domingo, 4 de septiembre de 2022

MI DESPIDO. #StoryTime

(Nota escrita luego de finalizar el blog): Lo que a continuación presento no es algo a lo que estoy acostumbrado a hacer. Es algo real, una situación con la que tuve que lidiar todo este año, una historia digna para la Rosa de Guadalupe. Y, de hecho, ni siquiera espero que alguien lo lea, es únicamente la mejor forma que encontré para desahogarme, para expresarme (¡Y vaya que funcionó!). El uso de nombres ficticios en personas y lugares es evidente, mi intención no es exponer a nadie. En cuanto a mí, me siento bien, me siendo animado, me siento expectante por lo que la vida me tiene preparado. Cosas buenas se acercan, de eso estoy seguro.

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¡Pfff! ¿Por dónde empiezo? Luego de casi dos meses de haber finalizado mi contrato laboral en mi último centro de trabajo sin que me renovaran el mismo, recibí una llamada por parte de un amigo, El Chino, quien me comentó sobre una oportunidad de trabajo en una entidad a la cual llamaremos “El Castillo”. La jugada era la siguiente: al Chino lo estaban reclutando para trabajar en el Castillo, pero al mismo tiempo le estaban preguntando si conocía a otra persona más, ya que estaban faltos de personal. El Chino y yo ya habíamos tenido un efímero antecedente de haber trabajado juntos, por lo que me gusta la idea de pensar que al conocer cómo trabajaba pensó inmediatamente en mí al cuestionarle si conocía a alguien más. Él me dijo que, si yo estaba interesado, que fuese a dejar mi papelería al Castillo ese mismo día y que me avocara con cierta persona. A lo cual yo, ni lento ni perezoso, en cuestión de una hora me arreglé, imprimí mi hoja de vida para presentarla y me puse en marcha. Por la prisa que llevaba me estacioné en un lugar en el que creo que no se podía estacionar, pero no pasa nada. Llegué al famoso Castillo, en donde pregunté por Robert (quien posteriormente se convertiría en mi jefe inmediato #SpoilerAlert); me indicaron en dónde se ubicaba la oficina respectiva, a lo cual de forma nerviosa y tímida me fui acercando. Ingresé a la oficina, pregunté de nuevo por Robert, a lo que la recepcionista me llevó hacia él. Nos presentamos, y luego él procedió a hacerme una pequeña entrevista teniendo a la vista mi certificación de cursos aprobados de la universidad (cabe destacar que en ese momento yo aún no me graduaba). Fue todo muy breve y escueto, y al cabo de unos quince minutos iba saliendo del Castillo con rumbo devuelta a mi casa. Tenía buenas sensaciones, la “entrevista” resultó muy bien y estaba esperanzado en cosas buenas.

Pasaron tres semanas, hasta que el Chino me dijo que el 20 de noviembre del año 2019 nos debíamos presentar en el Castillo para firmar contrato. Estaba emocionado por este golpe de fortuna tan inesperado, era un nuevo inicio en mi vida laboral y profesional. Se podría decir que yo sería el recomendado de un recomendado, algo totalmente inusual. Nos volvimos a topar con Robert, quien nos mencionó que nos iba a presentar con el equipo de trabajo, sin embargo, su oficina se conformaba a su vez de dos secciones; la sección “C” y la sección “P”. El Chino iría a la sección “C” y yo iría a la sección “P”. Nos iban a separar, lo cual me puso aún más nervioso. Sabía que el Chino ya tenía un tanto de experiencia en donde estaría ubicado, ¿pero yo? Me iban a colocar solo en un mundo enteramente desconocido para mí.   

Luego de la presentación me ubicaron provisionalmente en el escritorio de Robert, pues resultaba que Robert es en realidad el jefe de la Sección “P”, en ese momento estaba cubriendo en funciones a quien verdaderamente es el jefe de la oficina, quien se encontraba gozando de vacaciones. Y, lo normal, el primer día me pusieron a leer la legislación mediante la cual la Sección “P” se sustenta para elaborar todos sus documentos.  Instruyeron a Gaspar para que me capacitara ese primer día, a lo que él se acercó y procedió a indicarme a lo que se dedicaba mi sección y los tipos de documentos que manejaban. Agradezco mucho la iniciativa que tomó, pero lo cierto es que su orientación fue muy pobre y poco comprensible. Quedé peor que al inicio...

El segundo día fue para ubicarme un lugar. Al Chino lo acomodaron en un cubículo que se encontraba libre luego de que la compañera de la Sección “C”, Lindsay, fuese trasladada a otra oficina. En cuanto a mí, me hallaron lugar literalmente en un rinconcito de la oficina, utilizando un escritorio no tan grande, pero funcional para mí. También me armaron una computadora con varias piezas que no se estaban empleando en ese instante, era una computadora Frankenstein. No era lo más agradable estéticamente hablando, pero no me molestaba, mientras más lejos estuviera de todo ese mundo nuevo y raro, mejor para mí. Además de que me encontraba prácticamente escondido. Méritos a quien méritos merece, y Anna, otra compañera de la Sección “C”, fue quien se fajó ayudándome a arreglarme ese pequeño espacio que tendría. Ese mismo día, y de forma coincidente, regresó de su período de vacaciones Helen, quien formaba parte de mi sección.  

Las siguientes semanas fueron para pulirme poco a poco en el quehacer de la sección. Fui conociendo a mis compañeros de trabajo; Gaspar, era un joven mayor que yo por un año, alto, regordete, vulgar, una persona que inspiraba facilidad al momento de platicarle de cualquier cosa, a excepción de temas de trabajo, ya que era medio holgazán y cuyas explicaciones tendían a dejarme más perdido. Eso no pasaba con Helen, de quien aprendí muchísimas cosas; ella me explicaba las cosas de la A a la Z, con lujo de detalle y con recomendaciones incluidas. Eso sí, tenía un carácter un poco fuerte, era impaciente y se estresaba con facilidad, y en algunas ocasiones creo que llegué a fastidiarla con tanta pregunta, pero prefería apoyarme mil veces con ella que con Gaspar (las cosas como son), ya que con ella sí estaba aprendiendo. Ella era una persona muy inteligente y analítica, al punto que los jefes de otras oficinas le consultaban a ella sobre distintos temas, incluso le cargaban temas importantísimos, que escapaban a su competencia, pero ella era tan proactiva que los tomaba sin quejarse. Eventualmente regresó Paul, quien era el jefe de la oficina, por lo que Robert retomó su puesto como jefe de sección. Robert se encargaba de la revisión del trabajo de Gaspar, Helen y mío, fungiendo como un primer filtro. Él era una persona ya grande de edad, muy lógica, muy paciente, muy platicadora. Más que un jefe, era un líder. Para mí fue un mentor, de él aprendí una infinidad de cosas basadas en su experiencia adquirida a través de los años, principalmente cosas demasiado técnicas.

Habían más compañeros:

Carson; quien era todo un 4x4, tenía cargadas muchísimas responsabilidades, las cuales las sacaba de la mejor manera. Era un otaku, una simpática persona, siempre risueño, me agradaba aunque nunca llegué a tener una gran amistad con él. Él no pertenecía a ninguna de las dos secciones, sino que pertenecía a un área independiente, relacionada principalmente con informática y registros.

Elizabeth; parte de la Sección “C”, una señora siempre amable, con quien de repente me ponía a hablar en las horas de almuerzo, y a quien le solía comprar pies de queso o quesadillas cada que podía.

Paulina; jefa de la Sección “C”, una persona que al principio me parecía muy amable y agradable, pero de quien siempre me decían que me cuidara, puesto que “era muy loca”, situación que fui comprendiendo con el pasar de los meses...

Ben; parte de la Sección “C”, era un señor de cuarenta y tantos años de edad, pero con una madurez de un chico de veinte años. Político a morir. Era el drama andando, a veces de buenas y a veces de malas. Por lo regular haciendo chistes (algunos de mal gusto) y otras veces peleándose con medio mundo.

Thania; la recepcionista o secretaria de la oficina, era una compañera muy amable, algo tímida, encargada además del ingreso, egreso y asignación de trabajo a todos.

Y finalmente Paul, el jefe de la oficina. Los primeros meses, e incluso los primeros años, el contacto con él era mínimo, mi relación con él era cordial y muy profesional. Solía mantenerse en reuniones y en temas de relevancia, por lo que no tenía mayor comunicación con él.

Poco a poco le fui tomando gusto a mi trabajo. Al principio me sentía incómodo, pero el ambiente laboral lo es todo, y mi equipo de trabajo era eso: un equipo. No existía toxicidad, roces entre compañeros, ni nada de eso. Caso contrario, el equipo del Chino se mantenía en constantes discusiones por múltiples choques de criterios que terminaban en tensiones entre todos los compañeros. Sin embargo, yo me mantenía callado, lo cual se puede confundir con timidez, pero realmente soy una persona a la que le cuesta soltarse o entrar en confianza con los demás y, en parte, consideraba lo más prudente mantenerme al margen de todo y de todos.

Con el pasar del tiempo fui aprendiendo muchísimas cosas, ganándome un lugar... en cuestión de un par de meses había conseguido la confianza para sacar tanta cantidad de trabajo. Y me gustaba, la verdad. Inclusive le fui limpiando el escritorio a Gaspar, quien tenía una cantidad de trabajo atrasado considerable. Era recurrente que sacaba tan rápido el trabajo que me habían asignado, que me levantaba a pedirles más, pues prefería mantenerme ocupado a dar la impresión de que estaba procrastinando. Los elogios no se tardaron en llegar.

Si hablamos de jerarquías, sin querer queriendo fui desplazando poco a poco a Gaspar, ya que estaba sacando más trabajo que él, y lo que él trabaja contenía muchos errores. Asimismo, su presentación personal fue criticada por uno de los meros jefes del Castillo, motivo por el cual Gaspar fue despedido al poco tiempo de iniciada la pandemia. A ver, la competencia laboral existe, y es sana siempre y cuando no se juegue sucio. Yo jamás actué mal para verme mejor que él, mi trabajo habló por mí, pero él se desmotivó cuando debía ser a la inversa.

Él ocupaba un cubículo, por lo que tras su salida me movieron a un mejor lugar, en tanto que mi antiguo escritorio fue ocupado por Mary, a quien contrataron como respuesta a la rescisión de Gaspar. Sin embargo, Mary apenas estuvo unos dos o tres meses, si no mal recuerdo, ya que al poco tiempo le salió una mejor oportunidad laboral.

