sábado, 29 de mayo de 2021

ASESINO DE ASESINOS

Ricardo Barbieri era el típico sujeto de aspecto rudo y amenazante, de estatura media alta, barba y bigote impecables, su piel estampada a más no poder, de mirada imponente y al mismo tiempo intimidante, y que a vísperas de rozar sus cuatro décadas de estancia en vida se conservaba en un estado físico francamente envidiable. De ascendencia italo-argentina, nunca supo lo que era la crisis económica ni la ausencia de platos de comida en la mesa. Tuvo una niñez y adolescencia demasiado cómoda; estudios del más alto nivel y prestigio que el dinero de sus padres podía costear, chef y conductor privados, vestimentas de diseñador. El que fuera su hogar estaba repleta de lujos, autos carísimos, piscina, gimnasio casero, extensos jardines, tecnología de punta, equipo y personal de seguridad, por resaltar lo más destacable dentro del casi interminable inventario de bienes que tan solo el tráfico de drogas y armas al que se dedicaban sus progenitores podía justificar.

 

Pese a lo anterior, "Ricky", como lo apodaba todo el mundo, odiaba y se rehusaba a ser el hijo de mami y papi. Detestaba con todas sus fuerzas ser el hijo consentido, el niño mimado. Al cumplir la mayoría de edad, y en plena rebeldía, tomó la súbita decisión de unirse a las filas del ejército, carrera que dejó inconclusa a cuatro años de su ingreso. Existía una evidente dicotomía entre sus superiores, toda vez que, a pesar de que Ricky siempre sobresalió en las evaluaciones físicas así como en el uso y manejo de armamento militar, lo calificaban como un joven problemático debido a su carácter tan temperamental y conflictivo. No se lograba discernir si no entendía o simplemente tenía cero tolerancia hacia las ironías y/o sarcasmos de sus compañeros cuando bromeaban respecto a su estatus social (debiendo soportar periódicamente y de forma despectiva comentarios al estilo de: "¿qué haces aquí?, tú ya tienes la vida arreglada"). Todo empeoró cuando el foco de las bromas se centró en el hecho de la detención de sus padres, envolviéndose en múltiples discusiones que generalmente acababan en riñas y disputas en las que siempre resultaba maltrecho. Por lo que, al no contar con la suficiente disciplina, con la templanza y la voluntad necesaria dentro de la milicia, su mala valoración le costó la expulsión a tan solo un par de años de graduarse.

 

El rencor, la ira, el odio y la impotencia se apoderaron de él a tal punto, que cuando finalmente retornó a su mansión, procedió a despedir sin misericordia a la totalidad del personal que laboraba en ella, sin importarle nada en lo absoluto. Asimismo, y de forma gradual, se fue deshaciendo la fortuna de sus padres. Ricardo estaba sumamente molesto, no quería saber nada relacionado a su familia. Él quería estar completamente solo, y lo logró.

 

Estaba firmemente convencido de que las personas malas merecían cosas malas. Que si sus padres se estaban pudriendo en prisión, era porque se lo merecían y que por esa misma razón no movería ni un solo dedo por ellos. Se volvió fiel creyente de la justicia, así fuese por mano propia. Durante los próximos meses se dedicó a emboscar a sus ex compañeros, culpables de ejercer sobre él un constante acoso durante sus días de militar, y quienes indirectamente provocaron su posterior expulsión. Tenía contactos dentro del cuartel, quienes le informaban sobre los días y horas en que ellos saldrían a las calles de la ciudad, y cuando los encontraba solos, les propiciaba la golpiza de sus vidas, dejando a varios de ellos al borde de la muerte. Descargó todo su coraje de esta manera y jamás lo pillaron.

 

Dichas acciones le provocaron sensaciones positivas, reconfortantes. El lastimar a las personas que él consideraba como malas, le hizo creer que estaba haciendo un bien en su vida y en la de los demás. Quería dedicarse única y exclusivamente a eso. Convirtió en negocio lo que empezó como un desahogo. Al poco tiempo, se transformó en un asesino a sueldo. Pero no uno que entra dentro de lo que tristemente podríamos definir como "lo convencional", sino que era más bien un asesino de gente mala. No confiaba en la reinserción social, se dedicó por años a acabar con la vida de asesinos, sicarios, ladrones, estafadores, secuestradores, violadores, políticos corruptos y, en general, gente indeseable. Se convirtió en el "fumigador" de una de las peores plagas de este mundo, de la escoria humana. Su sicariato estaba perfectamente organizado, tanto en logística, como en transporte. No podían existir cabos sueltos. El margen de error era nulo. Más no era ningún crédulo; cuando un cliente se ponía en contacto con él solicitando sus servicios, Ricky realizaba una muy minuciosa investigación de forma previa, tanto sobre el requirente como en su potencial objetivo, para determinar y concluir si este último es realmente acreedor de un escarmiento. Muchas veces tomaba los casos, y muchas otras los botaba al establecer que la persona no es el monstruo que le estaban pintando.

