellos querían. De alguna manera me siento culpable, ya que de no haber emitido ese maldito documento, esa gente nunca hubiera entrado al Castillo, y las cosas no estarían tan críticas.
Los
esfuerzos por mantenerme dentro del Castillo siguieron y siguieron, sin resultado positivo. La esperanza se mantuvo hasta el final. Sin embargo, es algo
que agradezco y agradeceré infinitamente. Los rumores se corrieron y muchas personas ya
sabían que me iba (incluso hasta una determinada entidad se enteró de que me iba). Las palabras de aliento y reconocimiento no se hicieron
esperar, inclusive personas de otras oficinas me decían “Es una lástima
puesto que vos sos el eje de la Sección ”P””, entre otros. Robert llegó a decirme que soy
de las personas que deja huella en una institución de trabajo, que incluso él
se pensaría el hecho de continuar como jefe de la Sección “P”, ya que sabía lo
que se le venía encima, y que en cuanto se abriera una ventana, una ligera posibilidad de traerme devuelta, o en cuanto esta gente se fuera, me propondrían regresar sin pensarlo (lo cual yo aceptaría a ciegas). Palabras como las anteriores son las que me gratifican
demasiado. El día en que Anna lloró por mí comprendí que lo que me iba a doler no
era el mero hecho de quedarme desempleado, tampoco me duele todo lo negativo que estas
personas me hicieron, o saber que ya tenía un reemplazo, lo que verdaderamente me va a doler es que dejo de hacer
algo que me encantaba hacer, en un lugar en el que realmente me llegué a sentir
parte de, en el que me brindaron la oportunidad y me gané la confianza y la
jerarquía, y obviamente las amistades reales que dejo.
Unas semanas antes de irme, esta gente comenzó a tener problemas con el sindicato del Castillo, y también comenzaron a meterse con Robert. Izma se había vuelto lo siguiente a insoportable, las “correcciones” que realizaba en nuestros documentos ya iban escritas de una forma más ruda, escribiendo cosas como “todo esto está mal”. En reuniones ella intentaba lucirse con discursos que Calvin le preparaba (él jamás se exponía, siempre la utilizaba), pero que siempre acababan con más de alguna inconsistencia. Recuerdo bien cómo en una reunión con los representantes de una entidad grande ella quiso quedar bien con ellos (llegamos en el momento exacto en que Karen les estaba sirviendo cafecito), sugiriendo que Robert y yo nos disculpáramos con ellos por el retraso existente con ciertos documentos, retraso que no estaba en nuestras manos. Obviamente no lo hicimos. Ella se exculpaba a sí misma, recargando toda la culpa en la Sección "P". A ver, por ejemplo, si fuésemos un bufete jurídico, y un cliente me preguntara por qué su caso se está demorando más de lo debido, yo no vengo y digo: "No sé, a mí no me vea, mi socio es el culpable", porque se supone que somos un equipo, que perseguimos fines en común y que yo también me estaría viendo mal al responder de esa manera tan poco profesional. Pero eso era algo que sus dos neuronas no comprendían; ella pretendía quedar bien posicionada a toda costa. No me cabe duda de toda la basura que se llegó a hablar de mí a mis espaldas, ya no solo ante a Salomón, sino frente a las entidades.
A sabiendas de que ya eran mis últimos días, decidí no aguantar más sus estupideces, y cuando me intentaba modificar el sentido de mis documentos, reimprimía mis documentos sin efectuar ninguna corrección y le adjuntaba en un pedacito de papel, firmado por mí, el criterio utilizado para indicarle mi análisis y el porqué de mi conclusión, de forma fundamentada. Ya estaba harto, y lo que menos quería era verles la cara a esas personas que tanto daño han hecho. Hice eso con varios documentos, y lo gracioso es que ya no me los volvía a rebatir. Ella se podía sentir intocable, pero a mí ya nada me importaba.
Resulta
que a un par de días antes de irme, todos los empleados del Castillo recibimos
un correo electrónico de un personaje misterioso, el cual adjuntaba una carta
dirigida al Rey, mediante la cual se quejaban de Salomón y de sus asesores, pero
principalmente de Izma. No entraré a detalles, solo diré que fue todo un poema
con varias faltas de ortografía en el cual se escupieron puras verdades. La bomba estaba por estallar.
El
último día me despedí de todos mis compañeros de la oficina (momento sumamente triste), así como de
aquellas personas pertenecientes a otras oficinas, con las que siempre hubo
buena comunicación, amistad y afinidad para apoyarnos mutuamente en nuestras
labores a desempeñar. De todos ellos recibí palabras alentadoras, mensajes de
apoyo y me llevo únicamente lo bueno, pues sé que las personas malas caen por
su propio peso. La vida misma se encargará de ponerlos en su lugar... y pues
sucedió que ese mismo día se estaba haciendo viral en todo el Castillo el
despido oficial de Izma. La fiesta se había acabado para ella...
Como dijo Residente: “como ya mismo me voy, me voa’ llevar un par antes de irme”. Pero ya en serio, no sé si estoy mal al sentirme bien porque ella se vaya (al final se trata también de una persona más que se queda sin trabajo), esperanzado en que las cosas cambien para bien en el Castillo, pero creo firmemente en que toda acción tiene su reacción. Siempre me pregunté si las personas malas saben que son malas, o vivirán en su realidad en donde creen que ellos son los buenos de la historia. Me pongo en su lugar, y pienso en que si estoy recibiendo golpes por varios lados es porque algo estaré haciendo mal, “cuando el río suena...”. Pero ella prefirió mantenerse en su actitud poco profesional, chupamedias con las entidades, no reparó en sus actos y al final se fue por la puerta de atrás. La diferencia, es que yo me fui con la gente queriéndome, en cambio a ella nadie la quería, y nadie movió un solo dedo por retenerla, cosa que sí sucedió conmigo, sin embargo, como suele suceder en la vida, el poder residía en las personas equivocadas.
ACTUALIZACIÓN: Salomón ha caído.