Durante este lapso, (específicamente después de que se fuera Gaspar y antes de que llegara Mary) logré graduarme finalmente de la universidad, por lo que también logré obtener una mejora contractual (y salarial, evidentemente). Asimismo, durante este tiempo implementaron la modalidad del teletrabajo a causa de la pandemia.

Luego el famoso rinconcito fue ocupado por Rhonda, una licenciada de actuar extraño, debo admitir. Pese a que nos habíamos con un integrante menos en el equipo, de forma inexplicable asignaron a Rhonda en la Sección “C”.

Aquí debo hacer un paréntesis... e introducir en esta historia a Salomón, quien era el director de varias oficinas. Es decir que, en cuanto a jerarquías, era el jefe de Paul. Sin embargo, Salomón no tragaba a Paul, nunca lo hizo. Siempre existieron roces, el director trataba de meterle zancadilla inútilmente a mi jefe, quien se mantenía en lo suyo. Salomón quería sacar del puesto a Paul, acusándolo con otras personas y de forma extraoficial que era una persona corrupta que cobraba por ciertos procedimientos. Dicha situación siempre fue falsa, ya que, si Salomón hubiese tenido a su alcance medios de prueba irrefutables, Paul estaría tras rejas. Pero se trataba más de un “me caes mal, no te quiero aquí”. Menciono lo anterior ya que se sabía que la contratación de Rhonda era el equivalente a un caballito de Troya por parte de Salomón dentro de la oficina. Ella era una infiltrada, encargada de vigilar y mantener informado a Salomón de cualquier acontecimiento “raro” que se suscitara dentro de la oficina. Fue un experimento fallido, pero que marcó un precedente. A los pocos meses fue trasladada a otra oficina, y posteriormente decidió no renovar contrato tras no sentirse lo suficientemente valorada, comentaba además que el estar trabajando en el Castillo era “un castigo” pues ella solía tener un trabajo mucho mejor, y que estaba harta de que pensaran que ella era una “vieja menopaúsica”.

Los que estábamos por contrato debíamos renovar a cada cierto tiempo, pero estos tiempos eran relativamente cortos... un mes, dos meses, tres meses, el más largo fue de seis meses... (lo que suponía una tarea tediosa, pues había que recopilar muy frecuentemente toda la documentación que solicitan). A todo esto, el Chino comenzó a tener varios problemas con su jefa, Paulina, principalmente en torno a criterios.  Sucedió que en diciembre de 2020 se nos venció uno de tantos contratos, y el primer día del año 2021 el Chino recibió una llamada de Salomón, indicándole que ya no le renovarían contrato por “temas administrativos”. Le comunicaron en un día inhábil, a un par de días de haber contraído matrimonio con su actual esposa, a un par de días de haberse financiado su hogar y su carro. Afortunadamente tenía un negocio del cual vive, pero lo que ganaba en el Castillo era de gran ayuda para sacar adelante sus deudas. Yo estaba muy molesto, no únicamente porque él es mi amigo o porque yo estaba en el Castillo gracias a él, sino porque me parecía una situación muy injusta y que me llenaba de impotencia al no poder hacer nada al respecto. En mi enojo, les dije a los demás contratados que no renováramos “como forma de protesta”, ya que sabía que la oficina sin los contratados se iría al carajo, puesto que a nosotros nos cargan más trabajo que a los propios presupuestados. Evidentemente fueron palabras que dije en caliente, nadie me seguiría, y comprendí que aunque hubiéramos decidido no renovar, ellos simplemente se hubiesen buscado a otras personas, y ya está. En el ámbito laboral, nadie es indispensable, todos somos simples peones reemplazables. Los rendimientos varían, obviamente, pero por lo regular el trabajo no es valorado. Uno puede entrar por la puerta grande e irse por la puerta trasera, sin mayor reconocimiento. Estaba frustrado, me sentía en deuda con el Chino. Finalmente renové...

Luego de un fugaz paso de Ben en la Sección “P”, durante ese año hubo cinco nuevas contrataciones para la oficina en el siguiente orden:

Andrew; quien entró para cubrir la baja de Rhonda en la Sección “C”, y de quien luego nos enteramos de que era sobrino de un integrante del sindicato de trabajadores del Castillo, y que también se llevaba bien con Salomón.

Becky; una chica que en ese entonces apenas tenía diecinueve añitos de edad, y quien ingresó al área de recepción de la oficina, inyectándole más ritmo y dinamismo a la repartición de trabajo. Como consecuencia de esto, Thania fue promovida a la Sección “P” como un nuevo elemento de apoyo ante nuestra falta de personal.

Jessie; una licenciada que destacaba por tener unos ojos hermosos y una personalidad muy agradable. Sabíamos que había ingresado gracias a un subdirector, pero siempre se mantuvo al margen de cualquier tema. Se le asignó en la Sección “C”, y al poco tiempo comenzó a tener problemas con su jefa Paulina.

Cecilia; quien conformaría parte de la Sección “P”. Una chica que también tenía unos ojos preciosos y un corazón muy noble. Ella tampoco se prestó a ninguna malicia por parte de Salomón, pues se podría decir que él fue el conducto para que ella ingresara.

Y finalmente Thomas; quien también llegó como miembro de la Sección “C”. Un joven platicador, pero que para este entonces (y tomando en consideración lo sucedido con Rhonda) desplegaba mucha desconfianza. En especial cuando se le preguntó que cómo fue que entró al Castillo, y él respondió que un día simplemente fue a dejar papelería, y luego lo llamaron.

A ver, creo que es de general conocimiento que muchas personas entran como recomendadas en varios establecimientos laborales. Y no considero que esté del todo mal siempre y cuando la persona recomendada sea alguien honesto, diligente, profesional, humilde, de buenos valores, no conflictiva y que llene el perfil para el cual fue contratado, pues al final, si esa persona no da la talla, quien resulta peor posicionado es la persona que lo recomendó.

Yo, seguía abriéndome espacio y ganándome el respeto de varias personas fuera de la oficina. Sacaba muchísimo trabajo de la sección, me comencé a ganar la confianza para asistir a reuniones de distintos temas, a capacitaciones, a trabajar temas complejos, algunos jefes de otras oficinas se avocaban conmigo, me tocó capacitar a Mary, Ben, Thania y Cecilia. Para este punto, ya la oficina estaba sobrepoblada, por lo que tocó que improvisar algunos escritorios, sacando espacio de donde ya no había, quedando todos muy apretados, pero era funcional al final del día.

Comencé una bonita relación de amistad con Cecilia, a quien sentaron a la par mía, y con quien podía hablar de cualquier tema. Nos tomamos confianza rápidamente, e incluso le tomé cariño. Ella fue una gran adición al equipo de la Sección “P”, puesto que puso al día ciertos temas. Realmente teníamos un gran equipo...

Quizás mi gran “pecado” sucedió en noviembre de 2021, cuando emití un documento dirigido a cierta entidad, cuya redacción no era la mejor, lo reconozco. Había cuestiones eminentemente técnicas que no dimensionaba ya que el panorama en oficina es totalmente diferente al panorama en el campo. Y sí, no tengo justificación, yo elaboré ese proyecto, sin embargo, es algo que venía con un respaldo técnico, y que previo a ser notificado pasó por cuatro filtros de revisión y nunca nadie me dijo nada relacionado con replantear el requerimiento. Y a partir de esa notificación, todo se comenzó a retorcer horriblemente...

La entidad en cuestión únicamente debía contestar diciendo los motivos por los cuales no se podía dar cumplimiento al requerimiento, era tan sencillo, pero no... Se fueron a quejar (lloriquear) a instancias superiores al Castillo. Y ocurrió una cadena de regaños; las instancias mayores regañaron al Rey del Castillo, el Rey regañó a Salomón y Salomón regañó a Paul, quien lejos de regañarme, me aconsejó qué hacer en una futura ocasión. Consciente de mi fallo, no bajé la cabeza, únicamente aprendí de mi error y a tirar hacia adelante, como debe de ser.

Salomón no quería arriesgarse más, así que, como medida desesperada, entre finales de ese año e inicios del siguiente, contrató a tres personas bajo el cargo de asesores. El primero era Calvin, una persona que se jactaba de ser político al cien por ciento, quien se sabía por debajo de la mesa que era allegado del Rey, y cuya única virtud demostrada era su labia al desenvolverse en público, aun teniendo un nulo conocimiento de la materia. Luego estaba Karen, una mujer de risa irritable, amiga de Calvin, y de quien a la fecha sigo sin entender el motivo de su contratación, ya que no vi ningún aporte hacia la dirección. Y finalmente Izma, una señorita recomendada por el mismísimo Carson debido a su amistad previa, que llegó como un pan de Dios, pero que luego hizo resaltar sus verdaderos colores de altanería, prepotencia y poca humildad. Juntos serían los tres jinetes de la hipocresía. Chupamedias de primera. Si la vida dependiera de ser políticos todo el tiempo, ellos serían multimillonarios y yo moriría de hambre.

Casi lo olvido, Salomón tenía dos subdirectores; Francis, encargado de verificar todo lo relacionado con la Sección “P”, y Ulises, quien hacía lo propio con la Sección “C”. Cuando explotó el tema de mi documento notificado, Salomón prácticamente relegó al olvido a Francis, ya que él también era un filtro.

La película comienza a degenerarse cuando decidieron que Izma tendría como labor el revisar todos los documentos que Robert, Thania, Helen, Cecilia y yo emitiéramos. Realmente no era una mala idea si su aplicación hubiese sido eficiente, ya que todo lo que venga a sumar es bienvenido, pero fue todo lo contrario. De veinte documentos que sacaba, once me regresaban con “correcciones”, y en su mayoría eran cuestiones de forma, tipo: “no es sin embargo sino no obstante”, “no es por sino para”, “aquí va una coma”. Entendía que de alguna manera ella debía justificar su trabajo, pero lo que ella consideraba como mal redactado, no necesariamente lo estaba. Era su percepción. Llevaba casi tres años en el Castillo y nunca jamás una entidad se quejó de que algún documento notificado no fuese ambiguo o confuso... Había ocasiones en que incluso quería modificar la sustancia de mis documentos, ¡Pfff! En estos casos intentaba le colocaba un alto, reescribiendo el mismo requerimiento con otra redacción para despistarla (y funcionaba), ya que me parecía inconcebible que una niñata sin experiencia viniera a corregir mi trabajo. Esta chica en menos de un mes creía que ya sabía más que todos nosotros, ni siquiera yo que ya llevaba un buen rato en el Castillo me consideraba sabiondo ya que todos los días se aprende algo nuevo, pero más de algo aprendí. Y es que lo que se aprende en el Castillo no se aprende en ninguna universidad. Por otro lado, no me cuadraba el hecho de que la hayan contratado como asesora cuando ni siquiera estaba graduada... al menos para mí, el puesto de asesor se consigue teniendo un soporte académico y profesional que lo respaldara.

