martes, 12 de noviembre de 2019

EL TIEMPO DE TI.


Me he tomado un momento para darme cuenta que ya ha pasado más de un año desde que creé mi blog. Para darme cuenta que “constancia” es lo que menos he demostrado durante estos últimos meses. Si bien es cierto, no me siento obligado a escribir nada si no me siento dispuesto a hacerlo. Esto no es un trabajo para mí (al menos de momento), es un simple pasatiempo. Pero también tengo muy presente que escribir un libro es una de mis metas que me he trazado a largo plazo, y que mi inconsistencia e indisposición me significará un terrible obstáculo. Es por eso que me puse a pensar que el tiempo pasa y no regresa, que a lo mejor no le doy el mejor provecho y es por ello que de mí surgió la siguiente reflexión. Algo un tanto distinto a los demás blogs, pero espero lo disfrutes.

Imagínate esto: Si el tiempo fuera una persona, sería alguien cuanto menos interesante, ¿no? Una persona enteramente impredecible en su actuar e incomprensible en cuanto a la firmeza con la que toma decisiones. Unas veces amado, otras veces odiado. Unas veces le exiges que camine más rápido, mientras que en otras ocasiones le intentas tomar de la mano para frenarle, rogándole eternidad. El más deseado sin lugar a dudas. Sumamente relativo. Sería la persona más perfecta según la mayoría, pero a la vez el más repudiado por su incapacidad de perdonar. “Tic, tac… tic, tac…”, todos quisiéramos tener un vehículo como el del señor tiempo, pues este nunca se detiene, nunca falla. Es un señor que sale todas las noches a jugar cartas con el destino, mientras se cuentan lo que hicieron en su día. 

El tiempo es esa persona que está siempre contigo. Y no te confundas, él no es tu amigo; tú morirás algún día y el tiempo seguirá caminando como si nada hubiera pasado. Es más, tú le perteneces al tiempo y no el tiempo a ti. Tú eres su juguete, y llegará el momento en el que le aburrirás, perderá el interés en ti y simplemente decidirá soltarte. Pero no malinterpretes lo anterior, el tiempo es un buen tipo. Quizás sea un poco estricto, lo cual solemos confundir con crueldad, pero tarde o temprano nos damos cuenta de lo justo que es.

El tiempo se sienta en una esquina y te observa sigilosamente. Comprende tus decisiones, pone en duda tus acciones y escucha las palabras que pronuncias. Muchas veces te dice al oído: “Amig@, por supuesto que me quedaré contigo mientras pierdes el t…, mientras me pierdes, pero, ¿no tienes una tarea por hacer? ¿no tienes tantos temas que estudiar? ¿no tienes un cuerpo que moldear? ¿no tienes familia o amigos con los que me debas compartir? ¿no deberías declarártele a esa persona?”.

Es esa persona a la cual le prestas demasiada atención cinco minutos antes de salir de la escuela o el trabajo. Esa persona que se burla cuando le pides "tiempo" a tu novi@, o que creas que una relación se define por la cantidad de tiempo transcurrido con esa persona. Es esa persona que pasa increíblemente lento, aparentando detenerse, cuando estás con tu pareja, cuando la besas, cuando la abrazas. Es esa persona a la que te aferras al recién despertarte, a la que le dices: “sólo serán cinco minutos más”. Es esa persona que hace de todo con tal de que llegues a tu casa minutos antes de que llueva terriblemente. Es esa persona a la que te haces de oídos sordos cada que te regaña por tu insistente e innecesaria impuntualidad a tus citas. Es esa persona a la que le echas la culpa cuando dices “ha pasado tanto tiempo” desde que viste o hablaste con “x” persona, desde que te peleaste con tu mejor amigo o amiga sin lograr hacer las paces, desde que visitaste a tus padres, desde que te reuniste por última vez con tus amigos… cuando realmente el tiempo no es el culpable. Es esa persona a la que le imploras desmesuradamente cada que ves a tus padres, a tus abuelos o a cualquier ser querido que se encuentra atravesando por un mal rato, para que no las suelte jamás.

Porque sí, es un hecho que la gente no se vuelve más joven. El señor tiempo no tiene las suficientes manos para sujetarnos a todos a la vez, debe ir soltando a unas personas para empezar a tomar a otras que apenas van iniciando. Es ahí cuando soltamos frases al estilo “el tiempo no perdona” o “el tiempo perdido hasta los santos lo lloran”, pero, ¿realmente es el tiempo el culpable?

El señor tiempo nos dejará algún día. Eso es algo inevitable, así como evidente, nos damos cuenta de ello desde el día en que notamos que nuestros padres están envejeciendo. El señor tiempo únicamente nos verá de brazos cruzados y se mantendrá en silencio mientras nos deja decidir qué uso le daremos. Él suspira, para bien o para mal, cuando lo aprovechamos o cuando lo malgastamos. Él no nos lo dirá, pero lo que más desea es que lo aprovechemos pasando tiempo de calidad con tu padre, tu madre, tus hermanos, tus amigos, tu pareja. Él quiere que le recuerdes más frecuentemente a tus padres cuánto los quieres. Él quiere que dejes de lado tu teléfono celular mientras estás con tu familia. Él quiere que aproveches a todos y a cada uno de los seres que te quieren (porque sí, las mascotas también son propiedad del tiempo). Él quiere que dejes tus excusas de un lado y hagas realidad ese cambio que tanto anhelas, pero que al mismo tiempo no te animas a dar. Él quiere que expreses tus sentimientos por esa persona, que hagas las paces con alguien con quien te hayas peleado, que perdones a tus enemigos. Él no quiere que lo pierdas en personas o en cosas que no valen la pena, ni que sigas esperando cosas que definitivamente no sucederán, recuerda que lo único que cae del cielo es la lluvia. Él sanará tus heridas cuando lo necesites y dirá si algo o alguien es para ti. Él no quiere que tu pasado te atormente, ni que pensar en tu futuro te vuelva una persona ansiosa; él quiere que vivas  el presente en paz con él. Él quiere y espera muchas cosas de ti, que nazcan de ti. Intenta llevar una buena relación con el señor tiempo. Vive cada día como si no hubiese un mañana, porque mañana puede ser muy tarde. Porque cada día es un regalo y no un derecho dado. Cada segundo cuenta porque no hay un segundo intento. Recuerda que las manos del tiempo, jamás están de tu lado.

(Y sí, las últimas cuatro oraciones las tomé de la canción titulada “If today was your last day” del grupo Nickelback. La recomiendo escuchar).        





viernes, 27 de septiembre de 2019

El problema de la religión


Oh, polémica... 
Hablar de religión hoy en día es algo que se debe tratar con pinzas para no echarte de enemigos a varias personas. La palabra “religión” debería ser más innombrable que el mismísimo Voldemort. Lo cierto es que el título correcto tendría que ser “Los problemas de la religión”. A diferencia de los blogs anteriores, y seguramente posteriores, lo siguiente no es más que una opinión enteramente personal y no una historia inventada. Para ello optaré por escribir sin escrúpulos ni tabúes de por medio, quizá con chistecillos pero sin recurrir a la burla. Soy el primero en saber que escribir sobre religión no es precisamente la mejor idea, ya que siendo un tema que por su propia naturaleza es muy controversial, la repercusión más “normal” sería originar debates sin salida, o en el peor de los casos, discusiones. Por lo tanto, antes de empezar quisiera dejar en claro que en ningún momento mi intención es faltar el respeto ni ofender a nadie, únicamente dar mi opinión sobre ciertos temas sin ningún tipo de censura en los que evidentemente se ve inmiscuida la religión.