 

Se volvió en un experto en la materia. Cobraba cantidades fuertes de dinero "por encargos". Su contacto con los clientes nunca se daba de forma directa. Llevaba consigo muchísimos teléfonos desechables, de un solo uso y con filtros de voz, para evitar ser reconocido, intervenido, detectado o rastreado por elementos de la policía.

 

Y es así, pues, como en uno de sus tantos encargos optó por contratar a un ayudante, quien lo asistiera en cualquier cosa que necesitara. Jordán Cruz parecía encajar perfectamente en dicho perfil; un tipo joven, atento, extremadamente discreto, dispuesto a todo, y quien externaba una profunda admiración y respeto por la trayectoria y los fines de Ricardo Barbieri. 

 

¿Qué tenemos para hoy? — dijo Jordán, rompiendo el hielo tras dos horas de silencio, mientras conducía por una ruta en medio del bosque — ¿Qué tanto sabemos del objetivo?

 

Todo — dijo Ricardo, luego de suspirar — Gabriel Melaza. Sesenta y un años. Su esposa me comentó que el hijo de perra abusó de su hija, quien es hijastra de Gabriel — decía a medida que iba encendiendo un cigarro — De acuerdo a los documentos a los que accedí, pasará el fin de semana en una cabaña a orillas del lago. Supongo que con su amante. Nosotros nos situaremos y acamparemos a una buena distancia del lugar, y cuando reciba la instrucción de Gloria, su esposa, jalaré del gatillo

 

¿Cómo que cuando recibas la instrucción? — preguntó Cruz confundido.

 

Siempre les doy la opción a mis clientes de arrepentirse. Ellos me pagan una cierta parte del total del encargo, y cuando yo estoy a segundos de finiquitar el asunto, les llamo para recibir la autorización final. Es una opción un poco boba, ya que la gente mala no debería tener otra oportunidad. Pero estoy consciente de que no es una decisión fácil el mandar a lastimar o matar a alguien, principalmente cuando vienes de familias o ambientes enteramente alejados a lo que yo me dedico. Muchos no pueden vivir tranquilamente con eso

 

Entiendo — dijo Jordán, tras unos segundos después de intentar procesar lo que escuchó — Veo que ya lo tienes todo bien pensado

 

La respuesta de Ricardo fue expulsar de sus pulmones el humo que había inhalado.

 

Y... ¿Cómo sabes que Gloria está diciendo la verdad? — continuó Jordán.

 

Todo coincide. Los horarios en que ellos se quedan solos en casa, el comportamiento de ambos. Además, leí el informe forense, todo indica que fue Gabriel Melaza el agresor. La chica está notoriamente afectada, con hematomas en su piel — dijo Ricardo con evidente molestia — Hace un par de días, Gloria me pagó de forma anticipada el 50%, pero para ello tuve que mandar al hospital a César, hijo únicamente por parte de Gabriel

 

¿Mataste al hijo de Gabriel?

 

No lo maté, pero sí lo dejé mal — dijo Ricardo, sin remordimientos — Gloria no solo quiere vengarse por su hija, sino que antes quería que Gabriel supiera lo que se siente que lastimen a su hijo y que no puedas hacer nada al respecto

 

Creí que únicamente lastimabas a la gente mala. Pero el hijo de Gabriel pagó los platos rotos... — analizó Jordán.

 

Daños colaterales

 

Pues... parece que no le importó mucho a Gabriel, considerando que hoy anda disfrutando en la cabaña con su amante — comentó Cruz.

 

Detente por esta zona — dijo Ricky tras unos segundos — Estamos en el sitio ideal

 

De forma obediente, Jordán detuvo el auto y procedieron a instalarse. Del maletero Ricardo sacó un rifle francotirador, ante la mirada atónita de Cruz.

 

¿Sabes usar eso? — preguntó Jordán.

 

Chico, sé usar muchas armas militares — dijo Ricardo, mientras posicionaba y ajustaba el rifle — Nunca perdí la práctica. Todos los días entreno como mínimo treinta minutos. Irónicamente aprendí a ser disciplinado después de salir del ejército — Ricardo asomó sus ojos frente a la mira del francotirador y dijo — Ahora, toma los binoculares y observa eso

 

Jordán, ni corto ni perezoso, sacó del maletero los binoculares aludidos y observó. A lo lejos se podía distinguir la mencionada cabaña a orillas del lado, y a una pareja preparando la comida.