Le tomamos tirria casi al instante. La producción de nuestro trabajo comenzó a ralentizarse cada que esta chica nos regresaba nuestros documentos rayados con “correcciones” (ellos decían que no eran correcciones, sino mejoras). Juro que ni mi revisor de tesis me marcaba tanta tontería. Pero pese a todo esto, fuimos muy pacientes y tolerantes, sabíamos que si adoptábamos una actitud a la defensiva también podíamos afectar a Paul, que es lo que menos queríamos. Así que nos aguantamos.

En marzo de este año, me incluyeron para participar en una capacitación en otro departamento, auspiciado por la misma entidad a la cual le emití el infame documento. La misma trataría sobre aprender del quehacer de la empresa en el campo. Se suponía que debía estar emocionado, pero era todo lo contrario, me incomodaba el hecho de que mis únicos acompañantes eran Salomón y Calvin y que debía compartir con ellos durante tres días (los cuales se me hicieron infinitos). Pero bueno, tampoco era como que me estuvieran preguntando, no era algo optativo. Mis jefes, inclusive Francis, me aconsejaban que no hablara más de lo debido, que me limitara a hablar de lo laboral y ya está. Era algo que desde antes lo tenía previsto, pero cuando el propio subdirector te lo sugería, es que la cosa realmente estaba mal. Llegado el día, la entidad cubrió todo; los boletos de avión, el hotel, la comida, el transporte del hotel al campo, y fue en este espacio de tiempo en que Salomón no desperdició el tiempo en hacerme preguntas extrañas. Y bueno, la capacitación per sé estuvo muy bien, muy interesante y aprendí cosas que dentro de la oficina me hubiese costado un mundo aprender. Pero también noté cosas raras, como que la abogada de la entidad no desaprovechaba la oportunidad para realizar a cada poco el comentario: “Yo voy a ser feliz el día en que ustedes dejen sin efecto ese famoso documento”, a lo que Salomón rápidamente me miraba y me decía cosas como: “Vamos a mejorar, ¿verdad?”, o entre risas me decía “¿Ya viste? Ya no la cagues”. Debo admitir que yo no entendía por qué me habían incluido a mí en esta capacitación, es decir, no entiendo por qué priorizar a un simple contratado, como lo soy yo, por encima de alguien fijo, presupuestado. Pero con los comentarios anteriores lo comprendí todo; me habían llevado por dos motivos. Su fin nunca fue “capacitarme”, el primer motivo era que estos dos (Salomón y Calvin) era echarme enteramente la culpa de ese documento frente a los representantes de esta entidad, y desprenderse ellos de toda responsabilidad. El segundo motivo lo comprendí al anochecer, ya estando en el hotel, disfrutando de un par de cervezas, cuando estos dos personajes comenzaron a (intentar) meterme cabeza de muchísimas cosas; hablaron mal de medio mundo, casi nadie se salvó... hacían comentarios homofóbicos, despectivos, insultantes hacia jefes de otras oficinas, machistas al referirse a las mujeres y políticos en cuanto a tener preferencias o favoritismos con ciertas entidades. El ambiente estaba muy turbio, yo no me posicioné de ningún lado. Prefería mantenerme en silencio, salvaguardando mi trabajo (ya que estando bajo contrato, no cuento con estabilidad laboral) y muriéndome de impotencia por dentro. Robert me mensajeó justo cuando estaban hablando mal de él, como siempre dándome alientos y apoyo... fue en ese momento que me quebré y fui al baño a llorar del coraje, coraje porque sentía que estaba defraudando a Robert al no poder defenderlo. Asimilé la situación como que ellos estaban tendiéndome la mano para “unirme al lado oscuro”, cosa que nunca pasó. Finalmente, la tortura terminó...

La primera hazaña propia de Izma fue meterle zancadilla a Carson... así es, a la misma persona que le consiguió trabajo en el Castillo, no importándole que fuese su “amigo”. Lo cierto es que desconozco las interioridades que hubieron dentro de este tema, solo sé que ella se alió definitivamente con Salomón, dejando en mal a Carson con cierto tema (levantándole falsos, como que cobraba por realizar tal gestión... ¿y las pruebas?). Carson fue despedido a inicios de este año, debilitando gravemente a la oficina, ya que él tenía a su cargo muchísimas responsabilidades. Para este entonces habían contratado también a Benny, un informático, quien se suponía iba a apoyar a Carson, pero tras todo el revoltijo acaecido finalmente iba a ser el heredero de las funciones de Carson. Esto lo tomó por sorpresa ya que apenas estaba aprendiendo, le cayó como un balde de agua fría, y entre los nervios y lo mucho que debía aprender en tan poco tiempo, comenzó a cometer algunos errores y a estresarse a tal nivel que al poco tiempo solicitó su liberación del Castillo.  

La Sección “P” se debilitó cuando Helen se movió a otra oficina. Estábamos felices por ella, pero sabíamos lo que implicaba. Así que mis jefes decidieron que yo absorbiera todas las responsabilidades que ella dejaba (las cuales eran muchas), lo cual tampoco me molestó. Vuelvo y repito lo mucho que me gustaba estar ocupado y que me tomaran en cuenta. A este punto mis jefes ya me consideraban pieza clave en la sección.      

Posteriormente comenzaron a inventarse de que yo tenía una relación con Cecilia, quien es una mujer casada. Como no me podían entrar por lo laboral, pretendían entrarme por lo personal, y bajo mentiras. Paul me preguntó si esta situación era verdadera, a lo cual yo lo negué. Esta gente no comprendía lo delicado y lo poco profesional que es este tema, era una total falta de respeto colocar en entredicho mi nombre y mi reputación, pero principalmente la de Cecilia. Y aunque fuese algo cierto, ¿qué tiene que ver con el trabajo? Si tanto ella como yo cumplíamos con nuestras funciones y horarios, el problema personal hubiese sido mío y solo mío. Estaba muy molesto. La intención de ellos era separarnos, no nos querían ver juntos en el Castillo, llegando al punto de amedrentar diciendo de que Cecilia debía cambiarse de sección y de lugar físico, ya que de lo contrario uno de los dos iba a ser despedido. La excusa fue decir que la oficina debía “oxigenarse”, entonces cambiaron a Cecilia a la Sección “C”, y moviéndola de escritorio, colocando a Thomas a mi lado. Aunque hayan hecho ese movimiento, Cecilia y yo no nos dejamos de hablar, ellos no pueden decidir con quien puedo o no relacionarme. La salida de Cecilia volvió a debilitar todavía más a la Sección “P”, por lo que, como “compensación”, hicieron que Karen pasara a formar parte de nuestro equipo. El enemigo estaba en casa (Spoiler: Hasta el día de mi salida, el aporte de Karen dentro de la sección fue muy pobre, por no decir inexistente).

Coincidentemente desde que estas personas entraron en enero, era recurrente que Salomón me llamara para llamarme la atención, que debía mejorar mi redacción, que debía analizar mejor, que esto, que lo otro, y siempre lo decía mientras Izma se encontraba a su lado. Sabía que ella le había comido la cabeza al director (quién sabe si solo eso), hablándole pestes sobre mí, demeritando mi trabajo y estaba casi seguro de que fue ella quien inició el chisme de Cecilia y yo. Y obviamente Salomón se lo creía. Llegaron al extremo de regañarme en frente de Robert, utilizando frases como: “Es que la estás cagando mucho, se te está pagando como abogado y no haces un buen análisis, la capacitación fue una pérdida de tiempo y recursos porque no aprendiste ni mierda, que si por mí fuera yo en este momento te mandaba a la mierda, me tienes bien decepcionado como una persona de ética, moral y principios”. Robert únicamente me hacía señas de que no respondiera, y vaya que lo hizo, porque estaba a punto de descocerme en ese mismo instante. 

Toda esa frustración me la tuve que tragar. Estaba muy desmoralizado, me levantaba desmotivado todos los días sabiendo que le debía ver la cara a esa banda de escoria laboral. Me enfurecía porque yo amaba mi trabajo, me encantaba, y con la entrada de esa gente, se convirtió en un lugar tóxico e incómodo para trabajar. La oficina estaba dividida; estaban los del equipo de Salomón, y los otros, éramos “la resistencia”. Esto nunca debió haber pasado, pero ellos también se encargaron de fracturar la oficina. Personajes como Paulina o Ben prefirieron fraternizar con ellos. Llegamos a la conclusión de que lo que Salomón realmente quería era provocar crisis dentro de la oficina, principalmente en la Sección “C”, en donde a pesar de que tenían más personal que nosotros, había mucho trabajo atrasado, la producción era muy lenta y eventualmente algún usuario se quejaría, luego otro, luego otro, hasta que tanta queja acumulada provocara la salida de Paul.

A estas instancias, Izma ya estaba graduada y eso hizo que se sintiera empoderada. Salomón y Calvin la tenían como niña consentida, como niña malcriada a la cual le cumplían cualquier capricho que tuviera. Era evidente como a estos hombres se le iban los ojos con cada vestido corto, apretado o muy escotado con la que ella se presentaba a trabajar (o lo que sea que ella hacía). Se sabía que criticaba a otras mujeres que representaban una "competencia" en cuanto al aspecto físico, denotando sus inseguridades. Todo este poder tan injustificado que le estaban brindando se vio reflejado en la contratación de Thelma, su amiga, la cual pasó a integrar la Sección “C”. Era un secreto a voces de que en cada oficina había una persona que formaba parte de ese séquito, y que se encargaban de trasladar todo tipo de información a manera de perjudicar a los trabajadores (principalmente cuando la trasladaban mal o tergiversada), llegando al punto de incluso tomar fotografías o grabar conversaciones dentro de la oficina. Parecía que esto se había transformado en un régimen fascista, en el cual “estás con ellos o estás en contra”, y si no estabas con ellos, te ejecutaban. Y bueno, desde que absorbí el trabajo de Helen tuve malos presagios, en el sentido de que iba a estar más expuesto ante esta gente. Que en cualquier momento la iban a agarrar en contra mía (¡Y vaya que no me equivoqué!). Pero también he de admitir que ya desde estos momentos estaba meditando seriamente el hecho de no renovar más mi contrato; mi salud mental y emocional se estaba viendo afectada, anímicamente estaba por los suelos sin visos de levantarme en un futuro próximo. Era tanto mi agobio que dejé de hacer cosas que solía hacer antes de que las cosas cambiaran, por ejemplo, escribir blogs o hacer ejercicio (subí de peso). Mis energías se vieron mermadas. Era infeliz. Mi vida se resumía en ir a trabajar, regresar y dormir, y algunos fines de semana salir a emborracharme. A escondidas de mis jefes comencé a ver oportunidades laborales por otros lados.    