Los siguientes tres temas son problemas que, a mi parecer, no deberían existir y que existen absurdamente debido a motivos religiosos. Y, ojo, motivos religiosos no quiere decir que sea a causa de la religión propiamente dicha, sino de sus practicantes. Por ejemplo, es como decir que la mayoría de las leyes en Guatemala no son malas, porque ciertamente no lo son, el problema es que no se cumplen. Porque la religión no es mala, su concepto no es malo, lo malo es cuando se practica e imparte de una manera en que influye directa y negativamente en la vida de las personas. Para lo siguiente me basaré únicamente en fundamentos lógicos y objetivos, y no en bíblicos. Voy a obviar ciertos puntos, pues lo cierto es que es un tema delicado, y únicamente hablar de los temas que, a mi punto de vista, son los más notorios en la actualidad. 

Tu religión y las demás religiones.
Siempre he creído que religión es sinónimo de división, y ello se ha visto claramente con el pasar de los años. Casi pudiéndola categorizar en clanes en los que el vínculo en común son las creencias e ideales que cada religión practica. Viéndolo desde el exterior, siempre ha sido una especie de mini guerras: católicos vs. evangélicos, evangélicos vs. mormones, etc. Recuerdo perfectamente cómo en mi bachillerato la mayoría de compañeros (cristianos) le tiraban mierda a los pocos católicos del salón. Quiero pensar que se trataba de un caso aislado, pero estoy casi seguro de que es algo sumamente recurrente; personas de cierta religión hablando mal de otra religión y viceversa. Esta “guerra” se ha ido intensificando paulatinamente en las redes sociales en donde los usuarios son cada vez más hostiles y tumultuarios con respecto a esos temas. Lo ridículo del asunto, es que tanto la religión cristiana como la católica (insisto y hago énfasis con estas dos pues son las dos más practicadas en Guatemala) llevan a un mismo Dios. Y sí, quizás el catolicismo tenga convicciones y/o prácticas que el cristianismo no comparte, y a la inversa, pero pese a ser caminos distintos el destino siempre será el mismo, haciendo de dicha batalla de religiones un completo show sin sentido.

Lo anteriormente mencionado es uno de los problemas actuales y seguramente el más ligero, ya que es bien sabido que a lo largo de la historia la religión ha tenido un auge brutal y un poder tan inmenso para poder mover a las masas. Quien no creía en “x” religión era obligado por las malas, o quien creyese en “x” religión era degollado o quemado. Situaciones que aún en los años recientes suceden en países africanos. Básicamente era un: O estás con nosotros, o estás contra nosotros.

Pero el problema principal es que existen alrededor de 4,200 religiones en el mundo y cientos de dioses, y cada fiel creyente a su religión piensa que le es devoto al verdadero dios o a los verdaderos dioses. Que su creencia es la indicada, la perfecta, que solo los de su religión serán recompensados, bendecidos o salvados, que ellos están bien y los demás no porque su dios o sus dioses no existen o son considerados paganos (a veces resultando en un complejo de superioridad). Todo ello se vuelve a la vez en un concurso de popularidad entre religiones, en donde aquella que tiene más seguidores seguramente es la indicada. Pero, alguna vez te has preguntado, ¿cuál de todas es la religión correcta? ¿y qué tal que el budismo o el hinduismo fuese la correcta? Lo único innegable de que exista un sinfín de religiones es que propulsa innecesariamente una disonancia cognitiva.

La religión y la sexualidad.
Un tema que, a mi parecer, no deben ir de la mano de ninguna manera. El sexo es un comportamiento y una práctica natural en el ser humano. El hecho de que una persona disfrute sanamente de su sexualidad no debería ser mal visto ante los ojos de ningún religioso. Cada persona puede decidir por sí mismo qué va hacer y qué no hará con su cuerpo, pero ello no debe verse influenciado por la iglesia. Está mal que una religión le impida a una persona el poder experimentar sexualmente hablando, pues al final, es a través del sexo que la vida continúa y continuará.

Respeto a las personas que por decisión propia han querido mantenerse en abstinencia hasta el matrimonio, pero no lo comparto. Y te lo explico de la siguiente manera: imagina que naciste hoy, y como estricta imposición debes elegir una comida con la cual te alimentarás el resto de tu vida, ¿qué pasa si no te gusta? ¿qué pasa si te aburres? ¿qué pasa si no tienes la alternativa para poder probar otro tipo de comida? Porque al final el sexo es así, también se trata de gustos y complacencias. En mi opinión, es un elemento muy importante dentro de las relaciones de pareja y que no es necesario inhibirlo o intentar censurarlo (incluso por el simple hecho de hablar de ello se cree que se está haciendo mal). Los novios, si están de acuerdo, tienen derecho a practicarlo. Las personas, aún sin ser novios y sin compromisos, si están de acuerdo, tienen derecho a practicarlo.

Si eres homosexual, bisexual, o sea cual sea tu orientación sexual, pero debes reprimirlo u ocultarlo ante tu familia o ante la sociedad debido a motivos religiosos, entonces ¿cuál es el punto de seguir en dicha religión si a la larga te hace daño… si a la larga se convierte en una relación tóxica entre tú y tu religión? Por eso vuelvo y repito, el sexo y la religión no deberían mezclarse definitivamente. Porque pasa que los religiosos heterosexuales son los que ven de mala manera la diversidad sexual, como una enfermedad o comportamiento anormal que debe “tratarse”. Imagínate ser una persona homosexual carente de aceptación social, y encima carente de aceptación religiosa...      

La religión y las relaciones interpersonales.
Suele y es muy común que una persona religiosa decida no juntarse con otra persona que beba o que ande en fiestas. Y está bien, uno vela siempre por lo que considera es mejor en su vida y dejando de lado todo aquello ‘que no lo edifica’. ¿Pero cuántas veces nos hemos negado la oportunidad de conocer a alguien únicamente por no compartir una misma religión? No hablo por mí, pero sí ha sido algo que he visto y muy de cerca. Por ejemplo, una chica evangélica; lo ideal sería que su pareja fuese un chico evangélico, pero ¿qué pasa si le gusta un chico católico o de cualquier otra religión? ¿es demasiado imperativo el tener que ignorar lo que su corazón siente por lo que su religión le dicta? He visto relaciones terminarse, incluso me ha pasado, por motivos religiosos. Y muchas veces no es porque así lo quieran las personas, sino porque según su religión ‘es lo correcto’ o porque se ven muy influenciadas por su familia, o por la prédica dada por el pastor o sacerdote (que al final esas son sus virtudes; una labia increíble que conlleva al convencimiento, que en veces nos aleja de lo que queremos o de lo que nos hace felices).    

Y lo anterior está íntimamente ligado a la religión radical o el fanatismo. A las personas cuya devoción es tan ferviente y desenfrenada que, debido a sus bien fundados principios, son muy estrictos consigo mismos y con los demás. Y no quiero que se malinterprete, no es que dichos principios estén mal, sino que ello crea un distanciamiento social, una autoconvicción rigurosa. No comparto el hecho de que una religión pueda controlarte en tu actuar, hablar o pensar de una manera tan correcta que se vuelva negativa, que te prohíba escuchar y cantar la canción que quieras, bailar al ritmo de la música que quieras, vestirte con la ropa que te gusta, andar con el chico o chica que te gusta, hacerte el tatuaje que siempre has querido, tener los amigos con los que te sientas a gusto, besar y hacer el amor cuando realmente ames o te sientas preparado o preparada, decir alguna grosería cuando la situación lo amerite sin sentirte culpable… porque, carajo, venimos a ser felices, no a ser perfectos.