 

Es él, ¿no? — preguntó Jordán — ¿Lo harás ahora?

 

Ya te dije, debo esperar instrucciones — dijo seriamente Ricardo.

 

Tienes una oportunidad inmejorable para acabarlo — insistía Jordán — ¿Cuánto tiempo se demorará en llegar esa autorización?

 

¿Quieres callarte y dejarme hacer mi trabajo? — dijo Ricky dirigiéndole la mirada a Jordán — Tú no estás aquí decirme cuándo debo actuar, tú estás aquí para apoyarme en lo que yo te diga. Recibirás un porcentaje de lo que yo gane. Limítate a eso

 

Jordán de forma berrinchuda se sentó en la grama a esperar indefinidamente. Ricardo no quitaba su vista de la mira telescópica. Tenía brutalmente calculado cada movimiento que hiciera Gabriel. En cualquier momento podía apretar el gatillo y acabar con todo, pero era leal a su protocolo.

 

Pasaron las primeras dos horas de espera, las cuales se sintieron eternas para un Jordán que se recostó, viendo como la luz del sol se escabullía entre las ramas y hojas del árbol que le brindaba sombra. Por su parte, Ricardo se mantenía fríamente posicionado, a la espera de que le comunicaran la confirmación que le autorizara disparar. El cansancio comenzaba a presentarse de a pocos.

 

¿Estás seguro que llamará? — preguntó desesperadamente Jordán.

 

Mi contacto no es algo que esté al alcance de todos — dijo Ricardo — Mis clientes son formales, selectos. En el caso de Gloria, ella ya hizo efectiva la mitad de lo acordado. Estoy seguro que me dará el aviso correspondiente

 

Como quieras... — dijo Jordán, levantándose.

 

Jordán se metió al auto, reclinó el asiento del copiloto, se acostó y cerró los ojos. A pesar de no ser el lugar más cómodo, consiguió conciliar el sueño y dormirse. Cuando nuevamente abrió los ojos ya habían pasado tres horas más. Jordán salió del automóvil, y su corazón se arrugó cuando vio a Ricardo sosteniendo el rifle aún de forma imperturbable. Él no se había movido del lugar en todo el tiempo que pasó, y su rostro denotaba cansancio. El hambre rugía. Jordán comenzó a sentir lástima y compasión por Ricky.

 

Oye... — dijo Cruz acercándose — ¿Quieres que sostenga el rifle por ti mientras descansas? Digo, estoy para asistirte

 

No pasa nada — dijo Ricardo después de unos instantes — Yo soy el autor intelectual y material de este negocio, tengo que estar atento a cualquier señal. Son gajes del oficio

 

Mírate, estás todo desgastado — dijo Jordán críticamente — ¿Pasas por esto en cada encargo? La duda y las ansias te han de carcomer por dentro

 

Ella llamará — declaró fehacientemente Ricardo — No estoy para traicionar mis principios e ideales por esta mujer. El modus operandi prevalecerá pase lo que pase. Sé que lo que estoy haciendo es lo correcto, pero necesito su consentimiento para dar el siguiente paso

 

Poco falta para que hayan transcurrido seis horas desde que arribamos y no has soltado el rifle en ningún momento — dijo Jordán — Mira, entiendo tu posición, pero de nada sirve que, de una u otra manera, tus intenciones sean las mejores si tu cliente no sabe si esto es lo que verdaderamente quiere. Su inseguridad se convierte en algo totalmente injusto para ti

 

Esto es así, chico, "cincuenta, cincuenta" — dijo Ricky — El que no arriesga, no gana. Ella depositó su confianza en mí para cumplir con la primera parte del encargo, por lo que yo tengo grandes esperanzas de que acepte la totalidad del mismo

 

Si la quisiera, ya te lo hubiera dicho — renegaba Jordán — Hombre, es todo o nada. No estoy de acuerdo con que des ese espacio o esa "opción" para echarse para atrás, porque seguramente lo harán. El pensar mucho las cosas nunca lleva a nada, más que una virtud se vuelve en un defecto

 

Ricardo, haciendo caso omiso a las palabras de Jordán, se negaba a cambiar de parecer. No iba a soltar su arma. Sus oídos eran necios y su voluntad terca.

