Fue un viernes por la tarde mientras estaba estudiando cuando mi teléfono me notificó de un mensaje entrante en mi WhatsApp. Era mi primo. Me estaba invitando a salir de fiesta con otros amigos en la noche. Lo cierto es que al principio no estaba de humor para salir a parrandear, pero finalmente accedí. Quería distraerme un poco, salir de lo rutinario.
Siendo las 20:00 p.m. nos pusimos en marcha. Yo era el responsable del volante, así que sabía de entrada que no sería un día para emborracharme. Realmente, no sabía ni a qué iba; no podía beber demasiado porque era el conductor designado, tampoco iba con muchas ganas de bailar (soy pésimo en ello), así que prácticamente sólo iba por la convivencia. "Tipo tranquilo" le dirían por ahí.
Llegamos a la fiesta...
Era un sitio económicamente rentable para ir a pasarla bien. Los precios y las promociones estaban excelentemente buenas, bonitas y baratas... mi bolsillo sonreía. Eso sí, era un ofertón totalmente desproporcionado con la capacidad del lugar; era un lugar relativamente pequeño, en donde apenas si podía entrar un alma más. Los cinco que íbamos optamos por comprarnos un brazalete de All you can drink. Esto se iba a descontrolar, pensé. Un vodka, dos tequilas, un jagger, dos whiskys y tres cigarrillos después fue que ocurrió lo inimaginable: la vi entrar.
Era delgada, pelo lacio, una deslumbrante sonrisa, una impecable combinación. Y no, no era yo quien la estaba viendo más bonita tras los efectos del alcohol, es que literalmente era hermosísima. Pasó a la par mía junto con su amiga y un tipo, y se dirigieron a la barra, también con sus respectivos brazaletes. Lo primero que pensé fue: "seguramente tiene novio" y "me rechazaría si la saco a bailar". Uno suele ser muy negativo y fatalista cuando se trata de tratan de expectativas altas, en todo ámbito de la vida. Y eso precisamente fue lo que me sucedió, así que preferí seguir bebiendo y ver hacia otro lado.
Primero, saqué a bailar a una chica que vi bailando sola. No fue de mi entero agrado, pues era una chica que bailaba muy bien. Tanto, que me hacía sentir ridículo (reiterando que soy muy tieso y oxidado para bailar). Además de que mi humilde 1.75 de altura me hacía ver demasiado alto a la par de ella.
Luego, bailé...no, me sacaron a bailar. Era otra chica, gordita, de lentes, cuyas amigas fueron las que me llamaron y le estaban haciendo "el paro" conmigo. Tampoco fue de mi agrado, pues su grupo de amigos (que eran casi diez personas) estaban ejerciendo mucha presión. Me dio la impresión que ésta chica no era mucho de bailar con chicos desconocidos, y al estarlo haciendo, sus amigos no nos quitaban la mirada de encima. También eran muy fastidiosos gritando "¡Beso!, ¡Beso!, ¡Beso!" a cada minuto. Era muy incómodo, incluso me dio la impresión de que nos grabaron en algún momento. Mientras bailaba con ella, me di cuenta de reojo que mi primo, quien me había invitado, había sacado a bailar a la chica que inicialmente había observado entrar. Mi reacción fue indiferente.
Por fin, me regresé con mi grupo. Nos quedamos un rato bebiendo y platicando sobre el ambiente de la fiesta. Luego, me di cuenta de que mi primo estaba bailando con otra chica, entonces empecé a bailar a esta preciosa chica con la mirada, y la encontré. Estaba en la barra platicando con su amiga. Está disponible, pensé, los efectos del alcohol brotaron en mi cuerpo y me dieron el valor y el coraje suficiente para acercarme a ella e invitarle a bailar. No iba a desaprovechar la oportunidad, al menos debía intentarlo.
—¿Cuál es tu nombre?— le grité para que mi voz se escuchara entre todo ese ruido.
Ella volteó a ver a su amiga por unos instantes los más cruciales para luego asentir con la cabeza. Lo logré, ella había aceptado. Nos fuimos a la pista de baile y casi de inmediato le empecé a sacar conversación.
—¿Cuál es tu nombre?— le pregunté al oído.
—Mishelle— me respondió sonriente, pero sin devolverme la pregunta.