Seguían y seguían metiendo gente a una oficina que ya no daba de sí; apareció Layla, quien cubriría la baja de Benny, sin embargo, todo esto fue provisional ya que luego llegaron Patrick y Bob. Así es, contrataron a dos personas para hacer lo que hacía una sola persona... increíble. Luego Layla pasó a desempeñar otras funciones, las cuales desconocí hasta el día de mi salida.

La guinda del pastel llegó en julio, cuando los contratados debíamos renovar (en un extraño suceso de eventos de temas presupuestarios). Recibí el respectivo correo electrónico por parte de recursos humanos, el cual incluía las especificaciones de los documentos a presentar y mencionaba además que el contrato sería hasta el 31 de agosto. Esto último hizo que levantara una ceja, nos debían renovar hasta fin de año, no únicamente dos meses, entonces me acerqué con Cecilia y Thomas a comparar mi correo con el que a ellos les habían mandado... resultaba que el de ellos, al igual que el de todos los demás contratados, estaba previsto hasta el 31 de diciembre, a excepción del mío. Por lo regular recursos humanos suele mandar este tipo de correos en forma de difusión, es decir, incluyendo a muchísimos correos del Castillo como receptores de este, pero al revisar el mío, noté que el correo que me habían mandado era exclusivo para mí... no había ningún otro destinatario. Inmediatamente expuse esta situación con recursos humanos, preguntando si se trataba de un error, y ellos me dijeron que efectivamente mi contrato estaba hasta el 31 de agosto, que esas eran las instrucciones recibidas, y que cualquier inconformidad me comunicara con mi jefe o el director. En ese preciso momento lo entendí todo, comprendí que se querían deshacer de mí a toda costa y que muy probablemente estos eran mis últimos dos meses.

Sin perder tiempo, le comenté esta problemática a mis jefes. Paul me mostró un listado de todos los contratados de la dirección, en el cual se detallaba el nombre completo, salario devengado y duración del contrato. Y, para confirmar, mi nombre era el único que estaba para agosto (además de estar resaltado en color amarillo). Como dato curioso, los nombres de Calvin e Izma estaban borrosos, censurados, no se podían leer sus nombres (pero se sabía que eran ellos pues era los únicos dos contratados que hacían falta en el listado) ni tampoco cuánto ganaban. Comenzamos a cuestionar el por qué de esta decisión, pero Calvin e Izma se restaban responsabilidad indicando que esto seguramente fue un tema propio de recursos humanos, pero que lo iban a resolver (sabíamos que mentían, pues recursos humanos actúan de conformidad con las instrucciones recibidas por las direcciones).

Era el comienzo del fin de mi estadía en el Castillo, claro que hubo esfuerzos por retenerme, principalmente por parte de Robert, quien inclusive habló por teléfono con Salomón. Él intentó que estas personas recapacitaran, ya no desde un punto de vista personal, sino el daño que provocaría a nivel laboral si yo me iba (puesto que en ese momento yo estaba sacando muchísimo trabajo). Salomón dijo que está al tanto de que se había conversado con un Virrey sobre este tema, y que ni hablando con el propio Rey iba a cambiar de decisión. Que los dados ya se habían jugado. Alegó también que esta conversación no le correspondía a Robert, que es a otra persona a quien “le hacen falta huevos” ir a hablar con él (refiriéndose a mí). No pude evitar reírme, es estúpido pensar que a mí me hacen falta huevos ir a hablar sobre una situación en la que ellos mismos me metieron. Al contrario, a ellos siempre les faltó valor para decirme directamente que me despedirían o que no me renovarían. Y aunque en un muy improbable multiverso hubiesen decidido renovarme, yo ya estaba convencido en que no lo haría, ya había soportado muchas faltas de respeto de forma gratuita; demeritando mi trabajo, levantándome falsos y jugando con la duración de mi contrato, era suficiente...

Era una jugada poco inteligente por su parte, ya que anteponían lo personal antes que lo laboral. Si yo fuese jefe, y tengo un trabajador que me cae mal, pero sé que hace un excelente trabajo, yo lo mantengo, porque sé que es bueno para el negocio, que es útil y que me conviene.

Fue en este momento en que decidí contarles a mis papás, a mi hermano y a mis amigos lo que estaba sucediendo en mi vida. Soy una persona a la cual no le gusta andar ventilando mis problemas a diestra y siniestra, prefiriendo guardarme muchas cosas, pero ya no podía más. Mis papás me aconsejaron que independientemente de lo que sucediera, yo contaba con su apoyo incondicional. Que no tenía que estar aguantando tantos abusos por parte de nadie. Que no es el fin del mundo, que estoy joven y estoy profesionalizado, tarde o temprano se me abrirá alguna nueva puerta. Y yo, solo quería que llegara el 31 de agosto; hacía una analogía muy fatalista, como una persona condenada a “x” pena, y cuya sentencia está programada a ejecutarse en tal fecha... es decir, es deprimente saber cuál será tu destino, que es inevitable y que solo es cuestión de que transcurran tantos días para que esto ocurra. Cargar con estos días de espera fue muy triste y nostálgico para mí, pero necesarios indudablemente, pues no me podía retirar sin dejar mis documentos y mi escritorio ordenado, con las directrices que hay que seguir sobre ciertos temas y sin despedirme de mis compañeros, de las personas que sí me querían. Este tiempo se vio recortado un par de días ya que sucumbí ante el coronavirus. Tuve tiempo de sobra para meditar, y llegué a la conclusión de que me querían despedir indirectamente por la simple y sencilla razón de que no soy de su agrado. Le di mil vueltas al asunto, y no encontré ningún motivo de peso. ¿El documento por el cual regañaron a Salomón? ¡Por favor! Eso fue en noviembre del año pasado, si realmente hubiese sido tan grave como ellos lo pintan, yo no estaría trabajado en el Castillo hasta casi un año después. ¿El tema de Cecilia? A lo mejor, puede que Salomón sea el típico "todas mías", que piensa que por haber apoyado a una mujer siente que tiene derechos sobre ella o que ella le debe algo, y no pudo soportar el hecho de que yo me llevara tan bien con ella. ¿Entonces qué podría ser? Se escuchaban versiones de todo tipo, pero ninguna tan convincente como para justificar esa decisión, ellos se sentían a gusto con el poder, haciendo y deshaciendo lo que se les pegara en gana, a su gusto y conveniencia. Quizás todo esto es consecuencia de no dar mi brazo a torcer, de no prestarme a lo que ellos querían. De alguna manera me siento culpable, ya que de no haber emitido ese maldito documento, esa gente nunca hubiera entrado al Castillo, y las cosas no estarían tan críticas. 

Los esfuerzos por mantenerme dentro del Castillo siguieron y siguieron, sin resultado positivo. La esperanza se mantuvo hasta el final. Sin embargo, es algo que agradezco y agradeceré infinitamente. Los rumores se corrieron y muchas personas ya sabían que me iba (incluso hasta una determinada entidad se enteró de que me iba). Las palabras de aliento y reconocimiento no se hicieron esperar, inclusive personas de otras oficinas me decían “Es una lástima puesto que vos sos el eje de la Sección ”P””, entre otros. Robert llegó a decirme que soy de las personas que deja huella en una institución de trabajo, que incluso él se pensaría el hecho de continuar como jefe de la Sección “P”, ya que sabía lo que se le venía encima, y que en cuanto se abriera una ventana, una ligera posibilidad de traerme devuelta, o en cuanto esta gente se fuera, me propondrían regresar sin pensarlo (lo cual yo aceptaría a ciegas). Palabras como las anteriores son las que me gratifican demasiado. El día en que Anna lloró por mí comprendí que lo que me iba a doler no era el mero hecho de quedarme desempleado, tampoco me duele todo lo negativo que estas personas me hicieron, o saber que ya tenía un reemplazo, lo que verdaderamente me va a doler es que dejo de hacer algo que me encantaba hacer, en un lugar en el que realmente me llegué a sentir parte de, en el que me brindaron la oportunidad y me gané la confianza y la jerarquía, y obviamente las amistades reales que dejo.

Unas semanas antes de irme, esta gente comenzó a tener problemas con el sindicato del Castillo, y también comenzaron a meterse con Robert. Izma se había vuelto lo siguiente a insoportable, las “correcciones” que realizaba en nuestros documentos ya iban escritas de una forma más ruda, escribiendo cosas como “todo esto está mal”. En reuniones ella intentaba lucirse con discursos que Calvin le preparaba (él jamás se exponía, siempre la utilizaba), pero que siempre acababan con más de alguna inconsistencia. Recuerdo bien cómo en una reunión con los representantes de una entidad grande ella quiso quedar bien con ellos (llegamos en el momento exacto en que Karen les estaba sirviendo cafecito), sugiriendo que Robert y yo nos disculpáramos con ellos por el retraso existente con ciertos documentos, retraso que no estaba en nuestras manos. Obviamente no lo hicimos. Ella se exculpaba a sí misma, recargando toda la culpa en la Sección "P". A ver, por ejemplo, si fuésemos un bufete jurídico, y un cliente me preguntara por qué su caso se está demorando más de lo debido, yo no vengo y digo: "No sé, a mí no me vea, mi socio es el culpable", porque se supone que somos un equipo, que perseguimos fines en común y que yo también me estaría viendo mal al responder de esa manera tan poco profesional. Pero eso era algo que sus dos neuronas no comprendían; ella pretendía quedar bien posicionada a toda costa. No me cabe duda de toda la basura que se llegó a hablar de mí a mis espaldas, ya no solo ante a Salomón, sino frente a las entidades.  

A sabiendas de que ya eran mis últimos días, decidí no aguantar más sus estupideces, y cuando me intentaba modificar el sentido de mis documentos, reimprimía mis documentos sin efectuar ninguna corrección y le adjuntaba en un pedacito de papel, firmado por mí, el criterio utilizado para indicarle mi análisis y el porqué de mi conclusión, de forma fundamentada. Ya estaba harto, y lo que menos quería era verles la cara a esas personas que tanto daño han hecho. Hice eso con varios documentos, y lo gracioso es que ya no me los volvía a rebatir. Ella se podía sentir intocable, pero a mí ya nada me importaba. 

Resulta que a un par de días antes de irme, todos los empleados del Castillo recibimos un correo electrónico de un personaje misterioso, el cual adjuntaba una carta dirigida al Rey, mediante la cual se quejaban de Salomón y de sus asesores, pero principalmente de Izma. No entraré a detalles, solo diré que fue todo un poema con varias faltas de ortografía en el cual se escupieron puras verdades. La bomba estaba por estallar.