 

Está bien, será a tu manera — dijo Jordán levantando los brazos — ¿Pero cuánto tiempo darás de margen? ¿Doce horas? ¿Veinticuatro horas? Te recuerdo que yo estoy aquí, y todo el desgaste físico y emocional que esta estúpida misión te cause, recaerá sobre mí también

 

Solo necesito una respuesta, y todo esto acabará

 

Hermano, ella no te dará ninguna respuesta. Es así. A lo mejor ella tiene mejores opciones, a lo mejor contrató a alguien mejor que tú para hacer el encargo. O quizás sencillamente se echó para atrás, y es tan cobarde que no tendrá las suficientes agallas para decírtelo — dijo Jordán — Tu  pecado capital es creer que todos actuarán de la misma manera en que actuarías tú

 

¿Sabes qué? — dijo Ricardo mientras se incorporaba y sacaba un teléfono de su bolsillo — Te noto muy alterado, así que te haré un favor — Ricardo comenzó a llamar a alguien — Utilizaré uno de los dos teléfonos que he traído para llamarla. Uno lo guardaré, esperando su aviso. Y este, si ella no contesta, lo destruiré

 

Ricardo activó la función de altavoz del teléfono. La llamada estaba en curso, la tensión subía a cada tono. A pesar de existir recepción de señal, Gloria no atendía la llamada. Y luego de sonar en aproximadamente ocho ocasiones, la llamada finalizó, sin respuesta alguna. Inmediatamente Ricardo tomó el teléfono, lo partió en dos de un rodillazo, para luego lanzar los restos entre los matorrales ante la mirada decepcionada de Cruz.

 

Cayó la noche, las pocas provisiones de comida que habían empacado se habían terminado. Sus bocas se hacían agua al ver la deliciosa comida que degustaba Gabriel con su otra mujer. Tenían frío, querían sentir la calidez de la fogata que había encendido Gabriel. Ricardo apartaba brevemente la mirada cuando la pareja se disponía a copular, situación que se repitió un par de veces durante el transcurso de la velada. Cayó la brisa.

 

Hey, está a punto de llover — dijo Jordán.

 

Ricardo ni se inmutó.

 

Dime algo, ¿es muy común esto? ¿Qué tan recurrente o frecuente te sucede esto?

 

Primera vez — dijo Ricky, con un tono que denotaba furia y ahínco — Muchos clientes se han arrepentido, pero siempre han tenido la decencia de decírmelo

 

Creo que tu problema es que tienes una trayectoria tan brillante, un respeto en cierto sector del público, y por eso eres tan soberbio que te rehúsas a no recibir una respuesta, ¿cierto? — dijo Cruz con una sonrisa burlona.

 

Luego de un estruendoso relámpago, la lluvia se hizo presente, y las palabras de Jordán comenzaron a retumbar y hacer eco dentro de la cabeza de Ricardo. Casi instantáneamente se encontraba empapado, y su visión comenzó a dificultarse, por lo que tuvo que retirar su mirada del objetivo. Se levantó, se quedó parado momentáneamente, dubitativo. Jordán se refugiaba dentro del auto. Ricardo se sentía estúpido, fracasado, no entendía ni daba crédito a cómo un encargo que comenzó con el pie derecho pudo terminar así. Se reprochó el haberse hecho de oídos sordos ante los consejos de Jordán. Eran cosas que dentro de sí mismo ya las sabía de antemano, pero que de ninguna manera las iba a aceptar tan fácilmente. Tomó su segundo teléfono e hizo un último intento de entablar comunicación con Gloria, pero el resultado fue exactamente idéntico al anterior.

 

Hermano, si no te mata el coronavirus lo hará la pulmonía — dijo un sarcástico Jordán — Entra al carro

 

A pasos lentos, Ricardo guardó su rifle devuelta al maletero. Entró al carro, azotando la puerta.

 

Nos vamos — decidió Ricardo.

 

Jordán, luego de verle por unos segundos, tentado a soltar un "te lo dije", encendió el motor y puso en marcha el auto sin mediar una palabra. Ricardo no le dirigió la mirada en ningún momento, sabía que Jordán tenía toda la razón desde un inicio, pero era algo que jamás iba a reconocer. Su orgullo se lo impedía.

 

Hiciste que pasara hambre, que pasara cansancio, que perdiera mi tiempo, que perdiera la cordura y probablemente no ganaré ni un centavo — recriminó Jordán — Lo importante es que comprendas de una vez por todas, que los clientes y la vida en general es así; pueden aparentar que sí cuando en realidad no. Ser y parecer son cosas muy distintas

 

Lo que pasas por alto es que darme por vencido no es algo propio de mí — dijo Ricardo — Tirar la toalla así de fácil no es algo que esté dentro de mi ADN. Tiendo a agotar todos los recursos y todas las energías hasta alcanzar mis objetivos...