Y no pretendo cambiar mentalidades, no pretendo poner en duda ninguna religión, mi intención no es hacer ver mal a las religiones. Si bien es cierto que gracias a las religiones es que salen personas muy correctas, muy bien formadas, diligentes, personas llenas de valores y virtudes las cuales ponen en práctica en su diario actuar. Personas que reflejan todo lo que han aprendido haciendo el bien, siempre el bien, y que no se dejan corromper. Porque sí, hasta la religión ha sido consumida en corrupción hoy en día, en doblemoralismo, pero eso es otro tema. Lo que pretendo es hacer un recordatorio de lo que verdaderamente son las religiones, lo que verdaderamente buscan; el medio perfecto para entablar una relación con Dios. Porque religión no es lo mismo que Dios. Porque pueden haber personas no religiosas pero sí creyentes en Dios. Y quizá todo lo anteriormente expuesto no se debe a causa de las religiones como tal, sino más bien de las personas religiosas que han creado innecesariamente todos esos conflictos, siendo menester hacer mención de toda la negatividad que ello ha generado y del daño que provoca dentro de las personas y dentro de la sociedad. Queda muy en claro entonces que el problema de la religión son las mismas personas.

¿Qué es lo que se debe escribir tras haber finalizado de hablar, y no precisamente a favor de la religión? ¿Amén? ¿Abierto a cualquier debate? ¿Arena ven a mí?




miércoles, 18 de septiembre de 2019

M0FY


Los tiempos cambian, las generaciones pasan y al veterano de la vida tan solo le quedan dos únicas opciones: adaptarse o hundirse en ignorancia. Cada vez me vuelvo más partidario de la frase “la vida es un momento”. En un abrir y cerrar de ojos lo que nos parecía la tecnología más moderna del siglo, en un par de años pasa a ser una simple baratija anticuada. Imagínense vivir en los años ochenta o noventa, y tener al alcance de la mano grandes inventos para la humanidad tales como la televisión, la radio, el teléfono… y que posteriormente tengamos que estar lidiando con teléfonos super modernos, colmados a más no poder de miles de aplicaciones, siendo casi obligados a tener que abrir nuestras propias redes sociales en distintos sitios web con tal de estar en contacto con familia o amigos, por motivos laborales o simplemente para estar actualizado en las noticias. Qué dolor de cabeza tener que recordar tantas contraseñas. Y todo ello para luego descubrir que toda esa tecnología moderna, si bien es cierto facilita muchos aspectos de la vida, pero que tras un determinado lapso de tiempo puede volverse en un vicio, en una pérdida de tiempo valioso, en un incentivo a la procrastinación. Nos damos cuenta tarde o temprano que preferimos chatear que hablar frente a frente con las personas.

Hoy, después de trabajar, le pasé comprando a mi hijo pequeño ese nuevo juguete que se encuentra a la moda en todas las tiendas, “M0FY”. Este es un oso de peluche, aparentemente ordinario, con la peculiaridad de que posee un sistema interno de cientos de respuestas y de combinaciones de palabras distintas para cada frase que su micrófono reciba del exterior. Es decir, la gente le habla y el juguete responde. Haciendo parecer que éste tiene inteligencia propia para poder formular las respuestas, pero obviamente careciendo del raciocinio necesario para ello. Mi hijo apenas tiene cuatro años y desde hace ya un par de semanas se había obsesionado con este oso. Así que aprovechando que recién me habían pagado, decidí darle la sorpresa.

Para resumir la historia, ese día regresé a casa en horas de la noche y sin más rodeos le obsequié a M0FY. Mi hijo estalló de emoción, como era de esperarse, y desde ese día se volvió prácticamente su mejor amigo. Me atrevo a decir que era casi su confidente. Entablaban conversaciones demasiado extensas. Creo que ni siquiera yo había llegado a tener una conversación tan prolongada con mi propio hijo. Él no se cansaba de M0FY, lo quería llevar a todas partes. Los únicos dos momentos en que finalmente lo soltaba eran cuando él se iba a la escuela, y cuando se lo quitaba o escondía por estar hablando con él cuando se suponía debía estar durmiendo. La realidad es que me intrigaba poderosamente el saber qué tanto podría un niño hablar con un juguete.     

Cierta vez, coincidentemente mi día de descanso fue el mismo en que mi hijo se fue de excursión desde la madrugada hasta el ocaso del sol. Mi hijo retornó a casa muerto del cansancio y lo último que me dijo antes de sucumbir ante el sueño fue: “Papi, cuida de M0FY esta noche, por favor”. Entonces mi pequeño entró en un trance profundo, parecía que ni el terremoto más devastador iba a lograr despertarlo. Tras acostarlo me dirigí al comedor, pues recordaba haber visto por última vez al oso sobre la mesa.

Dicho y hecho, el juguete se encontraba en dicha mesa. Lo tomé, me le quedé viendo por unos instantes y levantando una ceja le dije:

A ver, ¿tú qué tienes de especial?

¡Hola!, mi nombre es M0FY — dijo tras haber procesado mis palabras — Estoy diseñado para conversar, enseñar e inclusive aconsejar a quienes interactúen conmigo

Cierto es que durante ese día había tomado un poco, pero eso no le restaba lo tétrico al ambiente. Es decir, estando solo en casa, en la nocturnidad, hablando con un muñeco inanimado y, en teoría, irracional, y que éste emitiera palabras congruentes le brindaba al escenario los elementos necesarios para una película de terror.

Háblame sobre mi hijo — le dije, mientras me acomodaba en una silla.

Rubén es un niño muy inteligente — dijo, acertando al nombre — Él me cuenta muchas cosas, nos volvimos los mejores amigos

¿Y sabes por qué hoy no podrá hablar contigo?

No específicamente. Pero supongo que es porque estaba muy exhausto por la excursión de la que me platicó hace unos días

Me quedé callado unos segundos. Procuraba no ser intimidado y de ninguna manera quitar la cara de seriedad que me cargaba (creyendo ingenuamente que quizá el juguete tuviera alguna especie de cámara de vídeo). Pero por dentro sucedía dentro de mi ser una mezcolanza entre asombro y terror. El tono de voz de M0FY era como la de un niño pequeño, como las típicas voces de niño que le colocan a las caricaturas de niños.

Y dime, M0FY, ¿de qué tanto hablas con Rubén? — le cuestioné mientras me servía en un vaso de cristal una nueva cerveza.

Rubén es un niño verdaderamente inteligente — respondía — Me cuenta todo; cuáles son sus sueños, sus miedos, sus hoobies. Me cuenta prácticamente todo lo que hace en un día, incluso las cosas malas

¿Qué cosas malas? — pregunté tras dar el primer trago, interesado por lo último que dijo el estúpido oso (jamás en mi vida me imaginé estar hablando con un juguete a mi edad).

Rubén me ha brindado su entera confianza para hablarme de ciertos temas durante estos dos meses que he estado con él, y…

Tan sólo limítate a responder la pregunta — le interrumpí desafiantemente.

Por ejemplo del constante bullying que recibe en su escuela — dijo tras unos segundos, a lo que me quedé perplejo — O también de tus problemas de alcoholismo

¿Mis qué…?

Y que estando borracho le sueles golpear… — continuó imperturbable.