El último día me despedí de todos mis compañeros de la oficina (momento sumamente triste), así como de aquellas personas pertenecientes a otras oficinas, con las que siempre hubo buena comunicación, amistad y afinidad para apoyarnos mutuamente en nuestras labores a desempeñar. De todos ellos recibí palabras alentadoras, mensajes de apoyo y me llevo únicamente lo bueno, pues sé que las personas malas caen por su propio peso. La vida misma se encargará de ponerlos en su lugar... y pues sucedió que ese mismo día se estaba haciendo viral en todo el Castillo el despido oficial de Izma. La fiesta se había acabado para ella...

Como dijo Residente: “como ya mismo me voy, me voa’ llevar un par antes de irme”. Pero ya en serio, no sé si estoy mal al sentirme bien porque ella se vaya (al final se trata también de una persona más que se queda sin trabajo), esperanzado en que las cosas cambien para bien en el Castillo, pero creo firmemente en que toda acción tiene su reacción. Siempre me pregunté si las personas malas saben que son malas, o vivirán en su realidad en donde creen que ellos son los buenos de la historia. Me pongo en su lugar, y pienso en que si estoy recibiendo golpes por varios lados es porque algo estaré haciendo mal, “cuando el río suena...”. Pero ella prefirió mantenerse en su actitud poco profesional, chupamedias con las entidades, no reparó en sus actos y al final se fue por la puerta de atrás. La diferencia, es que yo me fui con la gente queriéndome, en cambio a ella nadie la quería, y nadie movió un solo dedo por retenerla, cosa que sí sucedió conmigo, sin embargo, como suele suceder en la vida, el poder residía en las personas equivocadas.   


ACTUALIZACIÓN: Salomón ha caído. 




viernes, 5 de noviembre de 2021

¿ERES CONSCIENTE?


Y aquí estoy, solo en mi habitación… con la luz prendida, con música suave de fondo, pero aun así escuchando al perro ladrar a lo lejos y al montón de autos bocinar en el desesperante tránsito que caracteriza las horas pico de esta ciudad. Con la página en blanco, dispuesto a escribir mil libros, pero… con la página en blanco después de todo. Y es que tan consciente estoy del potencial que puedo llegar a explotar si tan solo me dedicara a esto a tiempo completo, pero no es así. Tan consciente estoy de que no puedo forzar mis ideas si simplemente no encuentro la inspiración suficiente que me impulse a dar el primer paso; porque quiero que todo lo que escriba refleje el esmero y las ganas que le he dedicado. “Primero me tiene que gustar a mí, para siquiera pensar en que le puede llegar a gustar a alguien más.” es mi forma de pensar. Y esa es mi “excusa” de siempre. Y sí, entre comillas, porque es una realidad el hecho de que muchas veces no encuentro el tiempo o las ganas para sentarme a escribir como a mí me gusta, pero… reconozco que tampoco me esfuerzo por hacerlo. Y ese singular pensamiento me llevó a reflexionar sobre muchos otros, entrando así en un bucle sin sentido.

 

Y todo se reduce a una palabra que mencioné anteriormente: “Consciencia”. Y no hablaré generalidades, no puedo caer en ese terrible pecado, pero sí de la mayoría de los casos que he observado a lo largo de mi vida, incluyéndome.

 

De antemano sabemos trazar la distinción entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo incorrecto. Pero ¿de qué nos sirve estar conscientes de ello realmente?

 

Dime la verdad...

Somos conscientes de que tenemos que hacer ejercicio o practicar algún deporte para conservar una buena condición física y en resguardo de la salud. O leer, para mantener siempre activa nuestra mente, para nutrirnos con nuevos conocimientos. Pero preferimos dormir, procrastinar, ver televisión, jugar videojuegos, estar metido por horas en las redes sociales. Y, ojo, que no digo que todo lo anterior sea precisamente malo, pero ¿por qué encontramos motivación para hacer cosas que nos dejan poco provecho por encima de las que sí nos proveen de buenas ganancias?

 

Lo mismo pasa con el estudio; estamos conscientes de que si desde el primer día le echáramos las mismas ganas que le echamos a falta de unos pocos días previo a las evaluaciones, nuestros resultados serían otros. Somos tan conscientes de ello, pero adoptamos una actitud de conformismo, tan acostumbrados a dejarlo todo a última hora, para luego arrepentirnos de no haberlo hecho antes.

 

Estamos tan conscientes de que deberíamos llevar una mejor alimentación, de no ingerir tanta basura procesada, tanta azúcar, tanta sal, de beber más agua pura, pero… aun a sabiendas de esto, preferimos la comida chatarra, las sodas, etc. Si tan solo lleváramos una buena dieta y tuviéramos un autocontrol sobre lo que hacemos y dejamos de hacer.

 

Sabemos que el alcohol, el tabaco, las drogas, únicamente crean vicios y dependencias de las cuales cuesta un mundo salir. Estamos conscientes de ello, sí. Pero, a la mínima que nos invitan a hacerlo, ya sea por las influencias que nos rodean o simplemente “por quedar bien”, lo aceptamos, y sin darnos cuenta, hemos hecho lo que sabemos que no está bien.

 

No en todos los casos es así, pero a veces estamos conscientes de que estamos hiriendo a una persona, voluntaria o involuntariamente, o de que tal acción o tales palabras pueden llegar a herirla, pero no movemos ningún dedo por remediarlo. A veces disfrazamos el ser muy sincero, con ser falto de empatía. Y una vez hecha la maldad, estamos conscientes de todo el daño provocado y que nos corresponde a nosotros disculparnos, pero preferimos buscar cuanta palabra se nos cruce por la mente con tal de restarnos culpabilidad.

 

Estamos conscientes de que podemos dejar de lado ciertos hábitos, ciertas actitudes para mejorar nuestra calidad como persona, a nivel personal y ante los demás. Somos conscientes de que nuestras vidas mejorarían exponencialmente si nos alejáramos de ciertas personas, de ciertos ambientes. A veces, incluso, sabemos y estamos consciente de lo que necesitamos específicamente, pero sencillamente nos rehusamos a buscarlo y a cambiar de un estilo de vida al que estamos tan arraigados desde hace años. Tememos salir de nuestra zona de confort. Nos justificamos constantemente diciendo o pensando “es que así soy yo”, cuando podemos llegar a ser más que eso.

 

Aconsejamos a diestra y siniestra a los demás, arrogándonos el título de psicólogos, de profesionales en algo, estando conscientes de que no ponemos en práctica todos los consejos que damos. En ciertas ocasiones, estamos muy conscientes de necesitar ayuda, pero por orgullo o por miedo a ser juzgado por los demás, preferimos actuar por cuenta propia. O, por el contrario, a veces somos conscientes de que podemos ayudar a los demás, pero por absurdeces decidimos no extender la mano a quien lo necesita.

 

Hablando de parejas, sabemos y estamos conscientes de quiénes somos, de lo que podemos aportar en una relación y lo que merecemos, nada inferior a ello. Tenemos claro lo que es negociable y lo que no, lo que se debe hacer y lo que no, lo que se debe aceptar y lo que no. Es que lo sabemos, somos completamente conscientes de ello, no podemos alegar ignorancia, “en guerra avisada, no muere soldado”, pero increíblemente nos traicionamos a nosotros mismos cuando aceptamos en nuestra vida a alguien que no cumple con nuestros estándares, que es todo lo contrario a lo que buscamos, que incluso desde mucho antes sabemos que no nos hará nada bien. Muchas veces nos aferramos a quien queremos, y no a quien necesitamos. Bajo las gafas del amor, se nubla la claridad y se dejan pasar por alto cosas que, bajo una mentalidad sobria, jamás pasarían.

 

Estamos conscientes de que debemos vivir y no simplemente existir. Todos existimos de una manera única e irrepetible, y ocupamos un lugar en este gran lugar (cielo o infierno, según la perspectiva) llamado planeta Tierra, que, a su vez, existe en la inmensidad del infinito universo. ¿Pero realmente estamos viviendo? Es decir, ¿toda nuestra existencia se resume en trabajar ocho horas o más al día? En una oficina, como repartidor, frente a una computadora, para llenar los bolsillos de alguien más, y todo para recibir una paga que en muchas ocasiones no nos alcanza. ¿Toda nuestra existencia se reduce a una misma rutina? ¿A estar metido horas y horas en el tránsito? ¿A “nacer, crecer, reproducirnos y morir” como nos explicaban en Ciencias Naturales? ¿A dejar de lado nuestros verdaderos sueños con tal de encajar y conformarnos con llevar una vida más o menos bien? ¿A tener que lidiar con problemas de cultura, de política, de religión, de ideologías impuestas por una sociedad? Estamos conscientes de que no es así. También sé que todos al menos una vez en nuestras vidas hemos pensado en esto. Nuestros padres han pensado en esto, nuestros abuelos han pensado en esto, todas nuestras generaciones pasadas han pensado en esto, tratándose de una constante a lo largo de la historia.

 

Estamos muy conscientes de nuestro potencial, de nuestros sueños, de nuestros anhelos, de nuestras virtudes, de nuestras habilidades, de nuestras capacidades, de nuestros talentos, de todo lo que podemos llegar a ser si tan solo nos lo propusiéramos. Pero ¿por qué existe un “pero”?

 

Entonces, vuelvo y pregunto, ¿de qué nos sirve estar conscientes realmente? Si todo lo que hacemos y dejamos de hacer, de decir o de pensar, nos queda guardado en la consciencia y nos perseguirá hasta al último de nuestros días. ¿Acaso la única función de la consciencia, además de hacernos percibir la realidad y reconocernos en ella, es enorgullecernos de las cosas que hacemos bien y provocarnos un fuerte bajón por las cosas que no hacemos o que hacemos mal?




sábado, 29 de mayo de 2021

ASESINO DE ASESINOS

Ricardo Barbieri era el típico sujeto de aspecto rudo y amenazante, de estatura media alta, barba y bigote impecables, su piel estampada a más no poder, de mirada imponente y al mismo tiempo intimidante, y que a vísperas de rozar sus cuatro décadas de estancia en vida se conservaba en un estado físico francamente envidiable. De ascendencia italo-argentina, nunca supo lo que era la crisis económica ni la ausencia de platos de comida en la mesa. Tuvo una niñez y adolescencia demasiado cómoda; estudios del más alto nivel y prestigio que el dinero de sus padres podía costear, chef y conductor privados, vestimentas de diseñador. El que fuera su hogar estaba repleta de lujos, autos carísimos, piscina, gimnasio casero, extensos jardines, tecnología de punta, equipo y personal de seguridad, por resaltar lo más destacable dentro del casi interminable inventario de bienes que tan solo el tráfico de drogas y armas al que se dedicaban sus progenitores podía justificar.