 

Pero estás inmiscuido en un negocio que no depende enteramente de ti — interrumpió Jordán — Máxime con las reglas que implementas. Vivirás muy frustrado y decepcionado si te vuelves a topar con clientas como esta en tu camino. Hazte un favor y deja de ser tan ingenuo

 

Jordán tocó fibras sensibles, y cuando menos se lo esperaba, sintió la frialdad de la boca de fuego de un revólver apuntándole justo a la altura de la sien.

 

A ver, tranquilo... — dijo Jordán, totalmente helado.

 

¡Suficiente basura! — gritó Ricardo — Te contraté para que fueses mi asistente, no mi terapeuta. Estoy harto de escucharte todo el maldito día. Te recuerdo que soy un asesino, y no tengo reparo en apretar el gatillo ahora mismo para volarte los sesos

 

Ah, ¿sí? — dijo Jordán sin dejar de conducir — ¿Y de quién necesitas autorización para dispararme?

 

Muy gracioso — dijo Ricardo mientras recargaba el arma — Mi convicción siempre ha sido acabar con la gente mala para poder hacer de este mundo un lugar mejor donde vivir. Tú eres un buen chico, lo reconozco, pero eres realmente molesto y me has llegado a fastidiar a niveles que ni yo mismo conocía. Puede que tú seas la excepción

 

No tienes que hacer esto... — dijo Jordán con la voz temblorosa.

 

Dicen por ahí que siempre hay una primera vez para todo

 

Otra de las razones por las que Jordán Cruz fue seleccionado como asistente de un sicario, es debido a su gran capacidad de tomar decisiones en momentos de alto riesgo. Entonces Jordán, al verse acorralado, pisó a fondo el acelerador, aumentando la velocidad del vehículo a cada segundo que transcurría. Un leve movimiento al volante, y el carro estaría propenso a volcar o empotrarse contra cualquier árbol, traduciéndose en consecuencias fatales para sus pasajeros.

 

¡Adelante! ¡Dispárame si tienes agallas! — gritó Jordán en un tono retador — Si yo muero, te arrastraré conmigo al mismísimo abismo

 

La adrenalina de ambos andaba a tope, por las nubes. Y Ricardo estuvo a milésimas de accionar su arma, pero sucedió lo inesperado. Otro auto apareció prácticamente de la nada, cruzándose por su camino y ocasionando una espantosa colisión, siendo complicado deducir cuál de los dos vehículos se llevó la peor parte.

 

Ricardo reaccionó al cabo de unos minutos. Tuvo una laguna mental, no recordaba con claridad lo que pasó seguido del estruendoso impacto. Era una sensación muy similar a aquellas noches en que el whisky no le alcanzaba, y sus recuerdos se nublaban. Estaba muy aturdido, con los oídos zumbando y con sangre que se deslizaba desde la coronilla hasta cubrir su rostro entero. Le costaba moverse. Giró hacia el lado del conductor, y vio a Jordán ensangrentado. Se encontraba desmayado, pero vivo al final de cuentas. Notó cómo su arma accidentalmente se accionó debido al choque, siendo la cabecera del asiento de Jordán la que recibió el impacto de bala. Luego de unos segundos, y aún quejándose del intenso dolor, Ricardo salió del vehículo a duras penas, apoyándose de cualquier cosa que tuviera cerca. Se acercó al otro carro y se asomó por la ventana, o lo que quedaba de ella. Y al ver hacia el interior del mismo, pudo observar cómo en el asiento del copiloto yacía el cuerpo sin vida de una mujer, en un charco de sangre y con el rostro semidesfigurado. Del lado del conductor se encontraba un hombre, seriamente lastimado, con las piernas prensadas. Su corazón no había dejado de latir, pero, a juzgar por la manera en que respiraba, parecía indicar que estaba agonizando. Era Gabriel y su amante, no había ninguna duda. Dentro de su esquema mental, Ricardo teorizó que debido a la fuerte lluvia que caía, Gabriel Melaza decidió retirarse. Era lo más prudente, ya que el nivel del lago aumentaría y los colocaba en una situación muy riesgosa. Pero ahora, la amante se encontraba muerta y el tipo desangrándose lentamente. Ricardo, casi de un impulso, tomó el teléfono celular de Gabriel, el cual se encontraba a la vista, dispuesto a llamar a una ambulancia. Pero segundos antes de hacerlo se detuvo, y pensó "¿en serio estoy a punto de salvarle la vida a un violador?". Surgió en su cabeza una idea, una idea macabra. Ricardo cambió de parecer y buscó dentro de su lista de contactos el número de teléfono de Gloria. Tenía que estar, sí o sí.