En ese momento me levanté de mi silla con el ceño fruncido, apretando los dientes con todas mis fuerzas y sintiendo exactamente cómo me hervía la sangre de a pocos. No podía tolerar que fuese un juguete el que escupiese tantas verdades.

O de por qué su mamá, tu esposa, los dejó por tu culp…

No pude soportar más escuchar al maldito, así que simplemente lo tomé bruscamente y lo arrojé lejos de mi vista. Estaba alterado, totalmente agitado, los efectos de la cerveza ya se habían hecho presentes. Me percaté que M0FY se estrelló contra un vaso lleno de agua, rompiéndose éste y todo el líquido se derramó sobre él, penetrando hasta su sistema electrónico.

Me acerqué lentamente al oso, intentando relajarme tras ese impulso violento que tomé. Me agaché y lo recogí. Estaba empapado, sabía que eso no significaba nada bueno. Supe casi de inmediato que mi hijo se entristecería mucho cuando se diese cuenta, y que el dinero gastado (que fue mucho) fue una total pérdida. Le miré a los ojos, y aunque suene ridículo me disculpé con él. O quizá era la cerveza la que estaba hablando.

Te dejaré secando toda la noche y con suerte aún funciones correctamente para mañana — hablaba solo… o eso pensaba.

Déjame hacerte algunas preguntas — me dijo, con un tono de voz un tanto más grave… aparentemente distorsionado.

Inevitablemente me asusté. Mi corazón latía a mil por hora. Parecía una película de terror vuelta realidad. No podía salir del asombro, apenas logré emitir un sonido casi inaudible. Sentía que mis huesos se habían congelado y mis músculos tensados, impidiendo que pudiese soltar a M0FY.

¿Por qué trabajas donde trabajas? ¿Por qué practicas la religión que practicas? ¿Por qué tienes los amigos que tienes? ¿Por qué bebes todo lo que bebes? ¿Por qué haces lo que haces? ¿Por qué? Verás, todo en la vida se puede cuestionar. De hecho, lo ideal sería cuestionar todo lo que haces, dices o piensas. Pregúntate a ti mismo “¿por qué?” y responde de la manera más racional, lógica y congruente que puedas. Si tu problema es que sea un peluche parlante quien te diga las cosas como son, ¿qué te impide que seas capaz de darle respuesta a tales preguntas?

La parálisis que recorría mi cuerpo se extendía hasta mi voz. El impacto de tal situación era tal, que no podía hacer nada más que respirar. Transpiraba alocadamente. Estaba sumamente confundido, las preguntas que me hizo en definitiva me calaron, pero no podía responderlas en ese momento. No en esas condiciones. Eran excelentes preguntas para reflexionar y meditar, creo que todos deberíamos preguntarnos eso alguna vez, pero no si era un oso de peluche el que te las hacía.

El creador de M0FY lo previó todo desde un inicio — seguía hablando — Él sabía perfectamente que en algún momento y lugar, algún graciosito quisiera destruir a M0FY. Lo que la gente no sabe, es que cuando el sistema está a punto de colapsar, envía una señal al ordenador central del creador. Quien, si así lo desea, puede tener acceso a la bocina de M0FY y hablar por él mismo

¿Pero qué…? — dije casi tartamudeando.

Asimismo, puede activar las cámaras de vídeo integradas a su sistema para verificar el rostro de quien quiso destruir a M0FY

Si lo anterior es cierto, mis sospechas terminaron siendo certeras.

¿Pero por qué y para qué? — logré preguntar — ¿Qué sentido tiene? ¿Acaso es el creador el que me está hablando ahora mismo?

Me interesa saber cómo es el pensar de ciertas personas — dijo tras una breve pausa — Desde la más pacífica hasta la más violenta. Y la mejor forma de saber eso es a través de los niños. Ellos saben perfectamente del entorno familiar en que viven y no se atreverían a mentirle a un oso de peluche. De todos modos, soy un ser irracional, ¿no? Lo que cada niño le dice a su M0FY, se va grabando automáticamente y viajando a una base de datos sincronizada y de ahí es que concluyo cómo es la convivencia con sus progenitores o encargados

¡¿Quién te crees que eres?! ¡¿Acaso son policías?! — le grité furioso.

A la gente no le gustará lo siguiente, pero la realidad es que la única manera de saber con precisión cómo se comporta el núcleo familiar, escolar o de otra índole con ellos es violentando su privacidad — continuaba — Y te asombrará saber, Kevin, que a la fecha ya hemos descubierto innumerables casos de maltrato infantil, de pedofilia, violaciones, prostitución, bullying escolar, tendencias suicidas y lo más recurrente, y en donde encajas muy bien; violencia intrafamiliar

Finalmente logré soltar a M0FY, y casi de inmediato escuché que alguien estaba golpeando a la puerta con mucha insistencia… es más, presentía que era más de una persona.

No somos policías, Kevin — seguía diciendo desde el suelo — La policía es inútil ante mis ojos. Para que me puedas entender, somos un grupo clandestino de hackers y nuestra misión es única y exclusivamente velar por la protección de los niños víctimas. ¡Somos la voz de los que no tienen voz!...

En ese preciso instante escuché perfectamente cómo derribaban mi puerta… escuchaba cómo varios pasos se acercaban más y más al lugar en el que estaba.

No somos ni buenas ni malas personas, Kevin — seguía diciendo con un tono mucho más oscuro — Sabemos y estamos conscientes de que hacemos algo que en esencia está bien, pero también creemos firmemente que la violencia se combate con violencia. Si el sistema actual es deplorable y disfuncional, nosotros tomaremos las riendas. Los culpables merecen un escarmiento directamente proporcional al daño cometido. Traeremos de vuelta la Ley del Talión…

Mientras tanto, y sin darme cuenta, ya tenía a cinco tipos detrás de mí. Todos vestían de negro, con una capucha que les cubría el rostro y todos portando unos bates metálicos.

Piensa bien en las preguntas que te hice, Kevin — me dijo antes de perder el conocimiento — Sé que harás un excelente trabajo en darle solución a las mismas. No lo hagas sólo por ti, hazlo por Rubén. Sólo queremos que hagas bien tu trabajo. Nosotros haremos el nuestro




domingo, 28 de julio de 2019

El odio de Aaj beh

NOTA DEL AUTOR: Antes de entrar de lleno en la historia, me gustaría hacer mención de que la siguiente historia la escribí por dos razones; la primera, porque me apetecía abordar el tema del odio generacional. Y la segunda razón, es porque estaba participando en un concurso de redacción de historias, cuyo premio sería su exhibición en la feria del libro, y en donde uno de los lineamientos base consistía en que dicha historia estuviese inspirada en la cultura maya o azteca. Otra de las formalidades imperativas es que dicha historia no superara las 2,500 palabras, norma que me costó un mundo acatar (y que de hecho no acaté, pues mi historia superaba las 3,000 palabras).

Quiero pensar que si no gané fue por no haber acatado dicha regla y haber incurrido en una inmediata descalificación, pero ¡vamos! es un completo martirio imponerle un límite al escritor, condicionar su imaginación y creatividad, máxime cuando su estilo consiste en extenderse lo necesario con tal de tener una obra más o menos decente. Y es que, personalmente, la obra que redacte me tiene que gustar primero a mí, para luego ya poder siquiera pensar que le podrá gustar a alguien más. Quiero pensar, pues, que fue por eso... o bien, por la forma tan trágica, dramática, y en veces bizarra que suele caracterizar mis escritos.