 

Pese a lo anterior, "Ricky", como lo apodaba todo el mundo, odiaba y se rehusaba a ser el hijo de mami y papi. Detestaba con todas sus fuerzas ser el hijo consentido, el niño mimado. Al cumplir la mayoría de edad, y en plena rebeldía, tomó la súbita decisión de unirse a las filas del ejército, carrera que dejó inconclusa a cuatro años de su ingreso. Existía una evidente dicotomía entre sus superiores, toda vez que, a pesar de que Ricky siempre sobresalió en las evaluaciones físicas así como en el uso y manejo de armamento militar, lo calificaban como un joven problemático debido a su carácter tan temperamental y conflictivo. No se lograba discernir si no entendía o simplemente tenía cero tolerancia hacia las ironías y/o sarcasmos de sus compañeros cuando bromeaban respecto a su estatus social (debiendo soportar periódicamente y de forma despectiva comentarios al estilo de: "¿qué haces aquí?, tú ya tienes la vida arreglada"). Todo empeoró cuando el foco de las bromas se centró en el hecho de la detención de sus padres, envolviéndose en múltiples discusiones que generalmente acababan en riñas y disputas en las que siempre resultaba maltrecho. Por lo que, al no contar con la suficiente disciplina, con la templanza y la voluntad necesaria dentro de la milicia, su mala valoración le costó la expulsión a tan solo un par de años de graduarse.

 

El rencor, la ira, el odio y la impotencia se apoderaron de él a tal punto, que cuando finalmente retornó a su mansión, procedió a despedir sin misericordia a la totalidad del personal que laboraba en ella, sin importarle nada en lo absoluto. Asimismo, y de forma gradual, se fue deshaciendo la fortuna de sus padres. Ricardo estaba sumamente molesto, no quería saber nada relacionado a su familia. Él quería estar completamente solo, y lo logró.

 

Estaba firmemente convencido de que las personas malas merecían cosas malas. Que si sus padres se estaban pudriendo en prisión, era porque se lo merecían y que por esa misma razón no movería ni un solo dedo por ellos. Se volvió fiel creyente de la justicia, así fuese por mano propia. Durante los próximos meses se dedicó a emboscar a sus ex compañeros, culpables de ejercer sobre él un constante acoso durante sus días de militar, y quienes indirectamente provocaron su posterior expulsión. Tenía contactos dentro del cuartel, quienes le informaban sobre los días y horas en que ellos saldrían a las calles de la ciudad, y cuando los encontraba solos, les propiciaba la golpiza de sus vidas, dejando a varios de ellos al borde de la muerte. Descargó todo su coraje de esta manera y jamás lo pillaron.

 

Dichas acciones le provocaron sensaciones positivas, reconfortantes. El lastimar a las personas que él consideraba como malas, le hizo creer que estaba haciendo un bien en su vida y en la de los demás. Quería dedicarse única y exclusivamente a eso. Convirtió en negocio lo que empezó como un desahogo. Al poco tiempo, se transformó en un asesino a sueldo. Pero no uno que entra dentro de lo que tristemente podríamos definir como "lo convencional", sino que era más bien un asesino de gente mala. No confiaba en la reinserción social, se dedicó por años a acabar con la vida de asesinos, sicarios, ladrones, estafadores, secuestradores, violadores, políticos corruptos y, en general, gente indeseable. Se convirtió en el "fumigador" de una de las peores plagas de este mundo, de la escoria humana. Su sicariato estaba perfectamente organizado, tanto en logística, como en transporte. No podían existir cabos sueltos. El margen de error era nulo. Más no era ningún crédulo; cuando un cliente se ponía en contacto con él solicitando sus servicios, Ricky realizaba una muy minuciosa investigación de forma previa, tanto sobre el requirente como en su potencial objetivo, para determinar y concluir si este último es realmente acreedor de un escarmiento. Muchas veces tomaba los casos, y muchas otras los botaba al establecer que la persona no es el monstruo que le estaban pintando.

 

Se volvió en un experto en la materia. Cobraba cantidades fuertes de dinero "por encargos". Su contacto con los clientes nunca se daba de forma directa. Llevaba consigo muchísimos teléfonos desechables, de un solo uso y con filtros de voz, para evitar ser reconocido, intervenido, detectado o rastreado por elementos de la policía.

 

Y es así, pues, como en uno de sus tantos encargos optó por contratar a un ayudante, quien lo asistiera en cualquier cosa que necesitara. Jordán Cruz parecía encajar perfectamente en dicho perfil; un tipo joven, atento, extremadamente discreto, dispuesto a todo, y quien externaba una profunda admiración y respeto por la trayectoria y los fines de Ricardo Barbieri. 

 

¿Qué tenemos para hoy? — dijo Jordán, rompiendo el hielo tras dos horas de silencio, mientras conducía por una ruta en medio del bosque — ¿Qué tanto sabemos del objetivo?

 

Todo — dijo Ricardo, luego de suspirar — Gabriel Melaza. Sesenta y un años. Su esposa me comentó que el hijo de perra abusó de su hija, quien es hijastra de Gabriel — decía a medida que iba encendiendo un cigarro — De acuerdo a los documentos a los que accedí, pasará el fin de semana en una cabaña a orillas del lago. Supongo que con su amante. Nosotros nos situaremos y acamparemos a una buena distancia del lugar, y cuando reciba la instrucción de Gloria, su esposa, jalaré del gatillo

 

¿Cómo que cuando recibas la instrucción? — preguntó Cruz confundido.

 

Siempre les doy la opción a mis clientes de arrepentirse. Ellos me pagan una cierta parte del total del encargo, y cuando yo estoy a segundos de finiquitar el asunto, les llamo para recibir la autorización final. Es una opción un poco boba, ya que la gente mala no debería tener otra oportunidad. Pero estoy consciente de que no es una decisión fácil el mandar a lastimar o matar a alguien, principalmente cuando vienes de familias o ambientes enteramente alejados a lo que yo me dedico. Muchos no pueden vivir tranquilamente con eso

 

Entiendo — dijo Jordán, tras unos segundos después de intentar procesar lo que escuchó — Veo que ya lo tienes todo bien pensado

 

La respuesta de Ricardo fue expulsar de sus pulmones el humo que había inhalado.

 

Y... ¿Cómo sabes que Gloria está diciendo la verdad? — continuó Jordán.

 

Todo coincide. Los horarios en que ellos se quedan solos en casa, el comportamiento de ambos. Además, leí el informe forense, todo indica que fue Gabriel Melaza el agresor. La chica está notoriamente afectada, con hematomas en su piel — dijo Ricardo con evidente molestia — Hace un par de días, Gloria me pagó de forma anticipada el 50%, pero para ello tuve que mandar al hospital a César, hijo únicamente por parte de Gabriel

 

¿Mataste al hijo de Gabriel?

 

No lo maté, pero sí lo dejé mal — dijo Ricardo, sin remordimientos — Gloria no solo quiere vengarse por su hija, sino que antes quería que Gabriel supiera lo que se siente que lastimen a su hijo y que no puedas hacer nada al respecto

 

Creí que únicamente lastimabas a la gente mala. Pero el hijo de Gabriel pagó los platos rotos... — analizó Jordán.

 

Daños colaterales

 

Pues... parece que no le importó mucho a Gabriel, considerando que hoy anda disfrutando en la cabaña con su amante — comentó Cruz.

 

Detente por esta zona — dijo Ricky tras unos segundos — Estamos en el sitio ideal

 

De forma obediente, Jordán detuvo el auto y procedieron a instalarse. Del maletero Ricardo sacó un rifle francotirador, ante la mirada atónita de Cruz.

 

¿Sabes usar eso? — preguntó Jordán.

 

Chico, sé usar muchas armas militares — dijo Ricardo, mientras posicionaba y ajustaba el rifle — Nunca perdí la práctica. Todos los días entreno como mínimo treinta minutos. Irónicamente aprendí a ser disciplinado después de salir del ejército — Ricardo asomó sus ojos frente a la mira del francotirador y dijo — Ahora, toma los binoculares y observa eso

 

Jordán, ni corto ni perezoso, sacó del maletero los binoculares aludidos y observó. A lo lejos se podía distinguir la mencionada cabaña a orillas del lado, y a una pareja preparando la comida.

 

Es él, ¿no? — preguntó Jordán — ¿Lo harás ahora?

 

Ya te dije, debo esperar instrucciones — dijo seriamente Ricardo.

 

Tienes una oportunidad inmejorable para acabarlo — insistía Jordán — ¿Cuánto tiempo se demorará en llegar esa autorización?

 

¿Quieres callarte y dejarme hacer mi trabajo? — dijo Ricky dirigiéndole la mirada a Jordán — Tú no estás aquí decirme cuándo debo actuar, tú estás aquí para apoyarme en lo que yo te diga. Recibirás un porcentaje de lo que yo gane. Limítate a eso

 

Jordán de forma berrinchuda se sentó en la grama a esperar indefinidamente. Ricardo no quitaba su vista de la mira telescópica. Tenía brutalmente calculado cada movimiento que hiciera Gabriel. En cualquier momento podía apretar el gatillo y acabar con todo, pero era leal a su protocolo.

 

Pasaron las primeras dos horas de espera, las cuales se sintieron eternas para un Jordán que se recostó, viendo como la luz del sol se escabullía entre las ramas y hojas del árbol que le brindaba sombra. Por su parte, Ricardo se mantenía fríamente posicionado, a la espera de que le comunicaran la confirmación que le autorizara disparar. El cansancio comenzaba a presentarse de a pocos.

 

¿Estás seguro que llamará? — preguntó desesperadamente Jordán.

 

Mi contacto no es algo que esté al alcance de todos — dijo Ricardo — Mis clientes son formales, selectos. En el caso de Gloria, ella ya hizo efectiva la mitad de lo acordado. Estoy seguro que me dará el aviso correspondiente

 

Como quieras... — dijo Jordán, levantándose.

 

Jordán se metió al auto, reclinó el asiento del copiloto, se acostó y cerró los ojos. A pesar de no ser el lugar más cómodo, consiguió conciliar el sueño y dormirse. Cuando nuevamente abrió los ojos ya habían pasado tres horas más. Jordán salió del automóvil, y su corazón se arrugó cuando vio a Ricardo sosteniendo el rifle aún de forma imperturbable. Él no se había movido del lugar en todo el tiempo que pasó, y su rostro denotaba cansancio. El hambre rugía. Jordán comenzó a sentir lástima y compasión por Ricky.