 

Bingo. Lo había encontrado, lo tenía frente a sus narices. Pulsó el botón "Llamar" y, esta vez, alguien contestó del otro lado de la línea.

 

¿Hola? — Dijo alguien con un tono femenino.

 

Ricardo no respondió. Tenía la mente en blanco.

 

¿Hola? ¿Gabriel? — Continuaba la mujer.

 

¿G... Gloria? — preguntó Ricardo.

 

Sí, ¿quién es?

 

Muchos pensamientos se cruzaron por la mente de Ricardo. Pero la intriga de obtener una respuesta persistía, el dar pleno cumplimiento a sus encargos era una prioridad para él dentro de su negocio. Era la oportunidad de oro para obtener una respuesta, afirmativa o negativa, pero obtenerla.

 

¿Autorización para disparar?

 

Gloria se quedó callada unos instantes, hasta soltar un "¿qué?". Ricardo repitió la pregunta. Gloria, de nueva cuenta, permaneció callada. Su silencio daba a entender que había procesado la información, y cayó en lo que estaba sucediendo. Ella quebró en llanto, y así se mantuvo por varios segundos.

 

¿Autorización? ¿Sí o no? — repitió Ricardo, muy seriamente.

 

¡No! ¡No! — gritaba y lloraba desconsoladamente — ¡Por favor, no! ¡No lo haga!

Ricardo se quedó en línea un corto tiempo, escuchando cómo el llanto de Gloria no cesaba. Pensando en lo distinto que hubiese sido el escenario si le hubiera dicho eso desde un primer momento. Pero no fue así, y por obra del destino, igualmente llegaron las consecuencias mortales. Ricardo colgó el teléfono y se alejó, volviéndose hacia su vehículo. Con mucho esfuerzo y cuidado cargó y movió el cuerpo de Jordán al otro asiento. Con un golpe de suerte logró conseguir que el auto arrancara. Y sin perder más tiempo, se esfumó del lugar para llevar a su asistente al centro médico más próximo. Al final del día, consiguió lo que quería, una respuesta. Le perdonó la vida a Gabriel.

 

¿Adivina qué? — se dirigió Ricardo a un Jordán, quien persistía en un estado de inconsciencia — Tenías razón. ¿Escuchaste? Tenías toda la razón. Era lo que querías escuchar, ¿no? Pues ahí lo tienes — hizo una pausa — Espero que tu subconsciente grabe bien estas palabras, porque lamentablemente para ti, será algo que nunca más volverás a escuchar de mi boca. Llámalo cobardía si quieres, yo lo llamaré mantener mi récord intacto. Hacer de cuenta que nada de esto pasó. En momentos como este es que me cuestiono por qué te contraté, y a la vez agradezco tanto el haberlo hecho. Me caes bien, en serio, a pesar de que por poco te vuelo la cabeza — dijo Ricardo entre risas discretas — Tenías toda la razón del mundo. Es estúpido creer que todos actuarán de la misma manera que yo. Es estúpido pensar que todos van a pensar, actuar o hablar al unísono. Pero es más estúpido no aceptar esa realidad, que es más que evidente. Idealizamos demasiado a la gente, generamos tanta expectativa que ahora lo normal es la decepción. Cada persona tiene en su vida su propio desastre a tratar de forma aislada. He de admitir que esta experiencia hizo replantearme si debo seguir con esto; soy tan orgulloso, tan soberbio, tan egocéntrico, tan narcisista, tan arrogante, y sé que son calificativos que difícilmente cambiaré. Entonces, siendo así, no sé si podría tolerar la indecisión de más personas como la última. No, no podría — momento de una nueva pausa, mientras continuaba manejando bajo una incesante lluvia — No sé, a lo mejor es tiempo de retirarme de esto, volver a mi hogar, sentar cabeza y pasar el resto de mis días en mi sofá, viendo en la televisión cualquier tontería mientras bebo mucha cerveza. Eso me suena un buen plan, ¿no crees?        

 

Lógicamente no hubo respuesta por parte de Jordán.

 

¿Qué pasa? ¿Ahora tú no me vas a contestar? — dijo sarcásticamente mientras, de nueva cuenta, sacaba un cigarro — Quién diría que no dar una respuesta es una gran respuesta. Quién diría que no recibir una respuesta me sentaría tan fatal — reflexionó finalmente entre humos.