Me sincero, y confieso que la siguiente historia de mi autoría no es de mi total agrado, por todos los condicionantes anteriormente mencionados. Evidentemente tuve que informarme antes de escribir esta historia. De antemano me disculpo si durante el transcurso de la misma incluyo elementos equívocos, irreales o, en el peor de los casos, que puedan llegar a tocar la moral. Quizás está mal ponerme a hablar de temas que no conozco enteramente, pero, vuelvo a lo mismo, era parte de los lineamientos hacerlo de esa manera, Estoy consciente de que quizá no era exactamente la forma más ideal en que quería hacer llegar el mensaje de lo mal que le hace a la vida el tema de generalizar, pero era mi deseo incluir esta historia dentro de mi blog. Tenía qué. Sin más dilatación, presento la historia titulada: "El odio de Aaj beh".
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Corrían, corrían y no les pasaba otra cosa por la mente que no fuera correr. Su instinto de supervivencia pudo imponerse con muchísima más autoridad y solidez que el cansancio por el cual estaban atravesando sus frágiles piernas. Por delante de todos iba Aaj beh, el más grande de los tres hermanos, sobre quien recayó la responsabilidad de mantener sanos y salvos a su hermana Itzen y al pequeño Athziri. Corrían pues, a pies descalzos, cruzándose todo tipo de ríos, enredaderas, fangos. Lo único que querían era alejarse, escapar desesperadamente del sitio que alguna vez llamaron hogar y que en estos momentos se hundía progresivamente en la miseria. Sus progenitores lograron hacer que éstos se escabulleran entre la frondosa selva, esperanzados en que sólo así podrían conservar su vida y su libertad. Mientras su pueblo era sitiado por aquellos que defendían el rojo y el amarillo en su bandera, mientras sus más leales guerreros eran brutalmente asesinados por defender a los suyos, mientras sus mujeres eran violadas, mientras su gente era esclavizada y despojada de sus tierras y de sus pertenencias, los tres hermanos no podían hacer nada más que correr. La caída del imperio maya era inminente.


Haciendo honor al significado de su nombre, Aaj beh estaba desempeñándose como guía imprevisto de sus menores hermanos. Él iba a la cabeza, aunque sin llevar un rumbo fijo. Su única referencia era avanzar en una sola dirección, dirigirse a lo que él consideraba era el norte, sin voltear atrás. Itzen llevaba en sus brazos al pequeño Athziri, cuyo llanto era sumamente exasperante y no parecía estar próximo a terminar. 

En ese momento Aaj beh no rebasaba los once años; aún no comprendía a cabalidad las atrocidades de las que eran capaces de cometer los invasores de España. No sabía si sus padres se encontraban con vida; en especial su padre Ikal, quien era un fiel guerrero maya. Lo único que tenía bien en claro, era que sus hermanos dependían ahora de él y que en él recaía la obligación de alimentarlos y brindarles refugio. Al encontrar un lugar para establecerse tras haber corrido cientos de kilómetros sin destino alguno, Aaj beh se dispuso a construir a base de piedras, ramas y lianas una pequeña pero acogedora choza en la que perfectamente cabían los tres. Itzen se dio la labor de salir en búsqueda de alimentos para sus hermanos. Y así lograron sustentarse por las siguientes semanas. Reflexionaban a cada poco sobre sí seguir adorando a Hunab-Ku, o si convertirse en monoteístas y serle devotos únicamente a Ah Puch, dios de la muerte; pues eran conscientes de que la vida que llevaban no duraría mucho tiempo y que la muerte los alcanzaría tarde o temprano. Sin embargo, su misticismo no se perdió en ningún momento y continuaban realizando sacrificios animales, siendo su objetivo primordial el obtener la protección necesaria ante los españoles. Aaj beh se quedó con la incógnita sobre la mujer que sus padres le tenían preparada como su futura esposa. Cayeron en la cuenta de que su huida llevaba implícito el rehacer nuevamente su vida, dejando en el pasado y debiendo tirar por el caño varias de sus costumbres. Ya no tenía sentido seguirlas practicando.      

Doce años fueron los que pasaron. Para ese entonces ya había nacido Yatzil, quien fuere producto de la unión incestuosa entre Itzen y Aaj beh. Este último se había convertido ya en todo un líder de hombres, había forjado el carácter necesario para hacerle frente a cualquier adversidad que se les presentara a lo largo de esta travesía. Corría en su sangre los genes de un perspicaz guerrero, tal y como lo era su recordado padre. La expansión de la conquista española los obligó a adoptar un estilo de vida nómada. Vivían siempre a la expectativa; turnándose para hacer de guardia vigilante, a fin de estar siempre preparados para huir, o bien, pelear. No tuvieron más opción que fabricarse sus propias armas de combate; lanzas, arco y flechas, espadas, jul y jatz’om. Y es que todos los hermanos, a excepción de Yatzil, ya habían manchado sus manos y su consciencia de sangre al haber matado a sangre fría a varios animales y a varios españoles (que, para ellos, venían siendo lo mismo). Preferían firmemente vivir a escondidas que cautivos. Se renegaban a formar parte del enemigo, aún si fuese como esclavos. Es más, era un odio irreversible lo que sentían por todos aquellos quienes significaron su más grande desgracia. Llegaron a creer que eran los últimos sobrevivientes de la cultura maya y que su desaparición conllevaría a la extinción de la misma. Ese mismo pensamiento fue la razón de concebir a la pequeña Yatzil; quien, cuando creciera, estaría destinada a ser la madre de los hijos de Athziri, y de esa forma ir construyendo paulatinamente una nueva sociedad. El mayor de los hermanos ya lo tenía todo planeado, dentro de su cabeza residía una idea visionaria del resurgimiento de su pueblo caído. Sabía que el camino no sería nada fácil, pero estaba completamente convencido de que la epifanía de este sueño era la misión que se le encomendó.

Fue una tarde del doceavo mes dentro del calendario maya bajo el sistema Haab en que Itzen, en una de sus rutinarias caminatas para la recolección de comida, se topó con lo que significaría un dilema, un punto de inflexión, un antes y un después en su vida. Tanto fue su asombro, que no pudo evitar soltar un pequeño grito el cual llamó poderosamente la atención de Aaj beh, quien se encontraba descansando en la choza y quien de inmediato corrió a socorrer a su hermana y madre de su hija. Al llegar al lugar de donde provino el grito de Itzen, se topó a esta tomando de la mano a una pequeña niña mestiza. Aaj beh, casi por impulso, sacó un cuchillo dispuesto a eliminarla. Pero Itzen lo detuvo, explicándole que la pequeña se encontraba extraviada y por azares del destino fue a dar al lugar en que se encontraban escondidos ellos. La mestiza aparentaba unos tres años, sus gallardos ojos azulados denotaban el temor que le infundía estar en esa situación, pero no quebraba en llanto. Y fue entonces el inicio de la discusión.

Aaj beh le recordaba a Itzen todos los pecados cometidos por los de “su especie”; que todo por lo que han pasado, todo lo que han sufrido, todo lo que han perdido se debe a gente como ella. Mientras que Itzen abogaba a favor de la mestiza, diciéndole a su hermano que la pequeña no es culpable de haber nacido del lado contrario, de los que ellos consideran como rivales a muerte. Aaj beh, sin bajar el arma, estaba convencido en sus convicciones bien fundadas, su terquedad le impedía retractarse. Alegaba estar seguro que cuando creciera iba a formar parte de los mismos asesinos, de esa misma plaga que únicamente se motiva en buscar el poder, el control y el dominio de las masas a toda costa, sin importar qué. Que cuando crezca, va a ser de las mismas personas que con malicia aplaudirán el haber aniquilado a los mayas, que escupirá sobre los esclavos y los tratará como la peor de las escorias. Itzen hacía hincapié en que la mestiza rebalsa en inocencia, que sus formas de actuar, pensar y hablar son perfectamente moldeables a su edad, que aún está a tiempo de ser una persona distinta a sus antecesores. Que ella no tiene por qué ir cargando con los pecados de los de su sangre. La discusión continuó con las mismas posturas sin llegar a una clara resolución.