Dios, ¡qué hermosa sonrisa! Pero al ella no preguntar por el mío, noté su falta de interés. Tenía que hablarle de algo más interesante si no quería que dejáramos de bailar tras esa canción, tenía que hacerla entrar en confianza. Le pregunté por sus aficiones, pasatiempos, a qué se dedicaba, gustos, si solía asistir a lugares como en el que estábamos. Ahí fue donde sentí ese 'clic', pues me lo respondía todo de buena forma, sin ser cortante o tajante. Finalmente preguntó por mi nombre. Me agradó demasiado, y no sólo porque me gustaba. La tenía frente a frente, pude ver sus ojos pardos y sus dobladas pestañas. Y esa sonrisa que me tentaba, pero no iba hacer ningún movimiento en falso, no quería cagarla. Fui siempre muy respetuoso con ella, sin faltarle el respeto, sin manosearla como es típico de esos lugares (que, por cierto, en algún momento alguien me dio una nalgada). Aunque no niego que en algún momento mis brazos rodearon su cintura, esa delgada cinturita...
—¿Tienes novia?— me preguntó al oído.
Evidentemente mi respuesta fue negativa, pero el hecho de que me lo haya preguntado significaba algo. Tenía que significar algo. Pasamos casi toda la noche bailando juntos. Bueno, hablábamos más de lo que bailábamos y eso para mí era genial. En cierto momento nuestros labios se rozaron accidentalmente por lo aglomerado que era el lugar, y no pude resistirme más. Nos besamos. Habíamos logrado un nivel de confianza y agrado gracias a esa conversación tan amena que habíamos sostenido durante toda la noche. Sus labios eran tan finos y sus besos tan tiernos. No eran de esos típicos besos que se suelen dar en fiestas, en que prácticamente se devoran mutuamente e incitan a pecar. No, al menos de mi parte, no lo percibí así. Estábamos actuando prácticamente como novios, pues después de cada dulce beso nos abrazábamos como dando a entender que "estoy feliz de haberte conocido". Yo la sostenía de la cintura y ella de mi cuello. Juro que incluso pusieron la canción de Thinking out loud de Ed Sheeran, claro que una versión remixeada, pero indudablemente fue la guinda de esa increíble noche.
Y sí era increíble, era tan irreal cómo estaban pasando las cosas. No la podía dejar escapar. Le pregunté por su facebook y por su número telefónico. Y en este punto es donde empezaron a tornarse raras las cosas. Me dijo que no se recordaba de su número pues era nuevo, y me dijo un usuario de facebook al cual podía buscarla. Finalmente sí me dio un número al cual podía localizarla. Casi de inmediato nos empezaron a avisar de que la disco iba a cerrar y que por favor saliéramos. Ella y yo nos despedimos, le agradecí y le dije que había sido un gusto conocerla, y su respuesta fue recíproca. Nos perdimos entre la multitud y cada quien regresó con su grupo. No mentiré, sí me sentía un poco mareado pero nada que impidiera que manejara de regreso. Dormí feliz esa noche pues bien dicen que las mejores cosas de la vida las encontramos en los momentos en que menos nos esperamos.
A la mañana siguiente...
No podía dejar de pensar en ella, ni en su sonrisa, ni en sus besos. Lo primero que hice al despertar fue tomar mi teléfono. Accedí a mi WhatsApp con intenciones de enviar un mensaje nuevo al contacto que ella me había dado la noche anterior pero, sorpresa, ese número no estaba registrado en la aplicación. Estaba confundido y extrañado, mi segunda opción fue entrar a mi facebook y buscarla. Pero, para mi desgracia, sí estaba lo suficientemente ebrio pues había olvidado su apellido. Comencé a buscar igualmente, intentado buscar un nombre análogo mediante combinaciones. Pero claro que era en vano. No recordaba su apellido ni tampoco estaba seguro de cómo se escribía su nombre. Hice varios intentos, y nada. Mi última esperanza era llamar al número que registré y cruzar los dedos para que fuese ella quien me respondiera. Así lo hice, pero... era un número equivocado. Me desmotivé terriblemente, estaba cabizbajo.
Comencé a pensar que probablemente me había dado un número al azar, o quizá ella me lo dio incorrectamente, o quizá yo no lo anoté bien. Tantas alternativas para un asunto que le di tanta importancia de un día para otro. Seré muy enamoradizo pero sí creí que podía ser el inicio de algo. Es decir, nos llevamos tan bien, congeniábamos en lo que hablamos, todo se asemejaba a una película de amor. Pero... abrí los ojos, pensé clara y crudamente. Fui lo más realista y objetivo. Al final, yo no la conozco en lo absoluto y ella no me conoce a mí. Nos conocimos en una fiesta, ¿cómo podía siquiera pensar en que iba a encontrar el amor en un chupadero? Ni siquiera puedo dar fe de que ella se llame Mishelle. Independientemente de nuestra conexión, ella pudo haberme mentido, ella pudo tomarme a mí como su "agarre" por esa noche y luego desaparecer. Evidentemente, estoy exagerando en el título de esta historia.
O quizá no. Uno no puede saber qué es lo que el futuro nos depara, pero sí podemos ir aprendiendo lecciones a base de decepciones.

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