 

Oye... — dijo Cruz acercándose — ¿Quieres que sostenga el rifle por ti mientras descansas? Digo, estoy para asistirte

 

No pasa nada — dijo Ricardo después de unos instantes — Yo soy el autor intelectual y material de este negocio, tengo que estar atento a cualquier señal. Son gajes del oficio

 

Mírate, estás todo desgastado — dijo Jordán críticamente — ¿Pasas por esto en cada encargo? La duda y las ansias te han de carcomer por dentro

 

Ella llamará — declaró fehacientemente Ricardo — No estoy para traicionar mis principios e ideales por esta mujer. El modus operandi prevalecerá pase lo que pase. Sé que lo que estoy haciendo es lo correcto, pero necesito su consentimiento para dar el siguiente paso

 

Poco falta para que hayan transcurrido seis horas desde que arribamos y no has soltado el rifle en ningún momento — dijo Jordán — Mira, entiendo tu posición, pero de nada sirve que, de una u otra manera, tus intenciones sean las mejores si tu cliente no sabe si esto es lo que verdaderamente quiere. Su inseguridad se convierte en algo totalmente injusto para ti

 

Esto es así, chico, "cincuenta, cincuenta" — dijo Ricky — El que no arriesga, no gana. Ella depositó su confianza en mí para cumplir con la primera parte del encargo, por lo que yo tengo grandes esperanzas de que acepte la totalidad del mismo

 

Si la quisiera, ya te lo hubiera dicho — renegaba Jordán — Hombre, es todo o nada. No estoy de acuerdo con que des ese espacio o esa "opción" para echarse para atrás, porque seguramente lo harán. El pensar mucho las cosas nunca lleva a nada, más que una virtud se vuelve en un defecto

 

Ricardo, haciendo caso omiso a las palabras de Jordán, se negaba a cambiar de parecer. No iba a soltar su arma. Sus oídos eran necios y su voluntad terca.

 

Está bien, será a tu manera — dijo Jordán levantando los brazos — ¿Pero cuánto tiempo darás de margen? ¿Doce horas? ¿Veinticuatro horas? Te recuerdo que yo estoy aquí, y todo el desgaste físico y emocional que esta estúpida misión te cause, recaerá sobre mí también

 

Solo necesito una respuesta, y todo esto acabará

 

Hermano, ella no te dará ninguna respuesta. Es así. A lo mejor ella tiene mejores opciones, a lo mejor contrató a alguien mejor que tú para hacer el encargo. O quizás sencillamente se echó para atrás, y es tan cobarde que no tendrá las suficientes agallas para decírtelo — dijo Jordán — Tu  pecado capital es creer que todos actuarán de la misma manera en que actuarías tú

 

¿Sabes qué? — dijo Ricardo mientras se incorporaba y sacaba un teléfono de su bolsillo — Te noto muy alterado, así que te haré un favor — Ricardo comenzó a llamar a alguien — Utilizaré uno de los dos teléfonos que he traído para llamarla. Uno lo guardaré, esperando su aviso. Y este, si ella no contesta, lo destruiré

 

Ricardo activó la función de altavoz del teléfono. La llamada estaba en curso, la tensión subía a cada tono. A pesar de existir recepción de señal, Gloria no atendía la llamada. Y luego de sonar en aproximadamente ocho ocasiones, la llamada finalizó, sin respuesta alguna. Inmediatamente Ricardo tomó el teléfono, lo partió en dos de un rodillazo, para luego lanzar los restos entre los matorrales ante la mirada decepcionada de Cruz.

 

Cayó la noche, las pocas provisiones de comida que habían empacado se habían terminado. Sus bocas se hacían agua al ver la deliciosa comida que degustaba Gabriel con su otra mujer. Tenían frío, querían sentir la calidez de la fogata que había encendido Gabriel. Ricardo apartaba brevemente la mirada cuando la pareja se disponía a copular, situación que se repitió un par de veces durante el transcurso de la velada. Cayó la brisa.

 

Hey, está a punto de llover — dijo Jordán.

 

Ricardo ni se inmutó.

 

Dime algo, ¿es muy común esto? ¿Qué tan recurrente o frecuente te sucede esto?

 

Primera vez — dijo Ricky, con un tono que denotaba furia y ahínco — Muchos clientes se han arrepentido, pero siempre han tenido la decencia de decírmelo

 

Creo que tu problema es que tienes una trayectoria tan brillante, un respeto en cierto sector del público, y por eso eres tan soberbio que te rehúsas a no recibir una respuesta, ¿cierto? — dijo Cruz con una sonrisa burlona.

 

Luego de un estruendoso relámpago, la lluvia se hizo presente, y las palabras de Jordán comenzaron a retumbar y hacer eco dentro de la cabeza de Ricardo. Casi instantáneamente se encontraba empapado, y su visión comenzó a dificultarse, por lo que tuvo que retirar su mirada del objetivo. Se levantó, se quedó parado momentáneamente, dubitativo. Jordán se refugiaba dentro del auto. Ricardo se sentía estúpido, fracasado, no entendía ni daba crédito a cómo un encargo que comenzó con el pie derecho pudo terminar así. Se reprochó el haberse hecho de oídos sordos ante los consejos de Jordán. Eran cosas que dentro de sí mismo ya las sabía de antemano, pero que de ninguna manera las iba a aceptar tan fácilmente. Tomó su segundo teléfono e hizo un último intento de entablar comunicación con Gloria, pero el resultado fue exactamente idéntico al anterior.

 

Hermano, si no te mata el coronavirus lo hará la pulmonía — dijo un sarcástico Jordán — Entra al carro

 

A pasos lentos, Ricardo guardó su rifle devuelta al maletero. Entró al carro, azotando la puerta.

 

Nos vamos — decidió Ricardo.

 

Jordán, luego de verle por unos segundos, tentado a soltar un "te lo dije", encendió el motor y puso en marcha el auto sin mediar una palabra. Ricardo no le dirigió la mirada en ningún momento, sabía que Jordán tenía toda la razón desde un inicio, pero era algo que jamás iba a reconocer. Su orgullo se lo impedía.

 

Hiciste que pasara hambre, que pasara cansancio, que perdiera mi tiempo, que perdiera la cordura y probablemente no ganaré ni un centavo — recriminó Jordán — Lo importante es que comprendas de una vez por todas, que los clientes y la vida en general es así; pueden aparentar que sí cuando en realidad no. Ser y parecer son cosas muy distintas

 

Lo que pasas por alto es que darme por vencido no es algo propio de mí — dijo Ricardo — Tirar la toalla así de fácil no es algo que esté dentro de mi ADN. Tiendo a agotar todos los recursos y todas las energías hasta alcanzar mis objetivos...

 

Pero estás inmiscuido en un negocio que no depende enteramente de ti — interrumpió Jordán — Máxime con las reglas que implementas. Vivirás muy frustrado y decepcionado si te vuelves a topar con clientas como esta en tu camino. Hazte un favor y deja de ser tan ingenuo

 

Jordán tocó fibras sensibles, y cuando menos se lo esperaba, sintió la frialdad de la boca de fuego de un revólver apuntándole justo a la altura de la sien.

 

A ver, tranquilo... — dijo Jordán, totalmente helado.

 

¡Suficiente basura! — gritó Ricardo — Te contraté para que fueses mi asistente, no mi terapeuta. Estoy harto de escucharte todo el maldito día. Te recuerdo que soy un asesino, y no tengo reparo en apretar el gatillo ahora mismo para volarte los sesos

 

Ah, ¿sí? — dijo Jordán sin dejar de conducir — ¿Y de quién necesitas autorización para dispararme?

 

Muy gracioso — dijo Ricardo mientras recargaba el arma — Mi convicción siempre ha sido acabar con la gente mala para poder hacer de este mundo un lugar mejor donde vivir. Tú eres un buen chico, lo reconozco, pero eres realmente molesto y me has llegado a fastidiar a niveles que ni yo mismo conocía. Puede que tú seas la excepción

 

No tienes que hacer esto... — dijo Jordán con la voz temblorosa.

 

Dicen por ahí que siempre hay una primera vez para todo

 

Otra de las razones por las que Jordán Cruz fue seleccionado como asistente de un sicario, es debido a su gran capacidad de tomar decisiones en momentos de alto riesgo. Entonces Jordán, al verse acorralado, pisó a fondo el acelerador, aumentando la velocidad del vehículo a cada segundo que transcurría. Un leve movimiento al volante, y el carro estaría propenso a volcar o empotrarse contra cualquier árbol, traduciéndose en consecuencias fatales para sus pasajeros.

 

¡Adelante! ¡Dispárame si tienes agallas! — gritó Jordán en un tono retador — Si yo muero, te arrastraré conmigo al mismísimo abismo

 

La adrenalina de ambos andaba a tope, por las nubes. Y Ricardo estuvo a milésimas de accionar su arma, pero sucedió lo inesperado. Otro auto apareció prácticamente de la nada, cruzándose por su camino y ocasionando una espantosa colisión, siendo complicado deducir cuál de los dos vehículos se llevó la peor parte.

 

Ricardo reaccionó al cabo de unos minutos. Tuvo una laguna mental, no recordaba con claridad lo que pasó seguido del estruendoso impacto. Era una sensación muy similar a aquellas noches en que el whisky no le alcanzaba, y sus recuerdos se nublaban. Estaba muy aturdido, con los oídos zumbando y con sangre que se deslizaba desde la coronilla hasta cubrir su rostro entero. Le costaba moverse. Giró hacia el lado del conductor, y vio a Jordán ensangrentado. Se encontraba desmayado, pero vivo al final de cuentas. Notó cómo su arma accidentalmente se accionó debido al choque, siendo la cabecera del asiento de Jordán la que recibió el impacto de bala. Luego de unos segundos, y aún quejándose del intenso dolor, Ricardo salió del vehículo a duras penas, apoyándose de cualquier cosa que tuviera cerca. Se acercó al otro carro y se asomó por la ventana, o lo que quedaba de ella. Y al ver hacia el interior del mismo, pudo observar cómo en el asiento del copiloto yacía el cuerpo sin vida de una mujer, en un charco de sangre y con el rostro semidesfigurado. Del lado del conductor se encontraba un hombre, seriamente lastimado, con las piernas prensadas. Su corazón no había dejado de latir, pero, a juzgar por la manera en que respiraba, parecía indicar que estaba agonizando. Era Gabriel y su amante, no había ninguna duda. Dentro de su esquema mental, Ricardo teorizó que debido a la fuerte lluvia que caía, Gabriel Melaza decidió retirarse. Era lo más prudente, ya que el nivel del lago aumentaría y los colocaba en una situación muy riesgosa. Pero ahora, la amante se encontraba muerta y el tipo desangrándose lentamente. Ricardo, casi de un impulso, tomó el teléfono celular de Gabriel, el cual se encontraba a la vista, dispuesto a llamar a una ambulancia. Pero segundos antes de hacerlo se detuvo, y pensó "¿en serio estoy a punto de salvarle la vida a un violador?". Surgió en su cabeza una idea, una idea macabra. Ricardo cambió de parecer y buscó dentro de su lista de contactos el número de teléfono de Gloria. Tenía que estar, sí o sí.