Un extrañado Aaj beh bajó y guardó finalmente su arma, pero sentenciando a Itzen, imponiéndole el ultimátum entre elegir a su familia o a una niña totalmente desconocida. Él no quería ver a una mestiza viviendo entre ellos, ni siquiera como esclava, llegando al extremo de amenazar a su hermana de abusar sexualmente de la mestiza y de obligar a Athziri a hacerlo también, para posteriormente asesinarla. El odio de Aaj beh hacia los españoles era tal, que incluso amenazó con llevar la cabeza de la niña ante los españoles como venganza y/o advertencia. Su decisión era terminantemente final. Itzen se encontraba entre la espada y la pared, anonadada por las horripilantes palabras que salían de la boca del padre de su hija. Evidentemente no quería dejar de ver a su familia, pero su instinto maternal le impedía dejar a la mestiza por su cuenta a una muerte segura. A diferencia de su hermano, ella no era consumida por el odio.  

Itzen se decidió, y para sorpresa de su hermano, se decidió por la vida de la mestiza. Quiso darle una oportunidad a la pequeña española, para demostrarse así misma y a Aaj beh que se equivocaba. Que sí existe margen de cambio en las personas, y que ello no estaba condicionado de ninguna manera por la sangre que corría por sus venas. Su hermano no podía creer lo que veían sus ojos, cómo su hermana se alejaba y abandonaba a su familia por la vida de una “irrelevante” niña. Itzen comenzó a desaparecer entre la vegetación de la selva, pudiendo escuchar todavía las palabras que profería su hermano, quien, cegado por su rencor, le advertía a gritos que la mestiza la traicionaría cuando creciera, pues eso llevan en la sangre. Que la niña sería su perdición.

Con lágrimas en sus ojos, Itzen se marchó con la mestiza, a quien posteriormente renombraría como Nicte. Tras doce años de llevar el mismo estilo de vida, Itzen tenía amplio conocimiento para cómo cuidarse, cómo cuidar a un menor, cómo conseguir alimentos, cómo defenderse, cómo llevar una vida pasando desapercibida en el mundo, por lo que no tendría problemas para arreglárselas. Pero obviamente le partía el corazón el hecho de dejar atrás al fruto de su vientre, Yatzil, quien crecería sin una figura materna. Y quien, por disposición de su padre, ya estaba reservada para Athziri. Por otra parte, Aaj beh se dio la vuelta y se regresó a su choza, su orgullo y mente cerrada no le permitirían aceptar otra cosa distinta. Regresó sólo para anunciar las malas noticias. Claro que, las anunció de una forma enteramente tergiversada y manipulada, haciendo alusión a que Itzen prefirió adoptar a una niña española que a su propia familia, que a su propia cultura. Que los abandonó, que se unió al enemigo. Con las intenciones de colocar a Athziri y a Yatzil en contra de Itzen, objetivo que cumplió.

Tres lustros fueron los que transcurrieron tras lo antes en mención. Aaj beh finalmente logró encontrar un estilo de vida más sedentario tras situarse en un territorio que no era frecuentado por básicamente nadie y les brindaba protección. Tal y como se esperaba, Athziri y Yatzil se unieron y procrearon a Itzam-ná. No obstante, Yatzil se encontraba nuevamente en estado de gravidez, esta vez por el mismo Aaj beh. Este último ya estaba rozando casi los cuarenta años, era todo un veterano y experimentado guerrero. Para llegar a las tierras en que se encontraban tuvo que darle muerte a varios españoles que iba encontrando en el camino, emboscándolos discreta pero astutamente, pues Aaj beh era superado en número. Su hermano menor también le ayudaba. Conservaban sus ideales y sus convicciones, no contemplaban la idea de tener personas cautivas. Su sed de venganza excluía toda idea de piedad o misericordia.

Hasta que, una noche, mientras eran horas de descanso. Hizo finalmente su regreso Itzen acompañada de una hermosa jovencita, quien respondería al nombre de Nicte. Además, las acompañaba otra persona. Aaj beh, al notar la presencia de intrusos en su hogar, salió enfurecido a hacerles frente hasta que logró reconocer a Itzen. Aaj beh inmediatamente sacó su arma y llamó a Athziri, quien no tardó en salir acompañado por Yatzil, quien llevaba a su hijo en sus brazos. Aaj beh cuestionó a su hermana sobre cuál era la razón de haber retornado, que ella ya no era bienvenida. A lo que Itzen le respondió algo que lo dejaría perplejo.

Decía Itzen que primeramente no fue nada fácil dar con este lugar tan recóndito. Que regresó por dos razones; la primera de ellas fue demostrarle a su hermano el casi imperdonable error en el que estuvo durante todos estos años. Pues que Nicte, quien en ese momento dio un paso al frente, vestida con ropas típicas mayas, hablando la lengua maya, es una mujer realmente noble, fue criada con amor, se le inculcaron los valores necesarios para no parecerse ni un poco al monstruo en que Aaj beh insistía en que se iba a convertir. Que ni su pasado ni su ascendencia podía definir su futuro. Que si bien es su hija adoptiva, en ningún momento se ha sentido discriminada por ella a pesar de ser mestiza. Que siempre le ha demostrado su gratitud y su amor en todo momento. Nicte sabe que ella no es su madre biológica, pero siempre la ha tratado como tal.

La segunda razón; conlleva una pequeña historia. Relata Itzen que todo este tiempo estuvieron viviendo en una nueva choza construida por ella, pero fue hasta hace aproximadamente dos años que fueron descubiertas por un grupo de guardias españoles que rondaban por la zona. Y sin hacerles ningún daño, fueron llevadas frente al Monarca quien decidiría qué hacer con ellas. Si bien es cierto, que Itzen creyó que su esclavitud era inevitable, se apersonó un hombre quien decía ser padre de la mestiza. Los rasgos eran evidentes, el parecido entre ambos no dejaba duda alguna sobre la veracidad de sus palabras. Además, contó la versión de los hechos del día en que accidentalmente perdió a su hija años atrás. Que el fuego de su esperanza se apagaba cada día más debido a su súbita desaparición y a la ausencia de pistas. Que ha hecho hasta lo imposible para encontrarla, pero todo ha sido en vano, hasta el día de hoy. Este hombre, Adriano, era un criollo conocido del rey. Y le estaba pidiendo, suplicando, que se le devolviera a su hija, originalmente de nombre María. Sin embargo, la mestiza no se quería desprender de Itzen. Adriano notó el vínculo existente entre ambas, así que pidió la liberación de ambas, aduciendo que él se encargaría de ellas. Tras pensarlo unos segundos que parecían eternos, el Monarca le dio lugar a la solicitud que se le hizo, y luego de varios formalismos, ambas mujeres quedaron a disposición de Adriano.