Jordán despertó confundido y desorientado siete horas después, en la cama de un hospital con múltiples heridas alrededor de todo su cuerpo. Nada de gravedad, pero el porrazo fue tal, que sacudió toda su existencia. Las enfermeras no le proporcionaron mayor información respecto a cómo llegó a ese lugar, tan solo le dijeron que todos los gastos médicos habían sido debidamente cubiertos, y que tenía suerte de estar con vida... lo de siempre... puesto que ese golpe pudo haber sido peor, mucho más severo, con daños realmente críticos e irreparables. Su dolor físico era mermado por las mil vueltas que su cabeza le daba al asunto; la incertidumbre de saber qué había pasado con Ricardo Barbieri lo tenía inquieto. No sabía si ir a buscarlo para agradecerle por llevarlo al hospital o para vengarse, ya que su último recuerdo se basaba en una imagen de él apuntándole. Pero independientemente de ello, no sabía en dónde buscarle o cómo entablar comunicación con él. No sabía ni entendía nada, era como si Ricardo había desaparecido misteriosamente de la faz de la Tierra sin dejar rastro alguno. Casualmente la televisión del sanatorio comenzó a transmitir la noticia del millón; la policía había dado con el cuerpo de una mujer, dentro de un vehículo que se encontraba hecho añicos, en medio del bosque. No dieron más detalles. Algo no le cuadraba bien. 


Pudieron haber sido dos — 


Al girar su cabeza se enteró que el paciente que estaba a su izquierda no era otro sino Gabriel Melaza. Se encontraba maltrecho, vendado prácticamente de todos lados, recibiendo oxígeno y con las piernas totalmente destrozadas.


Gracias a Dios mi esposa  llamó a la ambulancia, de no ser por ella, no te estaría contando esto — continuó contando, tosiendo a cada oración que terminaba. 


Jordán no respondía. Y no era por asombro, sino más bien por coraje. 


No hablas mucho, ¿eh? — preguntó Gabriel — ¿Cómo te llamas, chico? ¿A qué te dedicas?


Estaba claro que Gabriel jamás en la vida iba a reconocer a Jordán, pero Jordán a él sí. No concebía la idea de que, a pesar de todo el daño provocado, el tipo siguiera con vida. 


Ricardo. Ricardo Barbieri — dijo Jordán luego de un prolongado silencio — Y soy estudiante — 


Ah, ¿sí? — dijo Melaza — ¿Y qué estudias?


Quiero ser exterminador — 


¿Y qué quieres exterminar? — dijo luego de una leve risa.


Quiero acabar con la maldad de este mundo


Hijo, no sé si este sea el hospital indicado para ti. La maldad ha existido desde siempre, y es algo que no tiene fin. Es algo inherente a la humanidad. El hombre es malo por naturaleza. No puedes acabar con la maldad del mundo. Además, entramos en el dilema de lo que es bueno y lo que es malo, y dependerá mucho de lo que tú consideres malo, aunque no necesariamente lo sea. Es como el yin y el yang; siempre habrá algo de maldad dentro de lo bueno, y algo de bondad dentro de lo malo. Son fuerzas opuestas que se complementan, se necesitan para poder existir — sermoneó Gabriel. 


Jordán no prestaba ni una pizca de atención a lo que decía Gabriel. Notó que en un taburete había un ramo de flores que su esposa, Gloria, le había llevado, lo cual enardeció aún más su furia. Sus nervios se alteraban de solo pensar que un violador incluía a Dios en sus palabras, lanzaba aquél discurso envuelto en hipocresía y falsedad, y aún así recibiera muestras de afecto de su señora. Entendió a la perfección el por qué Ricardo comenzó a dedicarse a esto. Pero Jordán no era tan benevolente como Ricardo, él no estaba dispuesto a dar segundas oportunidades. Él estaba completamente seguro de que terminaría lo que Ricardo comenzó, sin importarle que no existiera dinero de por medio. Así que sin más, a la medianoche de ese mismo día Jordán esperó a que Gabriel se durmiera, a que la enfermera de turno los dejara solos, a que las luces se encontraran apagadas, y muy cautelosamente se acercó con su almohada a la orilla de la camilla de Melaza, y en ese mismo acto le asfixió con ella sin hacer ningún ruido que lo delatara. Apretó sus puños, se guardó sus ganas de estrangularlo con sus propias manos. A la mañana siguiente se declaró su fallecimiento. Nadie sospechó del bueno de Jordán, quien recibió su alta médica esa misma tarde. 


Muy bien señor Cruz, ha sido todo. Puede retirarse — dijo el doctor. 


Gracias — dijo Jordán mientras comenzaba a retirarse.