 

Bingo. Lo había encontrado, lo tenía frente a sus narices. Pulsó el botón "Llamar" y, esta vez, alguien contestó del otro lado de la línea.

 

¿Hola? — Dijo alguien con un tono femenino.

 

Ricardo no respondió. Tenía la mente en blanco.

 

¿Hola? ¿Gabriel? — Continuaba la mujer.

 

¿G... Gloria? — preguntó Ricardo.

 

Sí, ¿quién es?

 

Muchos pensamientos se cruzaron por la mente de Ricardo. Pero la intriga de obtener una respuesta persistía, el dar pleno cumplimiento a sus encargos era una prioridad para él dentro de su negocio. Era la oportunidad de oro para obtener una respuesta, afirmativa o negativa, pero obtenerla.

 

¿Autorización para disparar?

 

Gloria se quedó callada unos instantes, hasta soltar un "¿qué?". Ricardo repitió la pregunta. Gloria, de nueva cuenta, permaneció callada. Su silencio daba a entender que había procesado la información, y cayó en lo que estaba sucediendo. Ella quebró en llanto, y así se mantuvo por varios segundos.

 

¿Autorización? ¿Sí o no? — repitió Ricardo, muy seriamente.

 

¡No! ¡No! — gritaba y lloraba desconsoladamente — ¡Por favor, no! ¡No lo haga!

Ricardo se quedó en línea un corto tiempo, escuchando cómo el llanto de Gloria no cesaba. Pensando en lo distinto que hubiese sido el escenario si le hubiera dicho eso desde un primer momento. Pero no fue así, y por obra del destino, igualmente llegaron las consecuencias mortales. Ricardo colgó el teléfono y se alejó, volviéndose hacia su vehículo. Con mucho esfuerzo y cuidado cargó y movió el cuerpo de Jordán al otro asiento. Con un golpe de suerte logró conseguir que el auto arrancara. Y sin perder más tiempo, se esfumó del lugar para llevar a su asistente al centro médico más próximo. Al final del día, consiguió lo que quería, una respuesta. Le perdonó la vida a Gabriel.

 

¿Adivina qué? — se dirigió Ricardo a un Jordán, quien persistía en un estado de inconsciencia — Tenías razón. ¿Escuchaste? Tenías toda la razón. Era lo que querías escuchar, ¿no? Pues ahí lo tienes — hizo una pausa — Espero que tu subconsciente grabe bien estas palabras, porque lamentablemente para ti, será algo que nunca más volverás a escuchar de mi boca. Llámalo cobardía si quieres, yo lo llamaré mantener mi récord intacto. Hacer de cuenta que nada de esto pasó. En momentos como este es que me cuestiono por qué te contraté, y a la vez agradezco tanto el haberlo hecho. Me caes bien, en serio, a pesar de que por poco te vuelo la cabeza — dijo Ricardo entre risas discretas — Tenías toda la razón del mundo. Es estúpido creer que todos actuarán de la misma manera que yo. Es estúpido pensar que todos van a pensar, actuar o hablar al unísono. Pero es más estúpido no aceptar esa realidad, que es más que evidente. Idealizamos demasiado a la gente, generamos tanta expectativa que ahora lo normal es la decepción. Cada persona tiene en su vida su propio desastre a tratar de forma aislada. He de admitir que esta experiencia hizo replantearme si debo seguir con esto; soy tan orgulloso, tan soberbio, tan egocéntrico, tan narcisista, tan arrogante, y sé que son calificativos que difícilmente cambiaré. Entonces, siendo así, no sé si podría tolerar la indecisión de más personas como la última. No, no podría — momento de una nueva pausa, mientras continuaba manejando bajo una incesante lluvia — No sé, a lo mejor es tiempo de retirarme de esto, volver a mi hogar, sentar cabeza y pasar el resto de mis días en mi sofá, viendo en la televisión cualquier tontería mientras bebo mucha cerveza. Eso me suena un buen plan, ¿no crees?        

 

Lógicamente no hubo respuesta por parte de Jordán.

 

¿Qué pasa? ¿Ahora tú no me vas a contestar? — dijo sarcásticamente mientras, de nueva cuenta, sacaba un cigarro — Quién diría que no dar una respuesta es una gran respuesta. Quién diría que no recibir una respuesta me sentaría tan fatal — reflexionó finalmente entre humos.


Jordán despertó confundido y desorientado siete horas después, en la cama de un hospital con múltiples heridas alrededor de todo su cuerpo. Nada de gravedad, pero el porrazo fue tal, que sacudió toda su existencia. Las enfermeras no le proporcionaron mayor información respecto a cómo llegó a ese lugar, tan solo le dijeron que todos los gastos médicos habían sido debidamente cubiertos, y que tenía suerte de estar con vida... lo de siempre... puesto que ese golpe pudo haber sido peor, mucho más severo, con daños realmente críticos e irreparables. Su dolor físico era mermado por las mil vueltas que su cabeza le daba al asunto; la incertidumbre de saber qué había pasado con Ricardo Barbieri lo tenía inquieto. No sabía si ir a buscarlo para agradecerle por llevarlo al hospital o para vengarse, ya que su último recuerdo se basaba en una imagen de él apuntándole. Pero independientemente de ello, no sabía en dónde buscarle o cómo entablar comunicación con él. No sabía ni entendía nada, era como si Ricardo había desaparecido misteriosamente de la faz de la Tierra sin dejar rastro alguno. Casualmente la televisión del sanatorio comenzó a transmitir la noticia del millón; la policía había dado con el cuerpo de una mujer, dentro de un vehículo que se encontraba hecho añicos, en medio del bosque. No dieron más detalles. Algo no le cuadraba bien. 


Pudieron haber sido dos — 


Al girar su cabeza se enteró que el paciente que estaba a su izquierda no era otro sino Gabriel Melaza. Se encontraba maltrecho, vendado prácticamente de todos lados, recibiendo oxígeno y con las piernas totalmente destrozadas.


Gracias a Dios mi esposa  llamó a la ambulancia, de no ser por ella, no te estaría contando esto — continuó contando, tosiendo a cada oración que terminaba. 


Jordán no respondía. Y no era por asombro, sino más bien por coraje. 


No hablas mucho, ¿eh? — preguntó Gabriel — ¿Cómo te llamas, chico? ¿A qué te dedicas?


Estaba claro que Gabriel jamás en la vida iba a reconocer a Jordán, pero Jordán a él sí. No concebía la idea de que, a pesar de todo el daño provocado, el tipo siguiera con vida. 


Ricardo. Ricardo Barbieri — dijo Jordán luego de un prolongado silencio — Y soy estudiante — 


Ah, ¿sí? — dijo Melaza — ¿Y qué estudias?


Quiero ser exterminador — 


¿Y qué quieres exterminar? — dijo luego de una leve risa.


Quiero acabar con la maldad de este mundo


Hijo, no sé si este sea el hospital indicado para ti. La maldad ha existido desde siempre, y es algo que no tiene fin. Es algo inherente a la humanidad. El hombre es malo por naturaleza. No puedes acabar con la maldad del mundo. Además, entramos en el dilema de lo que es bueno y lo que es malo, y dependerá mucho de lo que tú consideres malo, aunque no necesariamente lo sea. Es como el yin y el yang; siempre habrá algo de maldad dentro de lo bueno, y algo de bondad dentro de lo malo. Son fuerzas opuestas que se complementan, se necesitan para poder existir — sermoneó Gabriel. 


Jordán no prestaba ni una pizca de atención a lo que decía Gabriel. Notó que en un taburete había un ramo de flores que su esposa, Gloria, le había llevado, lo cual enardeció aún más su furia. Sus nervios se alteraban de solo pensar que un violador incluía a Dios en sus palabras, lanzaba aquél discurso envuelto en hipocresía y falsedad, y aún así recibiera muestras de afecto de su señora. Entendió a la perfección el por qué Ricardo comenzó a dedicarse a esto. Pero Jordán no era tan benevolente como Ricardo, él no estaba dispuesto a dar segundas oportunidades. Él estaba completamente seguro de que terminaría lo que Ricardo comenzó, sin importarle que no existiera dinero de por medio. Así que sin más, a la medianoche de ese mismo día Jordán esperó a que Gabriel se durmiera, a que la enfermera de turno los dejara solos, a que las luces se encontraran apagadas, y muy cautelosamente se acercó con su almohada a la orilla de la camilla de Melaza, y en ese mismo acto le asfixió con ella sin hacer ningún ruido que lo delatara. Apretó sus puños, se guardó sus ganas de estrangularlo con sus propias manos. A la mañana siguiente se declaró su fallecimiento. Nadie sospechó del bueno de Jordán, quien recibió su alta médica esa misma tarde. 


Muy bien señor Cruz, ha sido todo. Puede retirarse — dijo el doctor. 


Gracias — dijo Jordán mientras comenzaba a retirarse.


Señor Cruz — dijo el doctor, frenándole y alzando su brazo para un apretón de manos. Jordán con una sonrisa aceptó el gesto, pero la misma no duró mucho cuando se dio cuenta que, más que un apretón, el doctor discretamente le hacía entrega de un teléfono celular — Vaya con cuidado


Jordán se retiró del hospital, y mientras iba por la calle revisó dicho teléfono, el cual era uno desechable, y en cuya agenda tenía registrado un solo contacto como "RB". Jordán sonrió, guardó el teléfono y siguió su camino. Jamás supo que fue Ricardo quien llamó a la ambulancia para "salvarle" la vida a Gabriel, de organizar todo para que le internaran justo a su lado, de llevarle flores a nombre de Gloria, y todo ello, para despertar en Jordán un instinto sanguinario que tarde o temprano saldría a flote. Colocó las piezas del rompecabezas de una forma magistral para indirectamente hacer de Jordán su legado, su heredero, le trasladó la antorcha convirtiéndolo en el nuevo asesino de asesinos.