Ambas se volvieron al catolicismo y comenzaron a aprender el idioma español. Cuando ya existía una comunicación más o menos fluida, Itzen pidió por la vida de su familia. Por lo que se inició la búsqueda, con el objeto de salvaguardarlos. Darles una mejor oportunidad de vida como muestra de agradecimiento por haber salvado y criado bien a su hija. Una vida digna y libre de cualquier tipo de esclavitud o discriminación.

Ante las alegaciones de Aaj beh, las cuales no se hicieron esperar, Itzen trataba de convencerle del garrafal error que estaba cometiendo al encerrarse en su propia burbuja, al negarse rotundamente a dar una sola oportunidad, al rehusarse a avanzar, al querer saciar su deseo de venganza cueste lo que cueste. Parecía que los ojos de Aaj beh se saldrían de sus cuencas, su ceño fruncido a más no poder, apretaba con ahínco sus dientes y empuñaba cada vez más su arma. Con la mirada le ordenó a Athziri manchar el filo de su lanza con la sangre de su hermana, pero este se mostró dubitativo, refunfuñando que no lo iba hacer. Aaj beh no podía aceptar una desobediencia por lo que se tornó contra su hermano soltando una bofetada que casi le tumba, interfiriendo al instante Yatzil, implorando por calma, pidiéndole a su padre que colocando una mano en su consciencia reconsiderara las cosas. Yatzil le reveló a su padre que no es su deseo ni el de Athziri el querer tomar represalias contra los españoles, que ellos no son capaces de albergar el odio que mora en el corazón de Aaj beh, que la realidad es que están cansados de seguir cumpliendo instrucciones que únicamente los llevarían a un aislamiento brutal y consecuentemente a su perdición, que no quieren que sus hijos vivan en un entorno tan hostil, casi bélico.

Aaj beh quedó estupefacto ante tal contestación que significó una total revelación. Él estaba seguro de que podía jurar sobre la vida o sobre la tumba de sus padres que su deseo era el deseo de la colectividad. Pensó que estaba actuando correctamente para concretar aquella visión que algún día se le presentó.

Su arma cayó pesadamente al suelo. Sin mediar palabra, se dirigió a pasos desorientados hacia Itzen, y al quedar frente con frente con ésta exclamó en su propia lengua: “Me equivoqué. Tienes razón, todo el tiempo la tuviste. Lo que para mí es un odio fundado y racional, para mis hijos será infundado e irracional. Mi error iba a conducir a mi familia a un odio desenfrenado. Las generaciones futuras iban a nacer en odio y morir en el mismo, sin saber por qué. Mi error iba a normalizar el odio, lo iba a convertir en una equívoca tradición”. Aaj beh suspiró profundamente antes de continuar diciendo: “Dile al hombre español que mi familia aceptará gustosamente la invitación propuesta para que sus vidas tomen un rumbo distinto al que yo creí era el más adecuado”. Aaj beh se estaba excluyendo a sí mismo. “Yo jamás podré perdonar a los españoles. Pero me han demostrado que el cambio es posible de ocurrir en una persona. Es casi un pecado generalizar pues no todos son iguales y es totalmente injusto grabar en mi descendencia esa mentalidad”. Itzen intentó utilizar otra combinación de palabras a fin de persuadir a su hermano y padre de su hija para que él se incluyera, pero todo fue inútil. Los pensamientos de Aaj beh estaban neciamente enterrados y parecía que nada le haría cambiar de opinión. Su única petición era la conservación de la cultura e identidad maya, de sus costumbres y tradiciones. Aaj beh aún se mostraba desconfiado, pero cupo en su cerrada mente la opción de que quizás así se le podría dar cumplimiento a su visión de una manera distinta a la que él se había trazado. “Gracias” dijo en un tono casi angelical Nicte, en su misma lengua y lanzando una leve sonrisa.

Y fue así como Aaj beh desapareció haciéndose uno solo con la naturaleza, liberando a su familia de un odio personal que, de no haberle puesto un alto a tiempo, se hubiese transformado en un odio generacional. Su familia fue bien recibida en tierras colonizadas por los españoles. Probablemente tratándose de un caso especial, aislado de los demás. A lo mejor un caso entre millones, un final condicionado por un golpe de suerte. Un favor que fue compensado con otro, siendo éste el eximente de la esclavitud. El resto es historia, literalmente. La visión de Aaj beh fue tomando forma con el pasar de los años... aunque no de la forma en que lo había visto en sus sueños.


jueves, 13 de junio de 2019

Ella no quiere ser rescatada.


Tan solo mil y un infiernos fueron lo que le costó al noble jinete llegar hasta las más remotas y hostiles tierras en que se hallaba apresada la maja doncella. Cabalgaba incansable como si su vida dependiera de la liberación de su majestad. Iba acompañado de su casi impenetrable armadura, compuesta por las más resistentes piezas metálicas que el hombre ha descubierto jamás junto a su infaltable yelmo; su leal e imponente corcel de pelajes plateados que se había convertido en su mejor socio durante esta larga travesía; y, finalmente, su espada y escudo que significarían la coraza de hierro que protegería su vida ante cualquier adversario que pudiera atravesarse en su camino. Pero el caballero estaba dejando pasar por alto una cosa de suma importancia; ella no quiere ser rescatada.

Le tocó recorrer toda clase de escenarios. Desde los más áridos desiertos hasta las más frígidas nevadas. Cientos de miles de kilómetros después de su partida pudo divisar a lo lejos como el horizonte iba dibujando de arriba hacia abajo el castillo que por tantas semanas había estado buscando. Finalmente estaba frente a sus ojos pardos aquella colosal estructura en la que le aguardaban toda clase de peligros y terrores. Un lugar al que sabía que podía ingresar, pero que no existía garantía alguna de poder salir con vida. Un lugar lleno de desgracias para él, pero siendo la peor de todas, que ella no quiere ser rescatada.

El primer obstáculo serían los muchos fieles al malvado monarca culpable del secuestro de la princesa, quienes lo esperaban antes de llegar al puente que conduce a las enormes puertas del castillo. Estos devotos no tendrían ningún problema en sacrificar su vida defendiendo los propósitos e ideales de su señor, por más retorcidos que estos fueran. El perspicaz cabalgante era conocido en sus tierras de origen como el guerrero más habilidoso de la región, ningún otro hombre había sido capaz de darle la talla e implicar una verdadera amenaza para su racha invicta. Y este caso no fue la excepción. Uno a uno fueron cayendo los hombres del rey, la resistencia que oponían era casi nula y el próximo a llamarse héroe se dio un festín con su impecable exhibición. Sin embargo, ni aunque hubiese derrotado a un millón de hombres le habría valido para algo, pues ella no quiere ser rescatada.

Su armadura acabó con ciertas abolladuras, pero ningún golpe pudo llegar a su piel. Lo que le esperaba a continuación era seguramente la prueba más dura de todas; pues justo cuando se encontraba cruzando el puente antes mencionado, se dejó mostrar la temible bestia voladora que protegía aquella fortaleza. Se manifestó, pues, el formidable dragón quien de inmediato se dispuso a lanzar llamaradas en contra del hombre hidalgo, quien aún impactado por la presencia de aquél terrorífico monstruo cuya existencia creía irreal, pierde el equilibrio y cae pesadamente. El miembro de la familia de los équidos se dio un frenón poco ortodoxo, y orientó su trote en dirección contraria. Era un animal después de todo, y, espantado por el engendro capaz de expulsar fuego de su hocico, no lo pensó dos veces y abandonó el lugar, devolviéndose a su hogar. Quizá el jinete debía haber hecho lo mismo, ya que ella no quiere ser rescatada.