Señor Cruz — dijo el doctor, frenándole y alzando su brazo para un apretón de manos. Jordán con una sonrisa aceptó el gesto, pero la misma no duró mucho cuando se dio cuenta que, más que un apretón, el doctor discretamente le hacía entrega de un teléfono celular — Vaya con cuidado


Jordán se retiró del hospital, y mientras iba por la calle revisó dicho teléfono, el cual era uno desechable, y en cuya agenda tenía registrado un solo contacto como "RB". Jordán sonrió, guardó el teléfono y siguió su camino. Jamás supo que fue Ricardo quien llamó a la ambulancia para "salvarle" la vida a Gabriel, de organizar todo para que le internaran justo a su lado, de llevarle flores a nombre de Gloria, y todo ello, para despertar en Jordán un instinto sanguinario que tarde o temprano saldría a flote. Colocó las piezas del rompecabezas de una forma magistral para indirectamente hacer de Jordán su legado, su heredero, le trasladó la antorcha convirtiéndolo en el nuevo asesino de asesinos.



sábado, 15 de mayo de 2021

PERDÓN 🙏🏻

Esto no es un blog. Hoy no hay historia ficticia con tintes deprimentes y que desde lo más oscuro puede llegar a dejar algún mensaje. Hoy solo soy yo, sincerándome respecto a mi inactividad en este medio. Sé que verdaderamente no hay necesidad de hacerlo, pero es mi deseo hacer constar mis razones.


No hay justificación. En mi primer blog (allá por el 2018) declaré fehacientemente que de manera frecuente, o cuanto menos periódica, estaría publicando mis títulos. Palabra que sostuve de forma constante en un inicio, pero que paulatinamente me fui menguando. Aquella llama inspirativa se fue apagando con el pasar de los días, de los meses. Una serie de eventos en lo cotidiano de mi vida, tanto para bien como para mal, impulsaron mi inconsistencia e hicieron destacar a flor de piel mi falta de compromiso. Lo que comenzó con blogs prácticamente semanales, discretamente se fue convirtiendo en mensuales, bimestrales, trimestrales, semestrales... solo hace falta verificar los registros cronológicos para exhibirme, para evidenciar el hecho de que no he subido ni un solo blog en lo que va del año. 


Y reitero, no caeré en excusas vacías. No es por falta de tiempo ni tampoco por falta de ganas; muchas veces me senté frente a la pantalla esperando que naciera algo del aire, que surgiera cualquier idea dentro de mi bizarra cabeza. Pero simple y sencillamente el cursor no se movía, la página permanecía en blanco. El tanque de inspiración está en cero, está bloqueado, y no es ni debería ser algo que deba forzarse. Como bien dicen por ahí, a la fuerza ni la comida es buena. 


Y es por ello que hoy salgo a dar la cara en esto que comencé. Le tomo la importancia debida porque para mí esto es así; terapéutico, liberador, un escaparate para el desahogo, un sitio en el que puedo plasmar y, de alguna manera, dar vida a todas y cada una de mis ideas. También estoy aquí para pedir perdón. Y no, no le pido perdón a nadie en especial (porque sé que es muy reducido mi grupo de lectores, pero que, aún así, no es que les quite el sueño el que no suba algo), me pido perdón a mí. Me pido perdón por dejar que situaciones ajenas al blog, y de las cuales no entraré en detalles, me influencien de manera negativa, me desgasten y me mantengan aprisionado emocionalmente, y, consecuentemente, le corte las alas, acorrale, amordace, secuestre y mantenga en silencio a mi pobre inspiración, que es una de las pocas cosas por las cuales realmente me puedo jactar. Me pido perdón por ser como soy, tan exigente, tan duro conmigo mismo. Perdón a Tetrix. Me pido perdón por creer que puedo con todo, y no porque no pueda, pero no puedo con todo a la vez. No sé si lo habré escuchado en algún lugar o si yo me lo inventé, pero soy fiel creyente y partidario de que uno de los primeros pasos al éxito es la aceptación. Y si estoy mal y me siento bloqueado, lo acepto. Pero sé que no es el fin del mundo, que la tormenta pasará, que todo pasa y todo cambia, y que este blog aún no ve la luz al final del túnel. A medida que voy escribiendo esto, me voy sintiendo mejor (incluso el sol se asomó por mi ventana) y es que todo se basa en la actitud que adoptes al momento de afrontar las situaciones adversas. Reprimir lo deprimente, y cabeza siempre al frente. Siempre he sido y siempre seré autosuficiente, pero soy humano y es válido tropezar, pero es obligatorio levantarse, así sea con o sin ayuda.


Retomaré el blog en el momento indicado. No lo prometo ni lo declararé fehacientemente, pero sé y estoy completamente seguro de que así sucederá.