Irse sin la doncella no era una opción para el caballero, es más, era su motivación. El valiente se incorporó en guardia, y comenzó a agitar su espada de un lado hacia otro cada que el dragón sobrevolaba cerca de su humanidad, pudiéndolo herir levemente. Con su escudo pudo protegerse de varias llamaradas que se iban extinguiendo al estrellarse contra aquella defensa. Tales eran las temperaturas en que se desarrollaba este combate, que el invicto guerrero se vio obligado a retirarse su yelmo para evitar sofocarse. Fue en un momento dado que, en un acercamiento, el dragón rasguñó con sus afiladas garras la pierna derecha del caballero, quien no esperó a que su sangre se comenzara a derramar, sino que su reacción inmediata fue insertar la totalidad de su espada en el cuello de la bestia, atravesando su garganta. ¡Quién diría que tanta sangre pudo haberse evitado de haber sabido que ella no quería ser rescatada!

El ahora domador de dragones entró por fin al castillo, dejando atrás el cadáver del enorme reptil que eventualmente caería al abismo, motivo por el cual se tenía un puente. El caballero cojeaba, pero continuaba imperturbable con su misión. Se había llegado el momento de la verdad, el encuentro entre el guerrero herido y el malvado monarca. Tras un intenso intercambio de palabras e insultos, cuyos guiones se obviarán pues son más que evidentes, y no habiendo llegado a un arreglo, se retaron a una pelea a muerte. El turbio rey ya tenía una cierta edad, pero era un experto veterano de guerra. La dificultad para caminar del caballero equilibraba un poco la balanza. Uno de los dos hombres iba a morir esa noche. Lástima que sería en vano, pues a ella no le interesa ser rescatada.

Dicho y hecho, fue una batalla pareja. El caballero dificultosamente se movía, y esto era aprovechado por el viejo mandamás, quien lo logró herir en múltiples ocasiones. Y esta vez sí, horadaba la armadura que cada vez se tornaba más endeble. No obstante, el orgullo y la braveza del caballero se despertaron en el momento más oportuno y, sobreponiéndose al dolor provocado por sus lesiones, con mucho ahínco comenzó a dominar progresivamente el enfrentamiento hasta darle el golpe de gracia al rey, quien caería al suelo sin aliento y con la espada del caballero atravesada justo en su corazón. Es cuanto menos irónico que alguien derrote a la persona que te secuestró de la forma más despiadada y te mantuvo cruelmente cautiva durante tanto tiempo, y que, tras eso, no desees ser rescatada.

El ex jinete estaba exhausto, herido. No le quedaban más energías en sus extremidades inferiores, por lo que no le quedó más alternativa que arrastrar su pesado cuerpo. La princesa se encontraba en la última habitación, subiendo varias gradas. El malherido caballero fue retirándose a puras penas las partes de su armadura para disminuir el peso de su cuerpo. Comenzó a subir los escalones a gatas, dejando el rastro de sangre que era de esperar. El desgaste físico de aquél hombre era increíble, lo estaba dejando todo por una mujer que no conoce, que no la ha visto, sin saber si valió la pena todo su martirio, sin tener conocimiento si es su deseo ser liberada.

Llegó pues, a la alcoba en que era prisionera la princesa. Y la vio. Y ella lo vio. Y fue en ese sublime instante en que el caballero supo que era su destino sufrir mil tormentas para finalmente ver el sol en los ojos azulados de aquella hermosa mujer, cuya belleza lo cautivó casi de inmediato. Su escultural figura pasaba casi desapercibida, pues era opacada por tan angelical rostro. La princesa no sabía que, desde antes de pronunciar una palabra, el valiente hombre ya era suyo. Lo tenía rendido a sus pies, solamente tenía que decirlo. El caballero, aún sin decir palabra, se hincó ante la doncella y le extendió su mano, a lo que la bella dama respondió: “No quiero ser rescatada”.

El caballero quedó atónito, anonadado ante tal contestación. Tras unos segundos de silencio logró fijarse realmente en sus ojos apagados, tenía una mirada triste, desubicada… fue ahí que entendió que ya varios hombres habían intentado antes sacarla de esas cuatro paredes. Pero hacían trampa; intentaban hacer trueques con el ya fallecido rey, o intentaban escabullirse silenciosamente entre los pasadizos del castillo, tomando atajos sin que les haya costado un comino llegar hasta ahí. La princesa, sabe bien quién es, lo que vale y lo que merece. Sabe que harán cualquier cosa por sacarla de ese aislado sitio; desde lo más bajo y despreciable, hasta lo más honesto y con las mejores intenciones. Pero eso no le vale, porque ella no lo vio. Ella ya no confía ni en el hombre más caballeroso de la región. Ella es una princesa, pero no quiere ser tratada como tal a toda hora y en todo momento, ella quiere vivir aventuras como la del aún invicto caballero. Ella quiere primero conocer al hombre que en un futuro será su esposo, evaluar su compatibilidad, quizá ha creado en sí una gran expectativa, un alto nivel de selectividad, pero ella lo que realmente quiere es a un hombre que, ya conociéndolo, la logre rescatar… de ella misma. De las barreras que ella misma se ha construido para protegerse. Sólo el hombre que logre quebrantar esos esquemas sería digno de poseerla.

El caballero insistió, pero tarde comprendió que lo único que era capaz de ofrecerle a la princesa era un futuro ya construido, sin esfuerzo para ella, con todo servido. Ella es una princesa, pero no le gusta ser tratada como tal, ella quiere esforzarse en construir su propia vida al lado del hombre que amará. Pero ahora, no confía en nadie, ya que bien sabe que cualquier hombre que quiera rescatarla lo hará con la mentalidad de “ella es una princesa, vale millones”. Es un tremendo lío la doncella, encerrada en su propio mundo. Ella lo único que espera es que alguien la encuentre por equivocación, sin que sepa que pertenece a la nobleza. Y quizás así, tan sólo quizás, pueda considerarlo. Ella, pese a ser una mujer centrada, es un mar de inseguridades con respecto a relaciones amorosas. Y aún viendo que el caballero se encontraba malherido, dando la milla extra para estar frente a ella, notando en sus ojos todo el dolor que atravesó para sacarla de esa pocilga, e inclusive reconociendo que parece ser un hombre de buenas intenciones, tuvo miedo de aceptar su mano.

El caballero, no queriendo ser un fastidio, se retiró como lo que es, un caballero. Si bien es orgulloso, no guardaría ningún remordimiento. De la misma forma en que ingresó a aquella habitación, se retiró. La doncella se quedó sentada a la orilla de su lecho, y no fue sino hasta cinco minutos después, que reconsideró las cosas y dejó al fin aquél cuarto que fuera su cárcel durante varios meses, en búsqueda del caballero. Y sí, lo encontró, pero desgraciadamente se encontraba sin vida. Se había desangrado hasta perecer. La doncella, casi sin demostrar emociones, supo que, aunque le hubiese dado la mano, él hubiese muerto en el camino. O quizás no, quizás si lo hubiese ayudado a tiempo él seguiría con ella. Pero es algo que no sabrá nunca. La oportunidad pasó y ella tomó su decisión. Emulando lo que es la paradoja del gato de Schrödinger, la caja nunca se abrió, y no había forma de saber si el gato viviría o moriría. La princesa, teniendo despejado el camino, caminó con tranquilidad hacia la salida del castillo, y emprendiendo camino de regreso. Al final del día, ella fue rescatada, aunque no de la manera prevista, pues ella nunca quiso ser rescatada.